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Los casos de coronavirus siguen aumentando en el país, con epicentro en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), donde los focos infecciosos y el pico de contagios es cada vez más grave. En la Ciudad de Buenos Aires, casi el 45% de los casos testeados dio resultado positivo, es decir, más de cuatro cada diez, cuando según la OMS para avanzar en un control de la curva el resultado debería ser de uno cada diez testeos.
En este contexto, sin embargo, el gobierno continuó avanzando en el levantamiento de la cuarentena. Según sectores de la salud, en un mes, el AMBA pasó de recibir 250 casos diarios, de los cuales seis iban a terapia intensiva, a la llegada de 1.200 pacientes diarios, de los cuales 17 o 18 van a terapia (La Nación, 16/06). Estas cifras nos colocan a las puertas de un colapso sanitario, que calculan podría estallar dentro de un mes, teniendo en cuenta que, actualmente, el 35% de las camas ya están ocupadas y que el ritmo de recuperación de quien se interna es de 28 días (Idem, 16/06).
Larreta ha señalado al transporte entre capital y provincia como quid de la cuestión, ante lo cual, dijo, serán "más estrictos". Sin embargo, no se trata del rigor en los controles, sino de la apertura del período de aislamiento que obliga a la clase obrera a volver a sus lugares de trabajo. En tiempos normales, la Ciudad de Buenos Aires duplica su población durante la jornada laboral - tres millones de personas que viven en el conurbano pero trabajan en capital. Ese traslado es imposible de ser contenido si se empuja a la vuelta a la vuelta al trabajo presencial, sea por la reapertura de locales y comercios o por la presión económica que rige sobre los trabajadores informales. Mientras tanto, en provincia focos como el de Villa Azul se extienden por el conurbano, junto con el aumento de contagios en las fábricas.
Las referencias a la “responsabilidad individual” rayan el cinismo, toda vez que se trata de una consecuencia de la política oficial. El aumento de casos sucede cuando a nivel nacional se ha reanudado el 85% de la actividad económica. La relación entre los dos factores es indudable. El intento de conciliar el levantamiento del aislamiento y el control del virus ha puesto en crisis al trío Fernández-Larreta-Kicillof, lo que se evidencia en el pase de facturas y los choques entre funcionarios.
El capital asiste, en Argentina y en todo el mundo, a una encrucijada. En otros países, la premura por reabrir la producción está llevando a rebrotes, como está ocurriendo en China. Un régimen social que, para sobrevivir, exige que continúe la explotación de los trabajadores, es incapaz de poder abordar la crisis planteada por la pandemia. El crecimiento de casos por la apertura de la economía, de un lado, y el desmoronamiento de la economía, del otro, están alimentando el fuego de una crisis política.
Se impone cada vez más la necesidad de coordinación entre los distintos sectores de la clase obrera en sus lugares de trabajo y en los barrios que deliberen un pliego reivindicativo y todo lo requerido para imponer una cuarentena bajo el control y la dirección de los trabajadores, o sea, conquistando todos los recursos que se ameritan para transitarla sin hambre, pobreza y condiciones sanitarias paupérrimas.