De una “nueva Internacional” a un “frente de acción”: el aparato del PO le baja el precio al internacionalismo bagayero

Escribe Julián Asiner

Tiempo de lectura: 9 minutos

El encargado de turismo del aparato del Partido Obrero, Guillermo Kane, escribió 40.000 caracteres para admitir lo obvio: que la reunión que organizarán en Italia junto al SWP inglés y un rejunte variopinto de grupos disímiles, en organización, programas y planteos políticos, carece de entidad. La pretensión de formar una “nueva Internacional” en tiempo record, esgrimida en una declaración que criticamos en estas páginas, fue archivada sin la necesidad de mayores comentarios. Kane nos dice, ahora, que lo que buscan es tan solo un “reagrupamiento de acción”. Menciona, a su vez, la existencia de “divergencias importantes”, que hubieran debido ser clarificadas, antes que nada, pero que Kane evita incluso explicitar. En cambio, despotrica de principio a fin contra Jorge Altamira, convertido en destinatario omnipresente de toda su diatriba política; le pesa en la conciencia como una pesadilla. Confirma lo que ya sabíamos: la ruptura de todo vínculo con la trayectoria revolucionaria del Partido Obrero. Kane protesta, precisamente, por el agobio que le ha generado haberse visto obligado a sentarse a escribir una respuesta; debe ser por cierto agobiante defender posiciones insostenibles. Si la tarea le ha impedido acumular algunas millas, debería agradecernos el ahorro de gastos en dólar tarjeta.

La nueva idea de un “frente de acción”, al que nuestro agotado polemista hace alusión, no podría nunca circunscribirse a una serie de reuniones internacionales; la “acción” debería traducirse en campañas unitarias a la escala de cada país. Nada de esto existe sino, más bien, todo lo contrario: el aparato del PO ya tiene “un frente de acción”, con el cual no ha hecho literalmente nada en defensa del pueblo palestino o contra la guerra de la OTAN y Rusia. Pero en lugar de esto nos ofrece como plato recalentado de todos los días ejercicios de faccionalismo político permanentes, en general ceñidos a reyertas por la distribución de candidaturas electorales.

¿Cómo sería un frente de acción que no puede traducirse en cada país y por de pronto en el propio? ¿O se trata de declaraciones rutinarias desde alguna ciudad europea? Kane no ha reparado siquiera en que un frente de acción es una contradicción en términos, porque todo frente involucra un proyecto político y un programa, lo que lo obliga a contarnos acerca de esa estrategia y ese programa, mientras que lo único que nos ofrece son las “divergencias importantes”. Un acuerdo para la acción es, por el contrario, circunscripto, como un piquete de huelga o la organización de una manifestación por reivindicaciones específicas, lo que implica una concertación organizativa. Una campaña de propaganda o agitación contra la guerra en Ucrania o contra el genocidio en Gaza requiere una posición política común. En este aspecto, sólo conocemos una declaración de Alex Callinicos, del SWP del Reino Unido, que se ha manifestado impresionado por las críticas del primer ministro Keith Starmer a Israel, (https://socialistworker.co.uk/palestine-2023/western-leaders-criticism-deepens-israels-political-crisis) mientras le sigue enviando ayuda militar y económica a Netanyahu. Un frente contra la guerra imperialista exige un planteo estratégico. Pero en el frente de Kane no saben todavía quién es imperialista y quién no lo sería en esta guerra. No estamos por ciento ante “la banalidad del mal” pero si de la estupidez. El FIT-U, un frente político con todos los atributos, incluido un programa, no le ha servido al aparato del PO para ninguna “acción” contra la guerra imperialista en Europa, ni contra la masacre sionista en Palestina. Esto está completamente por fuera del radar del FIT-U, toda vez que sus tres cuartas partes se han declarado partidarias de apoyar la guerra nacional de Ucrania con las armas, los subsidios y la estrategia de guerra internacional de la OTAN. La única “acción” parlamentaria de esta izquierda, no hay que olvidarlo, consistió en el voto favorable por parte de Bregman y Solano al tratado Trump-Netanyahu que declara antisemita cualquier crítica que cuestione el Estado de Israel.

