Escribe Comisión Sindical de Política Obrera
Un balance sin concesiones y una perspectiva para la nueva generación del neumático.
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El Sindicato del Neumático, ganado por el clasismo en 2016, se encuentra en una crisis terminal. A medida que se fue acercando la fecha de renovación electoral de las autoridades centrales y seccionales, la agrupación dirigente, la lista Negra, ha sufrido un drenaje de dirigentes y trabajadores, seguido de rupturas y el surgimiento de listas rivales. El mosaico de grupos de izquierda que han hostilizado a la Negra desde hace dos décadas, con el único resultado de reducir aun más su peso marginal, se ha encaramado en esta crisis (que, repetimos, tiene un carácter marginal), para colarse en los intersticios de la oposición emergente, sin ofrecer programa ni alternativa política. La lista Negra que ha quedado en pie luego de estos desprendimientos opera con el aparato del Partido Obrero. La posición excepcional que ha alcanzado este aparato como consecuencia del ascenso de la Negra, en especial luego de la conquista de la dirección nacional del SUTNA, en 2016, no le ha servido para reclutar militantes obreros de la base, por el contrario, ha llenado al aparato sindical con su propios militantes, incluso los contadores públicos.
La causa inmediata de esta crisis ha sido la incapacidad de la dirección sindical para detener la ola de despidos masivos en la industria. De acuerdo a una cifra que ofrece Izquierda Diario, el personal de la industria del Neumático ha pasado de 4.500 a 2.000 trabajadores en poco más de un año. Una hemorragia extraordinaria. El SUTNA enfrentó la ofensiva de cesantías de las patronales mediante el recurso a las conciliaciones obligatorias, en especial las del Ministerio de Trabajo bonaerense de la gobernación Kicillof. La Directiva no hacía solamente una distinción territorial, sino por sobre todo política: Kicillof no es Milei, como si esta diferencia afectara el carácter patronal del kirchnerista. El SUTNA cayó así en la trampa montada por el FIT-U, con el aparato del PO a la cabeza, que impulsa los acuerdos pseudocríticos con el kirchnerismo. En el primer desafío concreto y relevante que tuvo que encarar el FIT-U, optó por abandonar la independencia de clase.
Esta política de conciliación de clases fue acompañada por paros parciales por seccional o aislados, en los paros nacionales. Los “planes de lucha” dejaron de ser votados en asambleas y seguidos de asambleas, para ser reemplazados por “una delegación de poderes” a la Directiva, como suele hacerlo el Congreso nacional con el Poder Ejecutivo. Alejandro Crespo, un verdadero conductor de la Negra y el Sindicato durante años, fue convertido en “Crespo Conducción”, un santo y seña de burocratización, como ocurre con la burocracia peronista desde hace 70 u 80 años. Este enorme desvío del clasismo fue seguramente alentado por el aparato del PO, ante las divergencias y disputas de cargos en la Directiva y el cese del funcionamiento asambleario de la Negra. De acuerdo a un texto de la lista Granate (PTS), relativo a la Memoria y Balance del Sindicato, los gastos administrativos y de funcionamiento del aparato sindical habían alcanzado un monto incompatible con los recursos existentes. En un breve espacio de tiempo, el SUTNA puso a la luz el mecanismo social de la burocratización sindical que, en Argentina, es todo un régimen de Estado; la conciliación de clases, la restricción de la democracia obrera, la consagración de un árbitro entre las fracciones en disputa; el agotamiento terminal del ‘clasismo’. La renovación de mandatos cada cuatro años es superior a la del parlamento burgués; no combina el mandato sindical con el trabajo en fábrica (al menos en forma rotativa). El burocratismo en los sindicatos es un fenómeno social que separa las funciones gerenciales del trabajo, creando una capa diferenciada del obrero de a pie.
