Escribe Julián Asiner
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El gobierno de Milei acaba de acompañar el giro de Trump en la ONU contra Ucrania y la Unión Europea. De ‘militar’ a Zelenski, invitarlo a la asunción presidencial en 2023, recibir de su parte la ‘Orden de la Libertad’, solicitar membresía en la OTAN, ofrecer colaboración militar a Ucrania y abrazarse con ‘my friend’ en Davos, los criptoestafadores han pegado, sin mayores explicaciones, un giro de 180°. Ahora considera a Zelenski un presidente sin mandato que se ha robado la mitad de los fondos que EE.UU. aportó al financiamiento de la guerra. Milei copió, junto a los negociados de meme-coins y la designación de jueces supremos adictos de Trump, la política exterior del farsante norteamericano.
Pero no solo Milei es un adicto a los virajes. También el PTS, que ha caracterizado a la guerra de la OTAN y Rusia como una lucha por la ‘autodeterminación de Ucrania’. Pero con una yapa, porque ahora dice que siempre caracterizó a la guerra en Ucrania como imperialista o interimperialista. Frente a la posición de Política Obrera, que denunció desde el inicio a la invasión de Putin, como la emergencia de una guerra imperialista de alcance mundial (no local) promovida por la OTAN, el PTS esgrimía que “esto aún no es una realidad” (el siempre ubicuo Matías Maiello en La Izquierda Diario y nuestras respuestas acá y acá ).
En los tres años desde que Rusia invadió a Ucrania, el PTS denunció a Política Obrera de hacer una “exacerbación (sic) de la consigna ‘abajo la guerra imperialista’”. No solamente el PTS sino el conjunto del FIT-U había adoptado la posición de la inmensa mayoría de la izquierda democratizante internacional (el Psol de Brasil, el NPA de Francia), que cerró filas con el bando ucraniano, incluida su extrema derecha, que sostenía el apoyo a “la guerra de Ucrania” por la independencia y sus intereses nacionales. Uno de sus voceros más entusiastas, el MST, lanzó una campaña para que los devaluados trabajadores argentinos contribuyeran económicamente con Ucrania –más allá de los centenares de miles de millones de dólares de las Tesorerías de Estados Unidos y la Unión Europea. Otro sector de la izquierda (el Centro Rakovsky), adoptó la posición contraria, a saber, que eran Rusia y Putin los que defendían la causa del antiimperialismo y los vestigios del “socialismo”.
Un reciente artículo de La Izquierda Diario, firmado por Philippe Alcoy, habla ahora de “Trump, Ucrania y el regreso (sic) de las rivalidades interimperialistas”. Es curiosamente ahora, sin embargo, que “regresa” la cuestión de la independencia nacional, por la simple razón de que el imperialismo norteamericano y la burocracia de la oligarquía rusa se han puesto de acuerdo para repartirse el territorio, las riquezas y la dominación política de Ucrania. La grosería del publicista de la LID-El es otra manifestación del diletantismo intelectual y del impresionismo político que siempre ha caracterizado a la corriente morenista. Desde el primer día de la invasión de Rusia a Ucrania, nuestra corriente explicó que, en forma paralela a la guerra entre la OTAN y Rusia se desarrollaba una lucha del imperialismo norteamericano por un nuevo reparto de influencia y poder en la Unión Europea; no podía tampoco ser de otro modo, porque el destino de Ucrania (y ulteriormente el de Rusia) sellaba el de la misma Unión Europea. Lo que el mundo y el PTS se desayunan ahora fue caracterizado por Política Obrera desde el mismo comienzo. Metodológicamente, la cuestión es clara: el debut de una guerra mundial (no un incidente local por grave que parezca) es la expresión del estallido de las contradicciones de un sistema histórico en decadencia, y por eso debe ser visto como una red de relaciones y conflictos, no solamente ‘geopolíticos’, o sea entre Estados, sino como la manifestación de una crisis de dominación política en cada país y en el conjunto mundial, o sea de agotamiento y agonía del sistema capitalista.
