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En las recientes elecciones de FOETRA tuvo exposición pública un debate vigente desde las expulsiones del Partido Obrero. En las mismas señalamos que la agrupación del aparato del Partido Obrero abandonaba el programa histórico de la Naranja, o sea, del clasismo.
Su campaña repitió la de la Granate a pies juntillas, con el único eje de votar a la “lista unitaria y antiburocrática”, sin ningún tipo de delimitación o desarrollo de una posición independiente. Por supuesto, esta crítica vale para el FITU telefónico de conjunto.
En medio de una confusión política brutal, evitaron cualquier aporte a la clarificación política de los trabajadores, especulando para no perder votos (por derecha). Ningún material de campaña mencionó, mucho menos caracterizó, al gobierno de Milei.
Este método se contrapone a las campañas históricas de la Naranja -previo expulsiones- donde más allá del programa circunstancial del frente Granate, la Naranja publicaba y desarrollaba sus propias posiciones y explicaba por qué lo integraba y llamaba a votarlo. Este método ha sido abandonado para integrar la Granate sin ningún principio. La idea de encabezar el frente, bajo cualquier condición, se impuso al desarrollo de un planteo y claridad políticas, es decir, una orientación de aparato.
La crítica a la burocracia fue limitada a señalar el carácter antidemocrático de ésta y su negativa a luchar. Esta visión transmite a los trabajadores que el problema de la burocracia se solucionaría con más democracia gremial. Así, sin más.
Concretamente, evadieron explicar que la formación de la burocracia está motorizada por su integración al Estado, debido a la falta -consciente, intencional- de un programa de clase. Este abandono es una concesión a las corrientes de la Granate, que otorgaron la cabeza al Partido Obrero, para reservarse la orientación política.
Como señalamos en cada paso, apuntan a una reformulación del método y objetivos de la Azul y Blanca en sus orígenes. No sacan ninguna conclusión política del desarrollo posterior de ésta. De ganar, repetirían esa misma experiencia. Es la adaptación total a que “el clasismo” pierde votos, o no puede dirigir un gremio. Marín aplaudiría de pie.
No es casual que hayan dedicado más tiempo para atacar la presentación independiente de la Lista Naranja por “divisionista” -pero que denunciaba el carácter del gobierno de Milei y a la burocracia desde el clasismo-, que a Milei y la razón de ser esencial de las burocracias, que ni mencionaron.
Recientemente la Granate ha convocado una “reunión abierta de la granate” de la que no conocemos resoluciones. Pero evidencia, por parte del núcleo ahora titulado de forma permanente “naranja en la lista granate”, con nuevo logo y bandera con ambos colores, que ese frente, y su programa, se ha convertido en estratégico, y ya no circunstancial o un frente de acción.
No se trata de negar las actividades o convocatorias comunes e incluso plenarios abiertos -recientemente asistimos a una acción convocada contra el despido de un compañero en el edificio Paseo Colón de Telecom-, ni siquiera de la posibilidad de asambleas comunes.
Se trata del abandono del planteo clasista en función de un objetivo de aparato para encabezar un frente gremial y su consecuente adaptación a un gremialismo y luchismo sin perspectiva. La Lista Naranja tiene una ardua tarea: vincular la necesidad de una alternativa en el gremio y el surgimiento de un nuevo activismo con un programa clasista.
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