Escribe Comité de Redacción
Por la organización política independiente de la mujer trabajadora.
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La violencia contra la mujer es una forma extrema de la opresión de la mujer en una sociedad dividida en clases antagónicas. Esta opresión se manifiesta en todos los órdenes de la vida social – en la familia y en los lugares de trabajo, en el deporte y en los lugares de estudio. Incluso entre aquellas mujeres que han alcanzado un nivel superior en esos ámbitos, las manifestaciones de discriminación y desigualdad son evidentes. Esta forma opresiva y violenta de la existencia social determina una forma de consciencia equivalente y una lucha de muchas facetas para erradicarla, que en última instancia es una lucha de clases.
“El 87% de las mujeres argentinas sufrió violencia”, se lee en un informe de la Fundación Instituto Natura. Es un dato impresionante. De acuerdo a investigaciones en otros países, se trata de una violencia en aumento; en términos anuales, una de cada doce mujeres ha sufrido violencia en Gran Bretaña. “Solo 3 de cada 10 personas en Argentina”, sin embargo, “presentaron niveles “muy altos” y “altos” de consciencia sobre la violencia contra las mujeres”; dice el Informe citado, que agrega que “dos de ellas son mujeres”. Se trata, como es obvio, de una ‘internalización’ de la existencia objetiva social. El reconocimiento de esa violencia entre las mujeres es bajo: el 32 por ciento. “Inicialmente”, describe el mismo Informe, “sólo el 55% de las mujeres encuestadas admiten haber vivido violencia, pero cuando se les presentó un listado de 16 situaciones concretas tipificadas por ley, ese porcentaje salta al 87 por ciento”. Un cuadro similar se presenta en Brasil, Chile, Colombia, Perú y México, encuestados por el Instituto.
Un dato importante que recoge ese sondeo, es que “el 50% considera que las leyes que protegen a las mujeres son poco o nada efectivas para combatir la violencia de género”. Esta condena irrevocable a las llamadas “políticas públicas” pone de manifiesto los límites insuperables del Estado encargado de asegurar la continuidad de este orden social. El fracaso de las ‘políticas publicas’ ha abierto el camino a una contra tendencia ultraderechista y fascista para suprimirlas del Presupuesto, con el argumento de que se trataría de un derroche de dinero fomentado por los ‘wokes’ empobrecedores. La emancipación de la mujer de una opresión milenaria sólo puede ser el resultado de la emancipación de la humanidad en su conjunto de la opresión clasista.
La ofensiva ultraderechista no solamente guarda relación con las ‘políticas públicas’ y el ajuste social del presupuesto de Estado. Milei está preparando un proyecto de ley de educación que transfiere de la escuela a la familia la tarea de la enseñanza primaria y pre-primaria. La familia es, sin embargo, una forma de privatización de la existencia social, en tanto la escuela es una forma todavía limitada de socialización de la vida humana. La tentativa liberticida ilustra, a pesar de ella misma, la función opresiva de la familia, que se hace más intensa entre los trabajadores debido al crecimiento de la miseria social y al crecimiento de los hogares sostenidos por la mujer. El capitalismo, en especial en su decadencia, disuelve la existencia familiar al mismo tiempo que pone barreras infranqueables a la socialización de las relaciones humanas. El crecimiento de la violencia doméstica contra las mujeres y los niños es el resultado inevitable de esta situación. La condición privada de la familia tiene su contrapartida en la prostitución – la ‘socialización’ de la mujer bajo la batuta de las corporaciones mafiosas del capitalismo. La emancipación de la mujer de una condición de mercancía sexual, está condicionada a la emancipación social de la mujer en general, y ésta, a su vez, a la abolición de la esclavitud asalariada.
La crisis capitalista ha agravado las condiciones de vida de los trabajadores y acentuado la violencia doméstica. La depresión económica internacional se traduce en una ola de despidos, de desocupación y de ‘reformas laborales’ (acentuación de la explotación). Los ‘ajustes’ sociales para rescatar de la quiebra al capital internacional, ha reducido a la nada las poco efectivas “políticas sociales”, como ya venía ocurriendo con los gobiernos “woke” (‘redistribucionistas’). La guerra mundial y el fascismo ha agravado la violencia del estado contra las masas, y suplantado a la falsa democracia representativa por gobiernos de excepción o de poder personal. Los sectores más violentados por esta tendencia de conjunto son aquellos más vulnerables – mujeres, niños, migrantes. Una lucha contra la violencia a la mujer que no implique una lucha contra la guerra, el imperialismo, las dictaduras civiles, o sea una guerra civil internacional contra el capital, nunca alcanzará un carácter de masas. Los gobiernos “woke” (populistas) y sus corrientes afines se han caracterizado por frenar el combate a la guerra imperialista cuando no se han convertido en sus protagonistas principales – como ocurre en las llamadas democracias en todo el mundo.
La lucha contra la llamada “violencia de género” (o sea contra el género opuesto o ‘machismo’) ha fracasado en cuanto a organizar a la mujer – la única forma en serio de luchar contra la violencia y por las reivindicaciones más apremiantes de las mujeres. La violencia contra la mujer no puede ser aislada de la opresión social de la mujer, y esta opresión de la explotación del hombre por el hombre. Una organización de la mujer en los barrios, lugares de trabajo, colegios y universidades, es la única arma con capacidad para poner la lucha de la la mujer a la altura de la presente circunstancia histórica. Lo que ocurre es lo contrario, y es explicable: una organización es un programa y una política, en tanto el feminismo es un cruce de tendencias contradictorias y antagónicas que responden a intereses de clase que no son los de la clase obrera. La posibilidad de una organización de “sororas” es una ficción y sería contrarrevolucionaria en tanto albergaría al “feminismo de derecha’ que ha comenzado a levantar cabeza en el Pro y LLA (Nueva Sociedad, septiembre de 2025). El verdadero hundimiento del kirchnerismo, un nido de clericales, ha desmoralizado a las ‘sororas’ nacionales y populares. El Encuentro de la Mujer, que tendrá lugar en los próximos días en Corrientes, será el menos numeroso en décadas, y ya cuenta con la bendición del obispo de la capital de la provincia.
Hay conquistas fundamentales que se encuentran en riesgo, como el derecho al aborto, amenazado por una próxima ley de salud, que mercantilizará todos los tratamientos sanitarios. Esto, cuando sería necesaria una ley que otorgue un tiempo de licencia paga para las mujeres trabajadores que hayan recurrido a ese tratamiento.
En este mundo de violencias crecientes y feroces: de guerras imperialistas; del uso de la violación sexual como arma de guerra; de una explotación fascista de la crisis capitalista; de hundimiento final del feminismo ‘woke’, nuestra consigna es: Por la Organización Socialista de Masas de la Mujer Trabajadora.
