Reseña de libros

El trotskismo en la Argentina. Estudios para una historia política, social y cultural

Escribe Martín Ortiz

Tiempo de lectura: 4 minutos

El invierno pasado vio la luz “El trotskismo en la Argentina. Estudios para una historia política, social y cultural”, un libro colectivo coordinado por Hernán Camarero y Martín Mangiantini, historiadores e investigadores del CONICET, a través de editorial Prometeo.

Tanto los coordinadores como buena parte de los autores de los diversos capítulos pertenecen al Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI), que publica la revista Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda. El interés que el libro suscitó en sectores de la militancia gremial y política quedó evidenciado por el hecho de que fue presentado, más allá de los habituales espacios académicos, en el III Evento Internacional León Trotsky, en locales partidarios y en los sindicatos docentes AMSAFE de Rosario y ADEMyS de Buenos Aires.

El libro constituye un reflejo del peso que el trotskismo ganó en la Argentina a lo largo del último medio siglo, un lugar que se expresó en los distintos movimientos reivindicativos y de masas (obrero, piquetero, estudiantil, de mujeres) y también en el ámbito electoral. Uno de sus principales aportes es que no se circunscribe a reconstruir y analizar las posiciones políticas de las figuras y organizaciones estudiadas, sino que aborda (de manera desigual) la inserción social de las distintas corrientes o la militancia en condiciones de clandestinidad. El trabajo es políticamente heterogéneo, pues reúne a autores que escriben desde diferentes posiciones dentro de la izquierda.

El libro incluye diversos aportes sobre los primeros militantes trotskistas en la Argentina, que ya a fines de los años veinte comenzaron a reivindicar las posturas políticas de la Oposición de Izquierda Internacional. Camilo López, los Guinney, David Siburu, Héctor Raurich y Antonio Gallo fueron algunas de las primeras figuras que comenzaron a cuestionar desde el marxismo las políticas sectarias del estalinismo durante el llamado período de “clase contra clase”. En particular se destacan las figuras de dos dirigentes obreros, como fueron Pedro Milesi (del sindicato municipal) y Mateo Fossa, miembro de la dirección del sindicato de la madera, quien se entrevistó con Trotsky en México. Durante la segunda mitad de la década de 1930 y hasta el golpe de Estado de junio de 1943, el principal cuadro político del trotskismo argentino fue sin lugar a dudas Liborio Justo. El hijo del exPresidente de la Nación tuvo un rol central en establecer la importancia de la cuestión nacional en todo el continente latinoamericano, poniendo de relieve las inconsistencias de los demás grupos que reivindicaban la IV Internacional, pero negaban la necesidad de que el partido obrero revolucionario levantara planteamientos antiimperialistas en su programa. El aporte de Liborio Justo fue decisivo para el desarrollo posterior del trotskismo a partir del surgimiento del peronismo.

Nos interesa particularmente destacar el capítulo sobre los orígenes de Política Obrera, en el cual se recupera el antecedente del Movimiento Izquierda Revolucionaria-Praxis (MIR-P), encabezado por Silvio Frondizi. Esta organización marxista, que actuó en la década de 1950 sin reivindicarse trotskista, tuvo un papel importante en dos sentidos. Por un lado, porque recuperó positivamente el pensamiento de Trotsky, en particular la teoría de la revolución permanente y su oposición al frente popular y la colaboración de clases (debe tenerse en cuenta que, durante la década del cincuenta y en el contexto de la guerra fría, el PC estalinista dominaba ampliamente el campo de la izquierda y acusaba a los trotskistas de ser agentes del imperialismo, contrarrevolucionarios, provocadores policiales, etc.). Por el otro, porque supo delimitarse del seguidismo oportunista que caracterizaba a las corrientes posadista y morenista, que en aquellos años actuaban a la rastra del peronismo, o incluso en su interior, siguiendo la línea establecida por el revisionismo pablista desde el III Congreso de la IV Internacional (1951). El morenismo fue el que llevó más lejos esta política oportunista, al practicar el entrismo en el peronismo y adoptar una identidad peronista. Un ejemplo de ello fue cuando, acompañando la directiva de Perón desde el exilio, Palabra Obrera llamó a votar por Arturo Frondizi para la presidencia. El MIR-Praxis, por el contrario, llamó a votar en blanco, sin depositar expectativas en un candidato que ya había asumido posiciones pro-imperialistas y clericales. Los más de 600.000 votos en blanco de todo un sector de la clase obrera peronista que no acató la directiva partidaria, y la política de Arturo Frondizi (entrega del petróleo a monopolios estadounidenses, privatización el Frigorífico Lisandro de la Torre, derogación del monopolio estatal y laico de la educación superior y mantenimiento de la proscripción del peronismo) confirmaron el pronóstico del MIR-P y ratificaron la importancia de una política independiente.

Otro ejemplo decisivo fue el de la Revolución Cubana. Durante todo un año, el morenismo se opuso a la gesta encabezada por Fidel Castro y el Che Guevara afirmando que el dictador Fulgencio Batista era un “Perón” cubano y que la toma el poder por parte del Movimiento 26 de Julio era equivalente a la “Revolución Libertadora” argentina. A partir de 1960, y dando un viraje de 180 grados, el morenismo pasó a considerarse castrista y llamó a revisar el programa de fundación de la IV Internacional (Programa de Transición).

A partir de la Revolución Cubana, sin embargo, también Silvio Frondizi emprendió un giro político hacia una especie de “nacionalismo revolucionario”, buscando aproximarse al peronismo como ya lo venía haciendo casi toda la izquierda argentina. Fue entonces cuando todo un sector del MIR-P rompió con esta organización, denunciando el “viraje oportunista” de su líder principal. De esa escisión formó parte un grupo de militantes que, años más tarde y bajo la dirección de Jorge Altamira, constituirá nuestra corriente Política Obrera (PO). En el libro queda en evidencia que la fundación de PO no fue arbitraria, sino que se nutrió de toda la experiencia previa de las corrientes marxistas en el país y en particular de diversas organizaciones trotskistas o cercanas al trotskismo, que elaboraron y desarrollaron una delimitación frente al posadismo y el morenismo, dos corrientes que practicaban una política de capitulación frente al nacionalismo burgués y pequeñoburgués.

El Trotskismo en la Argentina. Estudios para una historia política, social y cultural (Buenos Aires, Prometeo, 2024)

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