A la crisis desatada por la incapacidad de frenar los despidos mediante una política de lucha, se ha sumado, recientemente, la quiebra de la paritaria. Durante un cierto tiempo, las paritarias del Neumático eran celebradas como las mejores del sindicalismo, porque se adaptaban mejor que otras paritarias a la inflación y porque incorporaban, al final del período de convenio, un aumento real. No más. Las patronales se niegan a resarcir el poder adquisitivo perdido, e incluso reclaman una reducción de los salarios, como reconoce el Sindicato cuando asegura, en su propaganda, que no lo permitirá. Esta crisis paritaria repite lo que ocurre en la UOM, en especial en la rama de la Siderurgia, donde no se ha conseguido un convenio en casi dos años. En un sector de la clase obrera, el tema salario es más importante que el despido (sin causa) o el llamado “retiro voluntario”; el agravio que siente el trabajador es más intenso. La lucha por imponer la paritaria y el convenio tiene la misma traza que la de los despidos, o mucho menos. La ‘superestructura’ de la Negra no advirtió estos problemas, no preparó a los trabajadores para enfrentarlos y ahora responde con otra parálisis. Estos conflictos aislados o parciales son comunes en toda esta etapa, por la simple razón de que la CGT no es un factor de unidad de la clase, ni tampoco sus distintas burocracias. El asunto es que la Negra abandonó tempranamente, por la (des)orientación del aparato del PO, el propósito de convertir al SUTNA recuperado en un factor de reagrupamiento de la clase obrera, en los lugares de trabajo, sindicatos, autoconvocados y regionales. El aparato del PO prefirió poner bajo su tutela una Coordinadora Sindical Clasista, de cuño exclusivo, antes que a una estrategia de revolucionar las organizaciones obreras.
El punto más definitorio, sin embargo, ha sido la relación de la Negra (y de, perdón por la repetición, del aparato ya mencionado) en la cuestión de la flexibilización laboral. En el mundo entero la izquierda trucha ha canjeado condiciones laborales por salarios, para terminar reforzando la precariedad laboral y, a término, perder las ventajas salariales. Nos referimos a los salarios atados a cláusulas de productividad o, más claramente, rendimiento de la fuerza de trabajo, en especial el trabajo rotativo, semanal o incluso los sistemas semestrales o anuales, que fraccionan el período de descanso. Durante un tiempo prolongado, que igualmente terminó en una derrota, el sindicato clasista reclamó el 200 % de pago de los fines de semana, sacrificando bienestar, salud y cultura, a cambio de percepciones no remunerativas (que desfinancian el atacado sistema previsional). Esta resignación ante la precarización laboral se convirtió en una política consciente cuando, desde la directiva del sindicato, se impulsó un acuerdo de régimen laboral propuesto por la patronal que fue rechazado en dos asambleas y fue adoptado por fatiga moral en una tercera asamblea. El abandono de la jornada de ocho horas (la mayor conquista histórica del movimiento obrero internacional), con un salario legal y adecuado a las condiciones de la vida social, constituye una renuncia definitiva al clasismo. Ha sido abolido como bandera y como reconquista de derechos fundamentales, cuando ya han madurado las condiciones para algo mayor. vale decir, la jornada de seis horas sin desmedro del salario. Es así como un aparatito de la IV Internacional ha entregado las banderas de la II Internacional.