El aparato del PO se embandera con el lema “nosotros hacemos” para eludir la delimitación de principios y estrategias políticas, pero es precisamente en eso que se expresa sin atenuantes todo su desbarranque político. Esto es así en el Congreso Nacional, donde el cansado turista Kane se defiende tímidamente argumentando que su aparato es un “bloque independiente”, sin decir una palabra sobre el interbloque que formaron con el kirchnerismo y el PTS bajo el nombre de “Frente de Izquierda-Nacional y Popular”. Justificado para evitar que LLA se quede con la presidencia de la comisión que debe juzgar el caso $Libra, ha culminado con la entrega de esa presidencia a LLA, por parte del kirchnerismo, que es con quien se alió el FIT-U para evitarlo. Esto es lo que quiere decir Kane con “hacemos”. Pero este “hacemos” es aún más evidente en el movimiento obrero y de las masas, en el cual sólo por mencionar los ejemplos recientes tenemos el impulso al acatamiento de la conciliación obligatoria dictada por el gobierno de Milei contra los trabajadores del Garrahan y la fuga de delegados en la conducción del SUTNA. El frente de acción al que se aferra ahora Kane, tiene un signo faccional inconfundible: ninguno de sus miembros puede organizar “frentes de acción” en sus propios países.

Kane, el “hacedor” de las ofertas de pasajes al exterior pasa revista a la crisis de la izquierda a nivel mundial. Se toma el “agobio” de ese largo trabajo, para tirar la pelota afuera del debate acerca de la “nueva Internacional” del aparato del PO. La expresión más relevante de esa crisis, este improvisado internacionalista no la menciona: la expulsión de 1200 militantes del PO y de su dirección histórica. El aparato del PO se autoexcluye del listado de las crisis. Los fanáticos de la “acción” bagayera, dedicada al contrabando de principios y estrategias políticas, se lamentan de la falta de cohesión y la dispersión del movimiento socialista revolucionario internacional, sin notar su propio rol contrarrevolucionario en la promoción de esa dispersión, al sabotear al Partido Obrero histórico que a nivel mundial había alcanzado un lugar incomparable en términos de crecimiento organizativo y programa (aprobado en un congreso internacional en Buenos Aires, como fundamento para crear la CRCI). Política Obrera es la continuidad de la construcción histórica sistemática de un partido revolucionario.

Kane justifica su rejunte bagayero trayendo los antecedentes de Lenin y Trotsky en las conferencias de Zimmerwald y Kienthal, que reagruparon a los internacionalistas durante la Primera Guerra Mundial. Pero ninguna de esas conferencias parió un “frente de acción”; fueron nada menos que las predecesoras programáticas y políticas de la Internacional Comunista. Lenin no concurrió allí a contrabandear posiciones con los partidos pacifistas y centristas (mayoritarios), para proclamar una “nueva internacional” de ficción. Desarrolló una lucha principista implacable por una estrategia revolucionaria, que se expresó en una moción de minoría presentada por Karl Radek que planteaba transformar la guerra imperialista en revolución social y establecía una delimitación política y una ruptura definitiva con la Segunda Internacional. Sólo a partir de esa lucha política en la claridad, y no de la claudicación frente al oportunismo, fue que se avino a firmar el manifiesto de consenso redactado por Trotsky. No “una acción” sino un manifiesto. Es lo que el constructor del Ejército Rojo reconoce en “Mi vida”, cuando afirma que “Lenin templó en Zimmerwald el acero para las empresas internacionales que había de acometer, y puede decirse que en aquel pueblecillo de la montaña suiza fue donde se puso la primera piedra para la internacional revolucionaria”, que emergería unos años más tarde, tras la victoria de la Revolución de Octubre, pero que Lenin mocionó en la Conferencia de abril de 1917 en el partido Bolchevique con un resultado negativo.

Luego de ponderar una “acción” que no actúa más allá del reunionismo internacional, y de postular “divergencias” que elude explicitar, Kane se decide por fin a defender integralmente el contenido político de la declaración “de consenso”, en todas sus líneas. Afirma, entonces, que “todo el documento denuncia la colaboración de clases y plantea la acción directa de la clase obrera, y la lucha por el poder obrero”. Sobre la guerra, nada, y nada tampoco de delimitación política con las corrientes pro OTAN y prorrusas acerca de la guerra. Kane reivindica el “poder obrero” de parte de un aparato que sostiene las tesis de género y las identidades no clasistas; que agita el ambientalismo al margen del capitalismo en decadencia; que propugna “un movimiento popular con banderas socialistas”; y el Interbloque con el kirchnerismo. La duplicidad ideológica no es una novedad; ha sido una característica sistemática de la socialdemocracia y el stalinismo; el primero, hablando de socialismo los primeros de mayo, y el segundo, del comunismo, mientras estimulaba la desigualdad social.

