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La situación de la fábrica Rigolleau es desesperante. Ya son más de 40 casos confirmados de covid-19 y un centenar de trabajadores se encuentran esperando el resultado.
La empresa prioriza la producción por encima de la salud de sus empleados, poniendo en riesgo no sólo a los operarios sino también a sus familias. El sindicato juega a favor de la patronal, avalando las condiciones precarias de trabajo sin ningún protocolo de seguridad e higiene para controlar la situación.
En la misma línea se encuentra el municipio de Berazategui, garantizado a la patronal la producción a costa de la salud obrera. Los contagios masivos son un detonante para las barriadas obreras de la zona y ponen en riesgo a toda la comunidad.
A pesar del tridente patronal-burocracia-estado, los obreros reaccionaron con asamblea y un cese de actividades histórica que la burocracia sindical no pudo contener. La patronal acorralada por la situación tuvo que anunciar el pago de $30.000 de bono en tres cuotas.
La conquista de los trabajadores tiene un valor enorme, en primer lugar, porque lograron realizar una asamblea independiente de la burocracia sindical, deliberar y resolver un paro de actividades. En segundo lugar, porque van experimentando una política sindical alternativa de deliberación ajena a la burocracia de Soiva y Seivara. Y, por último, porque estos métodos dieron su primer fruto, que los obreros tienen que hacer un balance en conjunto.
Las hermanas Cattorini, dueñas de Rigolleau y la empresa quilmeña que lleva su nombre, se sirven del trabajo “golondrina”, trasladando operarios de una fábrica a la otra.
Anteriormente se dio un brote de contagios en Cattorini, por lo cual no es casual que luego suceda un cuadro similar en la fábrica del mismo grupo.
El primer paso está dado hacia la realización de asambleas en todos los turnos y en ambas fábricas. Planteándose la perspectiva de un Congreso de los trabajadores del grupo Cattorini que resuelva: