La lucha de los metalúrgicos y siderúrgicos se profundiza – ¿cuáles son sus perspectivas?

Escribe Comité Editorial

Una huelga general en la cuenca del Paraná.

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El conflicto con el grupo Techint en Ramallo-San Nicolás no cesa de profundizarse. Luego de diez días de huelga indefinida por la cuestión salarios con empresas contratistas que trabajan dentro de Ternium-Siderar, la patronal de Paolo Rocca impidió el ingreso de los huelguistas, que cumplen retención de tareas al interior de la fábrica. Ayer, viernes, unos 1200 trabajadores cortaron el puente sobre el arroyo Ramallo, y se aprestan a bloquear la ruta 9.

Los Rocca jugaron más fuerte: desconocieron el acuerdo paritario con la UOM, homologado por la Secretaría de Trabajo Nacional, para la rama metalúrgica. En cuanto a la siderurgia, la paritaria se encuentra paralizada por las patronales desde hace dieciocho meses. De acuerdo a informaciones locales, estaría concertada una reunión entre Abel Furlán y Naldo Brunelli, secretario nacional y local, respectivamente, de la UOM con Paolo Rocca –o probablemente ya habría tenido lugar-.

Los metalúrgicos que trabajan para las contratistas de Ternium realizan las tareas más insalubres y reciben los peores salarios de la planta; el conflicto abarca a 50 contratistas. Estas ‘Pymes’ tercerizadas, cuya función es violar la legislación laboral y abaratar la mano de obra para Techint, han ofrecido aumentos “por única vez” de carácter “no remunerativo”, o sea sin aportes patronales a jubilación y atención de salud. Representan el 40 % de una plantilla de 7 mil obreros.

A lo largo de la cuenca del Paraná y un poco más allá, hasta Firmat, en Santa Fe, reina un clima de conmoción social, pues las suspensiones y despidos, y los atrasos salariales, afectan a todas las siderúrgicas, desde Siderca (tubos sin costura, que quiere imponer centenares de ‘retiros voluntarios’), en Campana, y Acindar en Villa Constitución. En la fábrica Vassalli, de maquinaria agrícola, que no paga salarios desde mayo, una asamblea de trabajadores expulsó de la planta a Florencia Arrrieto, una cruzada del gatillo fácil, que es diputada por el partido liberticida de Milei. Había ido a la planta a responsabilizar a los trabajadores por lo que llamó las ‘dificultades’ de la empresa. La amplitud de la crisis industrial supera a lo ocurrido bajo el gobierno de Carlos Menem – están paradas Scania, en Tucumán; Dilexis (300 obreros) en San Juan; Acerbrag, en provincia de Buenos Aires. Atanor ha cerrado su planta y Celulosa se presentó a la quiebra judicial. La lista es amplísima, desde Mirgor en Tierra del Fuego o Textilana en Mar del Plata, hasta la industria de la madera en Misiones. Las poblaciones vinculadas a estas empresas, han reaccionado: en Suipacha, provincia de Buenos Aires, miles de vecinos salieron a la calle a respaldar la lucha contra los despidos de los obreros de la Suipachense –una láctea-, 40 % de plantilla de 7 mil.

Paolo Rocca ha amenazado con apagar el alto horno, lo que significa una interrupción indefinida de la producción. Con inversiones en São Paulo, Brasil, abastecería a la demanda interna con importaciones. Sencilla como suena, esta ‘salida’ tiene sus inconvenientes, porque los dólares para importar están siendo acaparados por la fuga de capitales. Milei ha logrado la proeza de impedir cualquier movimiento de la economía argentina; es una suerte de “zugzwang”, en el ajedrez, o una pirámide de cartas –no se pueden mover las piezas, en un caso, y el intento de sacar una carta derriba a todas, en el otro-. Página 12 (29/8) va más lejos, porque dicen que los delegados más jóvenes “pasaron de votar a Milei a simpatizar con el trotskismo”.

Es indudable que las huelgas siderúrgicas son un factor en la crisis política y, potencialmente, en su desenlace, porque la crisis industrial no es, en tanto que tal, un hecho aislado. De otro lado, dos años sin paritarias en la principal industria del país muestran el agotamiento de las relaciones laborales que se basan en la “conciliación obligatoria”. El antagonismo entre el capital y la fuerza de trabajo ha alcanzado un punto incompatible con el presente régimen político. La superación de esta crisis sólo va a tener lugar al cabo de un período de luchas de mayor envergadura. Como lo advirtió en forma pública Brunelli, el burócrata vitalicio de la UOM nicolaseña, “los obreros no tienen nada que perder”. Es así que está planteada la huelga indefinida en toda la cuenca del Paraná por los salarios, el trabajo y las condiciones de trabajo y, potencialmente, contra el régimen económico de la motosierra y el régimen político en su conjunto.

Las elecciones de la semana que viene y las generales del 26 de octubre ofrecerán un registro, todavía infiel, de la tendencia política en la propia masa. Los resultados que surjan de las urnas repercutirán, además, sobre la crisis del régimen político. Las patronales se verán obligadas a reclamar un realineamiento de sus partidos. La llamada ‘oposición’, en especial Provincias Unidas (Pullaro, Schiaretti, Vidal, Sadir, Torres), ha ofrecido cambios cosméticos y contradictorios, como conciliar un plan de obras públicas con la motosierra presupuestaria y la depresión salarial. El peronismo está vacante; primero porque no tiene una dirección definida, cualquiera sea, y porque sus facciones internas están más abocadas a las disputas de aparato que a ofrecer alguna suerte de salida. Es probable que, por primera vez, el peronismo no sea el eje de un realineamiento sino que se reacomode, dividido, a un eje político exterior.

La tendencia a una huelga general podría tomarse una tregua debido a las elecciones del domingo próximo; distinto será hasta fines de octubre. Argentina ha entrado en una etapa de polarización política en torno a ejes clasistas.

Revista EDM