Escribe Mauri Colón
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El homicidio de Andrés “Pillín” Bracamonte, líder histórico de la barrabrava de Rosario Central, y de su mano derecha, Daniel Raúl “Rana” Attardo, también delegado de UPCN, conmocionaron a la ciudad de Rosario y a la opinión pública nacional.
La principal hipótesis que se maneja es que este crimen comenzó el 10 de agosto, cuando, tras un partido con Newell’s, intentaron asesinar a Bracamonte en el parque Alem, cerca del Gigante de Arroyito – el estadio de Rosario Central. En esa ocasión, recibió tres disparos, pero sobrevivió. En una entrevista con el periodista Germán De Los Santos, especialista en el mundo narco rosarino, Bracamonte confirmó que detrás de ese ataque estaba un grupo narco de la zona noroeste de Rosario, denominado “Los Menores”. Este grupo quería apoderarse del paraavalanchas Canalla, como trampolín para controlar la zona norte de la ciudad, que está bajo el dominio de la barra brava, y también para llevar adelante dentro del estadio la venta de drogas, actividad totalmente prohibida por Bracamonte.
Bracamonte no solo mantenía una relación cercana con el “Pájaro” Cantero, creador y exlíder de “Los Monos”, sino que también estaba vinculado con otros actores del bajo mundo rosarino. Además de estar involucrado en una causa por lavado de activos y violencia de género, Bracamonte era investigado por una serie de delitos cometidos para imponer negocios con viandas, baños químicos y coimas a empresas y contratistas de obras en el Gran Rosario, en una presunta asociación ilícita junto con Carlos Vergara, exlíder del gremio de la Uocra. Es decir, el líder Canalla estaba involucrado en diversos negocios ilegales.
Con todo este trasfondo, está claro que lo ocurrido el pasado sábado está lejos de ser un simple "ajuste de cuentas", como señaló Guillermo Francos, o una lucha interna por el liderazgo de la hinchada, como algunos medios han intentado instalar. Detrás del crimen se esconden los complejos entramados del mundo delictivo de Rosario.
El doble crimen sucedió a metros del estadio, donde horas antes se había disputado un crucial duelo con San Lorenzo. No solo debería haber existido un operativo de seguridad para garantizar que la gente pudiera abandonar el lugar con tranquilidad, sino que testigos afirman que no había ni un solo policía ni patrullero en la zona del hecho. Lo que resulta llamativo en una avenida principal, llena de bares y con mucha gente circulando. Personas en el sitio aseguran haber visto, después de la ejecución de los dos hombres, a un patrullero que pasó por el lugar sin detenerse.
Otra particularidad del hecho fue que, en el lugar exacto y en dos cuadras a la redonda, no había luz. Aunque los semáforos funcionaban, la iluminación de la transitada avenida no estaba operativa, lo que desmentiría un posible corte de luz general. Esto impidió que las cámaras de seguridad pudieran capturar los detalles de lo sucedido, y hasta el día de hoy no se sabe qué imágenes han dejado las cámaras. La falta de luz permitió que los tres atacantes, que dispararon al menos 11 tiros, pudieran escapar a pie sin ser identificados, según las investigaciones.
Este hecho ya derivó en un allanamiento a la Comisaría Novena y a los domicilios de la jefa y el subjefe de la misma, con el objetivo de obtener los partes de guardia de ese día y los teléfonos de los responsables. Este dato no es menor, ya que Débora Savani, responsable del operativo de seguridad en el estadio, tiene un hermano, Maximiliano Savani, que es un referente fuerte de la barra brava canalla. La fiscalía sospecha de una posible connivencia dentro de la fuerza policial (Página 12, 12/11).
Este crimen con tintes mafiosos y con el aparente respaldo de poderes estatales se produce en el marco del “Operativo Bandera” de Bullrich y Pullaro, quienes afirman haber logrado reducir significativamente los homicidios en Rosario. Sin embargo, lo que los responsables políticos de la seguridad provincial y nacional no quieren admitir que lo que se espera en la ciudad es una nueva ola de violencia.
En este contexto, apareció una pintada en la puerta del Concejo de Rosario con la frase: “Les queda poco, cuídense, cobanis”. Este mensaje parece presagiar que el crimen de Bracamonte desmentirá la supuesta pacificación de la ciudad con la cual Pullaro y Bullrich hacen campaña a diario. La campaña de seguridad en Santa Fe y a nivel nacional sigue la misma receta: inundar de policías las calles, militarizar los barrios, realizar razzias a los ciudadanos que transitan la ciudad, implementar “mano dura” en las cárceles, donde los líderes narcos controlan sus negocios con la complicidad de los servicios penitenciarios. Estas medidas cortan por lo más débil los negocios ilegales en Rosario, mientras los grandes organizadores siguen operando bajo la protección del Estado y beneficiados por leyes que permiten blanquear sus capitales espurios.
Para “pacificar” Rosario se necesita desmantelar todo el régimen narco-sojero de la provincia de Santa Fe, lo cual solo podrá ser logrado a través de la organización independiente de los trabajadores, en la lucha por la construcción de un gobierno propio.
El asesinato de Pillin Bracamonte Por Juan Ferro, 13/11/2024.