Con tres años de demora, el PTS admite ahora que lo que “ha quedado claro es el significado más profundo de la guerra en Ucrania (…) La guerra no es sólo un conflicto entre Ucrania y Rusia, sino que tiene un carácter global que afecta, entre otras cosas, a la relación entre los ‘socios’ dentro de la alianza transatlántica (OTAN)”. Más vale tarde que nunca, camarada Phillipe Alcoy, pero otra cosa es que la corriente del PTS diga ´como lo dijimos siempre´. Esto es una estafa, no de criptomoneda sino política. El tardío PTS no advierte, sin embargo, el lugar que ocupa ahora la lucha contra el reparto de Ucrania entre Trump, Putin y Zelensky, y la posibilidad de lucha contra la OTAN, la UE y la oligarquía de Moscú contra ese pacto y la importancia que cobra la consigna de la autodeterminación nacional de Ucrania en un marco de Unidad Socialista del Atlántico al Pacífico, y no la “unidad socialista” de la UE como plantea el PTS.
La guerra en curso, repetimos, representa mucho más que la vigencia de las rivalidades interimperialistas: es la explosión de todos los pactos y regímenes a través de los cuales se buscó congeniar estas contradicciones históricas en el pasado. Esto incluye en primerísimo lugar al propio régimen interno de los EE.UU. y su trumpización; el intento por recolonizar a los Estados restauracionistas de Rusia, Asia central y, fundamentalmente, China; la liquidación de la Unión Europea; las masacres sionistas camino a un rediseño completo del mapa de Medio Oriente; la subyugación final de las naciones oprimidas de África y América latina.
Muy lejos de ser un mediador de paz, como fue presentado, Trump recorre la ruta hacia nuevas guerras y a la instauración de regímenes políticos de excepción. Es lo que se desprende de las condiciones leoninas que pretende imponer a Ucrania, con el acaparamiento de sus tierras agrícolas y minerales, así como del intento de desplazar a China del control del Canal de Panamá, a Dinamarca de Groenlandia, anexar a Canadá, imponer gobiernos fascistas o protofascistas en Europa y expulsar al pueblo palestino de la Franja de Gaza y Cisjordania, entre otros despropósitos criminales. Un acuerdo con Rusia en torno a Ucrania no pondría fin a la guerra, sino que la relanzaría en un nuevo escenario mundial.
Para el PTS, esta política agresiva de Trump está exponiendo “las debilidades estructurales del imperialismo europeo y su proyecto más exitoso, la UE”. En realidad, el ‘éxito’ de la UE que obnubila a nuestros izquierdistas se pinchó mucho antes, con la crisis financiera internacional de 2007/8, que detonó la crisis de deuda en Grecia y el posterior ‘Brexit’. Como ocurre con el conjunto de la izquierda democratizante europea, el PTS carece de una posición independiente -de clase- frente a esta fallida tentativa de integración capitalista, a la que no puede dejar de asumir como propia, y por eso se lamenta de que “las divisiones de Europa favorecen las políticas de Trump y del imperialismo estadounidense”. La unidad capitalista de Europa es tan materialmente imposible como reaccionaria. El PTS no puede dejar de embellecer al imperialismo, al calificar como ‘relativamente pacífica’ a una etapa que, tras la disolución de la URSS, incluyó el desmembramiento de Yugoslavia, guerras a repetición en el Golfo Pérsico, en Medio Oriente y en África.
La presente guerra tiene un indiscutible alcance mundial porque conjuga el retroceso histórico del imperialismo yanqui y europeo con los límites infranqueables a la integración de los regímenes restauracionistas de Rusia y China a un mercado capitalista mundial signado por la tendencia a la sobreproducción y las bancarrotas financieras. Es la manifestación extrema de una época de decadencia histórica del capitalismo, es decir, de pandemias, destrucción de las fuerzas productivas y del medio ambiente, que tiene como contrapartida la tendencia de las masas a la revolución social. Es un escenario que no admite atajos ni seguidismos: exige la reconstrucción de la fisonomía política propia de la clase obrera, la IV Internacional.