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Hace 15 años, el 20 de octubre de 2010, Mariano Ferreyra era asesinado en la esquina de Luján y Perdriel, en Barracas, por el impacto de una bala que partió de la patota de la Unión Ferroviaria comandada por José Pedraza. El entramado de intereses que representaba aquella bala se resumía en un concepto: la precarización de la fuerza de trabajo, vía tercerización laboral. Un mecanismo de fraude laboral que fue la base de la “recuperación económica” de la era kirchnerista. La emboscada perpetrada por la burocracia sindical con la venia de la policía del entonces ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, que dejó además con heridas graves a Nelson Aguirre y Elsa Rodríguez, se llevó adelante en defensa de un negociado a expensas de los trabajadores tercerizados del ferrocarril Roca. Por ese motivo, nuestro periódico de entonces, Prensa Obrera, tituló que fue “un crimen contra la clase obrera”.
La burguesía argentina ha tenido en carpeta extender las condiciones de precarización laboral de los tercerizados a toda la clase obrera, bajo el eufemismo de “reforma laboral”. 15 años después del asesinato de Mariano, Milei promete una reforma laboral a toda la burguesía argentina que legalice lo que hasta ahora funcionó y se extendió como un mecanismo fraudulento, pero a la vista y con el aval de todos los gobiernos. Para avanzar con esa reforma, Milei cuenta con aquellos dos viejos pilares de las políticas antiobreras: la represión y la burocracia sindical. Del otro lado, una resistencia obrera creciente. Hace sólo un mes, los trabajadores tercerizados de Techint protagonizaron una huelga general indefinida por el pase a planta permanente. La burocracia de la UOM se la jugó por la derrota de los tercerizados.
Ante la gigantesca crisis industrial que hace cerrar fábricas todos los días, en la actual campaña electoral Milei se preocupó de llevarle personalmente al magnate del acero, Paolo Rocca, la promesa de la reforma laboral. Es el gran plan del gobierno para la etapa postelectoral, que formó parte de las promesas a Estados Unidos como condición del rescate de Bessent. Es lo que volvió a reclamar la burguesía en el reciente coloquio de IDEA. El peronismo está dispuesto a acompañar esta reforma y otras en el Congreso Nacional. Recordemos que, en febrero del año pasado, Cristina Kirchner publicó en sus redes un documento donde llamaba a la dirigencia peronista a discutir una reforma laboral, bajo el nombre de que es “ineludible una actualización laboral” que “brinde respuestas a las nuevas formas de relaciones laborales”. La burguesía nacional vive de la ilusión de que una reforma laboral puede sacarla de la crisis, cuando todo su régimen se hunde sin freno. Es al revés, la salida de la crisis sólo puede resolverse a través del desarrollo de la clase obrera y de sus capacidades, las cuales el capitalismo no puede más que degradar y precarizar. El límite del capital es el capital mismo. La lucha que libraba Mariano aquel 20 de octubre, junto a otros compañeros, tenía un alcance revolucionario.
El de hoy será, además, el segundo aniversario de la muerte de Mariano sin que Diego Rojas esté presente. Diego, que falleció el año pasado, se dedicó a una intensa labor de investigación periodística, por cuyos resultados fue llamado a testificar en la causa contra la patota asesina. Diego obtuvo la única entrevista que Pedraza le dio a la prensa. El motivo por el cual Pedraza decidió no volver a hacer declaraciones fue evidente: Diego, con la habilidad propia de su oficio, le arrancó declaraciones de las cuales el burócrata de la UF se arrepentiría por siempre. Pedraza no sólo dejó en evidencia, sin saberlo, que hubo una coordinación y connivencia entre todos los que participaron del crimen, ya sea material o intelectualmente, sino que además reveló la decisión de encubrimiento posterior a los hechos (“¡Los ferroviarios no somos botones!”, le aseguró). Estas declaraciones pesarían contra Pedraza en el juicio. El arrepentimiento de este burócrata en haber concedido la entrevista se puso en evidencia en una de las escuchas judiciales, donde le decía a su hija: “Me arrepiento de la entrevista. Es un guacho”. No puede haber para un militante mejor elogio que ese.
