Donald Trump: ¡el carnicero no es Shylock, sino vos!

Escribe Eugenia Cabral

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El jueves pasado, en un discurso en Iowa, Donald Trump, mientras hablaba sobre su frenética legislación impositiva aprobada por el Congreso ese mismo día, definió: “Sin impuesto de sucesiones, sin impuesto sobre el patrimonio, sin ir a los bancos y pedir prestado a, en algunos casos, un buen banquero, y en otros casos, usureros (‘shylock’) y malas personas”.

En El mercader de Venecia, obra de William Shakespeare, Shylock es un prestamista judío que, contra el impago de una deuda por parte de Antonio, un rico mercader, exige el pago tal como figura en el contrato: le debe arrancar una libra (medio kilo aproximadamente) de carne de su cuerpo. Finalmente, una mujer (Porcia) que se disfraza de abogado consigue que la paga “en especie” no se cumpla porque en el contrato dice carne, pero no sangre, así que como Shylock va a derramar sangre si quiere cortar la carne de Antonio, tiene que desistir de su demanda.

Shylock y Trump

Ahora veamos las diferencias entre los ‘shylock’ y los Trump: Shylock previamente ha sido víctima de racismo por parte de Antonio y de los habitantes de Venecia. Está harto de la discriminación: “Se ha reído de mis pérdidas, se ha burlado de mis ganancias, ha hecho escarnio de mi pueblo, ha impedido mis negocios, enfriado a mis amigos, calentado a mis enemigos. ¿Y por qué razón? ¡Que soy judío! ¿No tiene un judío manos, órganos, cuerpo, sentimientos, afectos, pasiones? ¿No nos alimenta la misma comida, nos hieren las mismas armas que a un cristiano?”. Shylock invoca ese maltrato previo como justificación de la venganza que desea ejecutar, de la misma manera que un cristiano podría querer vengarse de él: “La crueldad que me enseñáis ejecutaré y de tal modo que, sin duda, he de hacerlo mejor que vosotros mismos”.

Shylock está resentido con una sociedad segregadora, no es quien ha urdido un plan sistemático de despojo y explotación contra los oprimidos de la nación que gobierna y las demás naciones que dependen de la suya, como ha hecho Trump. Shylock no se burla cínicamente de nadie, como Trump, incluso en este caso desmintiendo la ofensa: “nunca había escuchado” que el término se considerara un estereotipo ofensivo sobre los judíos. ¿Cómo creen que va a ser antisemita él, Donald Trump, el tipo que desfinancia universidades llevándolas al límite del cierre, por considerar antisemitas los reclamos contra el genocidio en Gaza a manos del Estado sionista de Israel? ¿Cómo van a acusar de antisemita al presidente del país que mayor apoyo ha brindado a la persecución y masacre del pueblo palestino y sus aliados? No, señor, están muy equivocados: él simpatiza con los judíos… siempre y cuando sean grandes capitalistas (y si son financistas, mejor), sionistas, colonialistas y genocidas de pueblos “inferiores”, como los gazatíes, sin ir más lejos. En Estados Unidos los “judíos” son de origen africano o hispanoamericano, además de muchos italianos e irlandeses, etc. Ninguno de esos se puede considerar “wasp”, esa expresión que es un acrónimo proveniente del inglés "White Anglo-Saxon Protestant", o sea, "blanco anglosajón protestante", el selecto grupo de origen británico que históricamente ha sido parte de la élite social, política y económica de Estados Unidos.

Shakespeare y Trump

En la época de Shakespeare, siglo 16 y comienzos del 17, la humanidad no había tenido la horrenda experiencia del exterminio judío en los campos de concentración nazi. Por mucho que hubieran existido monstruosas guerras, como las Cruzadas contra el islamismo o la conquista de América, el mundo no conocía la aniquilación calculada científica y metódicamente en sus métodos y alcances. Lo inhumano. Lo maquinal. La fábrica de cadáveres contabilizada y registrada en todos sus procedimientos.

En su texto, Shakespeare registra sus propias contradicciones como integrante de la sociedad inglesa racista y la profunda conciencia de los sentimientos humanos, pero también de los mecanismos de poder, que hay en todas sus obras. Por eso su Shylock no es un bribón sarcástico de jopo enrulado en la peluquería, como tampoco lo es Antonio, su deudor, pero sí lo es Trump, de nombre Donald, como el simpático patito yanki que tanto diera a analizar a Dorfman y Mattelart.

El pedazo de carne que Trump como jefe del imperialismo nos va arrancando a todos los oprimidos y explotados lo arranca así derrame sangre. No hay contrato legal que valga. El gran carnicero, el gran caníbal del imperialismo capitalista gobierna como emperador, aunque sea presidente de una república.

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