Trump 2.0

Escribe Rafael Fernández

Militarización, detenciones extrajudiciales, deportaciones masivas.

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El gobierno de Trump ha reforzado la militarización de la frontera con México, enviando 1.500 nuevos soldados (que se suman a otros 2.200 ya presentes desde gobiernos anteriores), aunque se maneja que podría llegar a enviar hasta 10.000. Al mismo tiempo ha lanzado redadas con detenciones ilegales y deportaciones inmediatas de inmigrantes. No sólo en la frontera mexicana sino en las ciudades más importantes se ha instalado un ambiente de terror contra los inmigrantes, disponiendo que podrán realizarse operativos y detenciones incluso en áreas hasta ahora vedadas (colegios, iglesias). En ciudades como Chicago se habla del miedo para salir al trabajo o concurrir a las escuelas u hospitales.

La misma jornada de la asunción de Trump, la obispa Marianne Edgar Budde -que ofició la ceremonia religiosa en la Catedral Nacional de Washington- le pidió al presidente “misericordia con la gente de nuestro país que está asustada”, refiriéndose a los inmigrantes. El presidente liberticida respondió con un ataque en los medios y en sus redes sociales acusando a la obispa de ser “una radical de izquierda” que lo odia, y le exigió disculparse.

Ya en los primeros operativos se ha detenido y deportado a más de 500 inmigrantes.

El Congreso norteamericano votó (con el aporte de 46 representantes Demócratas que se sumaron a la mayoría Republicana) una ley que le da nuevas armas a la política fascista de deportaciones masivas, permitiendo a la policía migratoria la detención y deportación de inmigrantes indocumentados que hayan sido condenados o incluso apenas acusados de cometer delitos menores (como hurtos en tiendas). La ley también abarca delitos como la agresión a un oficial de polícia (podría ser simplemente en el marco de una resistencia al arresto) o incluso actos que causen daño corporal a un individuo (lo que podría ocurrir incluso en un accidente de tránsito).

Entre las órdenes ejecutivas firmadas por Donald Trump al asumir su cargo, un tipo de decretos que orientan a todas las oficinas del gobierno, se destaca la que niega el derecho a la ciudadanía a los hijos de inmigrantes ilegales nacidos en suelo estadounidense, lo que viola expresamente la 14a Enmienda constitucional. Esta decisión, que ya ha sido cuestionada e incluso dejada en suspenso en algunos tribunales (un juez federal de la ciudad de Seattle catalogó la orden ejecutiva presidencial como “descaradamente inconstitucional”), muestra la tentativa de producir un cambio en el régimen político, reforzando no solo el bonapartismo (poder unipersonal) del ejecutivo sino además pasando por arriba a las más básicas libertades y garantías constitucionales.

El envío de tropas militares a reprimir la inmigración apunta también en ese sentido. En teoría los militares no podrían realizar directamente las detenciones, sino que apoyarían a las fuerzas encargadas de la cuestión migratoria, pero Trump maneja la posibilidad de invocar la Ley de Insurrección de… ¡1807! que faculta al presidente a desplegar tropas militares y de la Guardia Nacional para reprimir una “rebelión” o “un desorden civil”. El presidente afirmó que decidirá en los próximos 90 días si invoca o no dicha ley.

El Pentágono también se encargará del traslado de los miles de indocumentados detenidos en espera de la deportación, hacia otros países.

“Trump ganó un mandato para dejar de lado las limitaciones constitucionales que lo inhibieron para cumplir su programa durante su primer término de gobierno”, afirmó un analista. El programa de gobierno requiere pasar por encima del propio régimen constitucional, y por supuesto por sobre cualquier apariencia de respeto al “derecho internacional”. Un régimen de excepción en una nación imperialista no puede limitarse al plano interior, como lo demuestra las amenazas de Trump contra Dinamarca y Groenlandia, Panamá, México o Canadá.

El exsenador Marco Rubio -recientemente votado Secretario de Estado en forma unánime en el Senado (es decir, con los votos demócratas)- ha iniciado una gira por Latinoamérica donde el principal tema es imponer a países centroamericanos la recepción de los deportados en las redadas antiinmigrantes. Por supuesto, la gira también incluye a Panamá, país al cual se ha amenazado con acciones militares para recuperar el canal y enfrentar la creciente presencia China. Rubio es un Republicano que en diversos aspectos está incluso a la derecha del propio Trump, por ejemplo, en su alineamiento con la extrema derecha israelí o en el reconocimiento a la independencia de Taiwán. Rubio es hijo de inmigrantes, del mismo modo que el propio Trump (su madre fue inmigrante, así como su abuelo paterno) y también el fascista Elon Musk (que ingresó a EE.UU. con una visa de estudiante y comenzó a trabajar en forma ilegal). La xenofobia apunta contra los sectores más débiles de la clase obrera, y a debilitarla a través de su división con la demagogia antiinmigrantes, no a los oligarcas de las finanzas o de las grandes empresas tecnológicas, obviamente.

Trump y Rubio también habían defendido la deportación automática de los estudiantes extranjeros (legalmente autorizados para estar en el país) que participaran de las movilizaciones en los campus universitarios contra la masacre sionista en Gaza. La agenda antiinmigrantes no se limita a los indocumentados, sino que apuesta a un reforzamiento de la represión y a un estado policiaco.

La política de deportaciones masivas prepara una verdadera catástrofe humanitaria y plantea una crisis para los gobiernos latinoamericanos que apunten a colaborar con la represión de los migrantes y la recepción de los deportados. El nuevo mandato de Trump viene a descargar la crisis y decadencia del imperialismo sobre otras naciones y a sacudir a la mayor parte de los regímenes y gobiernos aliados de los yanquis. Por otra parte, muchos trabajadores inmigrantes han participado de la organización de nuevos sindicatos y de un proceso de luchas y huelgas. También la juventud estudiantil seguramente enfrentará las políticas reaccionarias y liberticidas de Trump 2.0.

La respuesta guerrerista y liberticida del imperialismo a su declinación violenta todos los equilibrios y abre un período de grandes luchas de masas, en todo el planeta.

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