Escribe El Be
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El golpe de estado judicial propiciado por el triunvirato de la Corte desató el repudio de diferentes sectores de la sociedad, organizaciones políticas y sociales. La inhabilitación política de CFK, promovida y anticipada por el gobierno de Donald Trump y la Cámara de Comercio norteamericana, es una condena política que atenta contra las libertades democráticas.
El ala morenista (por Nahuel Moreno) del FITU, sin embargo, ha demostrado su falta de independencia política en todo este proceso. El PTS viene agitando desde el 2022, al unísono con el kirchnerismo, una campaña contra la “persecución” de CFK por parte del “partido judicial” y la “corporación mediática”, cuando la ex presidenta ocupaba la vicepresidencia en el gobierno de Alberto Fernández. Usaba el mismo lenguaje del kirchnerismo. Esta personalización del conflicto, sin caracterizar en términos de clase a la pugna en cuestión, procura velar u ocultar su relación con la crisis política en su conjunto y con los intereses capitalistas en pugna. No sería incorrecto caracterizarlo como un intento de captar votos de peronistas incautos, por parte de un partido que se convertía en un segundo violín del kirchnerismo.
En esta ocasión, el MST, IS y PTS se acercaron al departamento de la calle San José, en el barrio de Constitución, donde vive actualmente la expresidenta. Lo mismo hicieron los dirigentes del Nuevo MAS, también de filiación morenista. Esta referencia a Moreno no es casual, pues durante casi una década puso a su movimiento “bajo la disciplina del General Perón”. Tres dirigentes del PTS entraron a la casa de CFK y mantuvieron una reunión con ella, cuyo contenido no ha trascendido. El acercamiento a Constitución fue para expresar “el apoyo y la solidaridad a Cristina Kirchner”. No sorprende que “ella fue la que nos invitó a pasar a su casa”, como reveló Bregman en una entrevista radial. El apoyo a CFK, sin embargo, viola un método que tiene una invariable trayectoria revolucionaria: la lucha contra la ultraderecha, el fascismo, el golpismo, la persecución, no debe implicar nunca el apoyo político a las corrientes políticas patronales afectadas. El carácter irreconciliable con el capital debe ser más nítido y claro que nunca cuando una circunstancia concreta nos enfrenta al mismo enemigo. A nadie se le habría ocurrido visitar a Isabel Perón para expresarle la solidaridad, cuando había que luchar contra el golpe genocida que la despojaría del gobierno y la llevaría a la cárcel. Isabel fue tan responsable de la victoria del golpe militar como, guardando las distancias, el gobierno de los Fernández fue responsable de la victoria del liberticida Milei. Acerca de esto, Lenin escribió un folleto especial, “Acerca de los compromisos”, cuando el partido bolchevique encabezó la lucha que derrotaría al golpe militar contrarrevolucionario de Kornilov, sin apoyar al gobierno en funciones de Kerensky, al cual los soviets derrocarían después. A su salida de la reunión PTS-CFK, al ser interrogados por los periodistas sobre el contenido de dicha reunión, los petesianos respondieron: “lo que hablamos es lo mismo que dijimos en público, nada distinto”. O sea que fueron a Constitución a “apoyar y dar su solidaridad” a la expresidenta. El Movimiento Al Socialismo, el árbol del cual se desprendieron las corrientes mencionadas, firmaron el acuerdo democrático de todos los partidos patronales, en ocasión del golpe carapintada contra Alfonsín. Nuestro partido, como siempre, ocupó la Plaza de Mayo contra el golpe, sí, pero también para denunciar que Alfonsín negociaba con los golpistas, lo que derivó en “La Casa está en orden” y el punto final y la obediencia debida. Cristina Kirchner no hizo lo mismo con el Partido Obrero, en 2010 y adelante, cuando asesinaron a nuestro compañero Mariano Ferreyra. Por el contrario, desató una ola de ataques al partido e intentó manipular a la Justicia, por medio de la fiscal Cristina Caamaño.
Por su parte, en una confusa declaración, el aparato del PO rechaza el fallo de la Corte a la vez que recuerda que “Cristina es responsable por las corruptelas evidentes con la obra pública durante su gobierno”. En su cuenta de X, Gabriel Solano señala que prefiere “el mal menor” de una corrupta candidata “al mal mayor” de un régimen de persecución y proscripción. Todo aquí es errado y hasta demencial. En medio de una lucha contra la proscripción, el ángulo ‘ella está incursa en los delitos de los que la acusan’, es un sabotaje a esa lucha. El eje en este tipo de lucha es la derrota de la proscripción, no conciliar con los términos del golpe judicial derechista. Pero decir ´prefiero vivir en un régimen corrupto´ es: uno, renunciar expresamente al socialismo y, dos, falsificar la lucha contra la proscripción, porque la lucha contra ésta no es acerca de dónde vivir mejor sino que tiene el propósito de que las masas en la calle amplíen el objetivo circunstancial y pongan sobre la mesa de la lucha de clases sus objetivos históricos.
Con la misma mirada ombliguista, típica de un aparato, reprocha a “la burocracia sindical, que no lucha contra los despidos y cierres de fábricas, que firma paritarias con los topes oficiales y no movió un dedo ante el decretazo antihuelga, (que) ahora se acuerda en algunos gremios de movilizar por Cristina”. Esta es una posición para bombear la lucha contra la proscripción, y evitar denunciar que tampoco en esta ocasión la burocracia hará nada, incluyendo a los “progres” del subte o telefónicos. Al final confiesan que se declaran neutrales frente a la proscripción, cuando dicen: “en todo caso (sic), en un plan de lucha para derrotar toda la ofensiva de Milei, el FMI y los gobernadores el movimiento obrero puede (sic) rechazar la proscripción política”. El PO no llama a derrotar el golpe de estado judicial, y propugna que el movimiento obrero no se moviliza salvo si se dan ciertas condiciones. Tenemos delante nuestro a un aparato ultimatista y conservador que tira por la borda toda la historia del Partido Obrero. Miren si cuando estalló la guerra contra la flota británica por Malvinas hubiéramos dicho ´apoyamos a Argentina contra el imperialismo, pero sólo si Galtieri nos da un aumento salarial´.
La crisis en curso es un anticipo de cómo se alinearán las fuerzas existentes en las crisis de mayor envergadura que están por delante.