Una “tormenta perfecta” del campo a Milei

Escribe Jorge Altamira

Tiempo de lectura: 4 minutos

Mientras los falderos del gobierno anuncian una recuperación de la economía en forma de V, un crecimiento del PBI, en 2025, de un 5%, y un aumento del salario promedio, Héctor Huergo, que cumple la doble tarea de vocero de la Mesa de Enlace y editor del suplemento de agronegocios de Clarín, no dudó en titular, el sábado pasado, en el cuerpo principal del diario, que “el campo cierra el año con una tormenta perfecta”. Para novatos, el llamado “campo” ha sido uno de los actores fundamentales en el derrocamiento de gobiernos de distinto signo en los últimos 75 años.

El desasosiego de Huergo obedece al “incumplimiento del pago de una obligación negociable por parte de la emblemática empresa proveedora de insumos y servicios agropecuarios “Los Grobo” (que) sacudió a la plaza financiera”. El monto del default es irrisorio, 100 mil dólares, pero la compañía advirtió que haría lo mismo con un vencimiento, en marzo, de 10 millones. Como el fondo Victoria Capital posee la mayor parte del paquete accionario de la empresa, Huergo se interroga acerca de si “los accionistas la dejarían caer”. Otra empresa que ha recurrido al impago de deuda, Red Surcos, tiene un vencimiento de 9.500 millones de pesos a pagar entre noviembre próximo y junio de 2026.

Para Salvador Vitellli, de Romano Group, “hay que prestar atención a la cadena de pagos tras el default de Los Grobo Agropecuaria, ya que se puede generar “un efecto dominó”. Agrego: “está aspero el mercado de pagarés” (La Nación, 31/12).

Para el editor agropecuario de Clarín, “el verdadero telón de fondo de la crisis financiera de los proveedores de insumos tecnológicos” es la caída de los precios internacionales de las materias primas agrarias y la continuidad los derechos de exportación, que en el caso de la soja llegan al 33 por ciento. Huergo no menciona la valorización del peso frente al dólar, el eje de la política de Caputo y Milei, lo que aumenta sideralmente los costos internacionales de la producción interna. “Si al final del camino ‘no hay plata’, o no alcanza, todo el sistema cruje”, concluye. Cuando se esperaba que la crisis se desatara en la industria, que sufre una recesión aguda, el estallido “ha sorprendido” por otro lado. De acuerdo a CREA, un instituto agrario, el sector agropecuario (no incluye la ganadería) “está en rojo”.

No es una crisis coyuntural. Con la política oficial centrada en el pago de la deuda pública en dólares y en la obtención de un fuerte superávit fiscal en pesos equivalentes, la camarilla financiera en el gobierno no puede prescindir de las retenciones a la exportación agropecuaria. Por las mismas razones no puede recurrir a una devaluación del peso, más allá de la preocupación por un aumento de la tasa de inflación interna. Una salida limitada podría resultar de una mayor proporción de bíocombustibles con la relación a la nafta, sobre la base del aceite de soja o maíz. Pero esto chocaría fuertemente con el lobby petrolero de Vaca Muerta.

La reacción del gobierno se ha limitado a intensificar la supervisión del mercado de pagarés bursátiles –donde ocurrieron los defaults- pero no tiene condiciones para ofrecer subsidios a los afectados o al sector de servicios agrarios y al campo, en general. Llamativamente, “Los Grobo” no han recurrido como alternativa al impago del crédito bancario, que sin embargo abunda como consecuencia del blanqueo de dinero. Es incierto que recibieran una respuesta positiva de los bancos, que seguramente poseen un cuadro realista sobre el endeudamiento del sector. Con depósitos abundantes en dólares, los bancos lidian con la dificultad de convertirlos en préstamos en pesos, que pueden ser víctimas de una devaluación.

Ocurre que la crisis agroindustrial tiene un alcance mundial: “La recesión llegó a la América agraria”, tituló hace dos semanas The Wall Street Journal. Los costos de los servicios tecnológicos al campo han aumentado, desde semillas, fertilizantes y pesticidas hasta maquinarias. Bayer, un proveedor gigante, de insumos agrarios, ha anunciado un fuerte recorte de su previsión de ganancias, como consecuencia de la caída de la demanda de los agricultores; sus acciones, en la Bolsa de Frankfurt, se han desplomado un 40 por ciento. Lo mismo ha ocurrido con las grandes procesadoras y comercializadoras internacionales, como Cargill, Bunge y ADM. Los productores agrarios norteamericanos no han obtenido aún un subsidio aplicado a los préstamos bancarios, en parte por la incertidumbre acerca del gobierno de Trump y por la amplitud que ha alcanzado el déficit del Tesoro de Estados Unidos -de un 7 al 10% del PBI, o sea, alrededor de tres billones de dólares. La intención que ha declarado Trump de imponer aranceles elevados a socios comerciales como China o México, podría llevar a represalias en cuanto a la compra de productos agrarios de Estados Unidos. De acuerdo a la prensa especializada, China e India han hecho una gran acumulación de inventarios agrícolas en previsión, precisamente, de una guerra comercial en cuanto a alimentos. De todas las cadenas de producción, la más sensible es la que tiene que ver con la alimentación.

No es entonces solamente el campo el que atraviesa “una tormenta perfecta”; es gran parte de la industria asociada a la producción agraria y los fondos y bancos que participan de su financiamiento, o sea el conjunto de la economía mundial. La consecuencia de una fuerte retracción de la producción agrícola será, más temprano que tarde, un salto en los precios, que puede involucrar un cepo a la exportación, para preservar los mercados internos. El default de los Grobo, que opera bajo la tutela de Victoria Capital -inducido o forzado- es una muestra del elevado dominio del capital financiero sobre el agro en Argentina. Pero la posibilidad, que plantea Huerga, de que se los “deje caer”, sería un golpe al bajo vientre del gobierno y a toda la política de pago de la deuda.

Como ocurrió bajo el gobierno de Macri, Caputo se vuelve a enfrentar con la pesadilla de tener que pedir el rescate del FMI. El salvataje se convertiría en “una tormenta política perfecta".

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