No tenemos entonces ni un bloque político de principios, pero sí de ‘divergencias’ que se esconden, ni tampoco un “frente de acción”. Kane no le informa a su audiencia que el SWP de Gran Bretaña, su nuevo socio, ha dado su apoyo a la centroizquierda imperialista en las elecciones de Corea del Sur (https://socialistworker.co.uk/international/south-korea-headline-here/). Nunca conoceremos la posición de Kane sobre esta desviación inglesa, porque promete que será el último que escriba, anticipando nuestra respuesta. Pero cuidado, el aparato del PO hizo lo mismo que el SWP cuando apoyó a Massa en el balotaje de octubre de 2023. La diferencia con Corea del Sur es que este país está en línea de frente de la guerra imperialista que Kane, un impostor, asegura combatir.

Hay un punto en el cual “la nueva internacional” se mantiene incólume: es en el apoyo a las “rebeliones obreras y populares” en Irán y el Líbano, con independencia de su dirección política, cuando se observa una campaña del imperialismo para derrocar a la teocracia persa y acabar con Hizbollah. La importancia de luchar contra este entrelazamiento de una rebelión popular, de un lado, y el imperialismo, del otro, fue la tarea extraordinaria que impuso Lenin frente a la primera revolución, en febrero de 1917, a la que calificó en parte como un golpe de estado del imperialismo anglo-francés y la burguesía rusa, para mantener a Rusia en la guerra. Irán y Yemen son los pocos estados que enfrentan, con sus métodos, el genocidio en Gaza. Kane y Callinicos proponen ir ciegamente al matadero de una supuesta rebelión popular indiferenciada del imperialismo (es lo que han venido haciendo los partidos morenistas en Siria) y del impulso que tienen del imperialismo mundial en el marco de su guerra de genocidio contra Gaza. Aquí, los bagayeros asumen como propia la “ofensiva” imperialista. El escriba del dólar tarjeta pretende distraer de este punto trayendo a colación una diferenciación entre Política Obrera y Hamas, cuando planteamos que nuestra defensa del pueblo palestino contra la colonización confiscatoria del Estado de Israel la hacíamos “sin apoyar ni hacernos responsables por la estrategia de las fracciones palestinas”. En Palestina, el agobiado turista tampoco acepta una delimitación política. Kane esconde que fue el aparato del PO el que decidió sacar de circulación un volante que reivindicaba el accionar de Hamas, con el pretexto de su “estrategia teocrática”, como si una estrategia militar teocrática tuviera algún sentido. Cedieron a la presión del PTS que condenó, desde su prensa y el parlamento argentino, el asalto del 7 de octubre. Nuestra corriente defendió el derecho a una rebelión popular palestina contra el estado sionista, en un texto muy esclarecedor.

El contrabandista del aparato se despoja de sus ropas de turista y deja ver su traje de difamador cuando se refiere a lo ocurrido en la Conferencia Internacional del año 2018, realizada en la facultad de Sociales. Atribuye a Altamira la invitación “sin advertir a la militancia” de Dayra Mitina del OKP, un partido exestalinista de Rusia, cuando su convocatoria corrió por cuenta de las organizaciones europeas de la CRCI. Repite, también en esto, un libreto ya esbozado por el PTS, pero de forma aún más descarada. Dice, en referencia a las posiciones del OKP, que “Altamira no las ha criticado nunca”. Exactamente lo contrario puede verse en el video que está subido al propio canal de YouTube del propio Partido Obrero, que Kane debería haber mínimamente revisado para justificar su renta como turista bagayero. Desde el escenario de aquel acto, fue Altamira quien refutó a Mitina al plantear que los derechos de las mujeres y homosexuales eran pisoteados en Rusia como parte de una política contrarrevolucionaria de la burocracia de Putin, que incluía la restauración del propio clero ortodoxo. Altamira cerró aquel discurso convocando a la lucha por conquistar el derecho al aborto.

La camarilla a la cual responde Kane se ha propuesto la liquidación del patrimonio programático histórico del Partido Obrero. Una tarea que le queda muy grande, en la que apenas logrará fagocitarse a sí misma. El internacionalismo revolucionario no tiene nada en común con el confusionismo bagayero, su caricatura burocrática, sectaria y autoproclamatoria. No hay una solución turístico administrativa para la reconstrucción de una internacional revolucionaria: ésta debe partir del desarrollo del programa aprobado en 2004 por el Congreso de fundación de la CRCI y de sus manifiestos posteriores.

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