Ninguna de las cuestiones desarrolladas hasta aquí son abordadas por las disidencias de la Negra (la Azul y la lista Independiente), mucho menos por los partidos restantes del FIT-U. En esto mismo consiste una “crisis terminal”. Hay choques violentos (verbalmente) acerca del manejo de los fondos del Sindicato; a la denuncia ya citada por la Granate, se suma la del Tesorero del sindicato, Fernando Rey Martínez, de la Azul, que ha enviado una carta-documento a Crespo para que libere “la información contable, financiera y patrimonial del sindicato, incluyendo extractos bancarios, estados de cuenta, movimiento de fondos, transferencias, pagos, contratos, facturación y toda otra documentación respaldatoria correspondiente desde el 1.1.25 hasta la actualidad”. La denuncia de Fernando Rey Martínez ha sido ampliamente viralizada por la lista Gris, del MST, que se ha incorporado a la Azul. El FIT-U ha elegido al SUTNA para dirimir la interna que la Justicia Electoral ha suspendido para las elecciones parlamentarias de 2025. La Granate (PTS) sumó a la denuncia de “gastos gremiales’ en el balance una seria irregularidad en en el Ospin, cuyo revisor de cuentas, dice, renunció. La cuestión de la Obra Social que atiende a los afiliados del SUTNA desató una justificada crisis, cuando fueron restringidos por impagos, sin aviso previo ni advertencia política, la atención médica y los medicamentos por casos severos como oncología.
La lista Azul es la escisión más representativa de la Negra debido al número de directivos que reúne. Lo es también por la reputación del secretario sdjunto, ‘Maxi’ Bronzuoli., que es dirigente de la Negra desde sus primeros años en la seccional San Fernando (Fate). Esta escisión tardía no ofrece un programa clasista, mucho menos en cuanto a la flexibilización laboral. En las filas sindicales se califica a la Azul como peronista; el propio Bronzuoli reconoció su pertenencia al “partido piquetero”, que es un eufemismo de la UxP, del kirchnerismo y el kicillofismo. Que la gobernación bonaerense procure ganar al SUTNA para su campo político no sorprende; es lo que hace cotidianamente el ministro de Trabajo de Kicillof y los punteros bonaerenses. Las conciliaciones obligatorias de Walter Correa, el ministro en cuestión, fueron aprovechadas para producir una seductora cooptación (otra cortesía del aparato del PO).
La lista Independiente, también en parte una escisión de la Negra, tiene una trayectoria más amplia; a diferencia de la Azul, que aun no existía, se manifestó como oposición en diversas asambleas y diferentes volantes. La Independiente es un mosaico de individualidades; hay reconocidos activistas clasistas jóvenes, que no han ocupado cargos directivos, así como opositores sin trayectoria de todo cuño. Tiene influencia y delegados en Fate, pero no en otras seccionales. Por Independiente entiende ser ajena a estructuras políticas, lo que explica la falta de programa, estrategia y perspectivas; se trata de una posición apolítica en un marco de lucha política implacable. Una cosa es ser tributario de un partido patronal, lo contrario es participar de una experiencia y trayectoria obrera y socialista, con una política internacionalista.
Fuera del MST, que se anotó en la Azul, y del aparato del PO, la Granate desarrollo una crítica ‘constructiva’ a la dirección, en tanto que la Marrón (el NMAS) entiende que “la conducción del SUTNA está al borde del abismo" y que hay que reunir activistas. Casi dos décadas después de la conquista por la Negra de la seccional San Fernando y de una década de la conquista del sindicato nacional, esta izquierda no ha construido nada, y con razón: no tiene ninguna diferencia programática con el aparato del PO y nunca ha hecho de la cuestión de la flexibilidad laboral y de la democracia obrera una batalla de principios. En otros sindicatos, por caso el CICOP, de los médicos bonaerenses, donde la metodología del MST está incluso bien a la derecha del aparato.
Es necesario clarificar esta enorme experiencia del SUTNA, el mayor intento de desarrollar un sindicato clasista luego del Sitrac-Sitram de Córdoba, en 1971/73 y el Smata, también de Córdoba, en 1975. El retroceso histórico en el SUTNA se manifiesta también en los Metrodelegados o hasta en Foetra, o sea, la cooptación de activistas que pasaron por el ‘troskismo’ al campo de la burocracia y del Estado burgués. Por medio de una clarificación consistente habremos de preparar a las nuevas generaciones del neumático para librar una lucha vigorosa y consecuente, en un mundo capitalista de crisis cada vez más catástroficas, de guerras y, sin lugar a ninguna duda, de revoluciones obreras socialistas nunca vistas.