‘Las ganancias del capital valorizan nuestras vidas’

Escribe Emiliano Monge

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Una nota del PTS “Francia reabre la economía” (LID, 10/5) habla de un “cambio de paradigma”. La nota explica que hay una “revalorización” de la vida humana desde los ’60.

Chingo, el autor del artículo, cita a la periodista científica Laura Spinney, “Pese a los avances conseguidos gracias a la teoría de los gérmenes, las poblaciones humanas eran mucho menos saludables que las actuales e, incluso en los países industrializados, la causa principal de una mala salud seguía siendo, con mucho, las enfermedades infecciosas, no las enfermedades degenerativas crónicas” (ídem). Confinada a la ciencia médica, Spinney no menciona las condiciones de explotación e insalubridad capitalista (medio) que propagaban esas infecciones. La jornada de ocho horas fue una conquista decisiva para la salud y la vida de los trabajadores, sin la cual poco habría logrado la ciencia médica, como se hoy en África, donde la ruina agraria y los desplazamientos poblaciones reducen casi a cero los efectos de las asistencias médicas.

La insalubridad fue denunciada tempranamente en la “Situación de la clase obrera en Inglaterra” de Engels (1843), como una de las consecuencias de la acumulación primitiva del capital, o sea el hacinamiento de los proletarios surgidos de la destrucción de los espacios comunales en el campo. Garantizar condiciones sanitarias fue uno de los reclamos de la Primera Internacional (1864), y el sistema de salud pública fue conquistado por primera vez por la revolución Rusa de 1917. Cuba ha recibido la misma prioridad.

Los “gérmenes” y las enfermedades se propagaban por el hacinamiento de las grandes poblaciones. Para muchos, la expansión y la mortalidad de la “gripe española” de 1918 tuvo que ver con la primera guerra mundial: el hacinamiento de los soldados en todo el mundo, en trincheras durante años, en precarias condiciones higiénicas y psicológicas, en contacto con animales y bajo el efecto de gases tóxicos. La guerra incrementó el tráfico marítimo, lo que explica que rápidamente adquirió una escala global.

Valorización de la vida y valorización del capital

Chingo explica que “Podríamos conjeturar que después de los años 1960, en especial en los países capitalistas avanzados, el valor (sic) de la vida humana no ha cesado de elevarse, como muestra por ejemplo el rechazo en gran número de países a la pena de muerte. Posiblemente esta menor tolerancia a la muerte es un resultado de la multiplicación de las expectativas inducidas por el progreso médico-científico, así como por las maravillas tecnológicas exaltadas en la comunicación en tiempo real, no importa cuán ilusoria sean” (ídem). Estamos frente a un cúmulo de pavadas, pocas veces visto en la literatura de izquierda. El pasaje de la pena de muerte a los regímenes carcelarios brutales, es saludado como un ascenso de la conciencia crítica universal – que no sólo deja de lado el gatillo fácil y el feminicidio, sino la multiplicidad de guerras, con la muerte y el desplazamiento de decenas de millones de personas (Siria, Irak, Palestina, Afganistán), y las emigraciones en masa de Centroamérica y el Caribe. Dado el lugar que ocupa Chingo en la jerarquía del PTS, y la acogida que recibe su dislate en Izquierda Diario, los militantes del PTS deben interrogarse seriamente sobre el carácter de este partido. “Nuestra vida vale más que sus ganancias”, se ha transformado en su contrario, ni qué decir de la consigna Socialismo o Barbarie. Si seguimos a Hegel, el juicio de Chingo es completamente reaccionario, porque para el filósofo alemán la libertad era la disposición a perder la vida por ella. “El proletariado no tiene para perder sino sus cadenas”. Para Chingo, luchar a muerte contra el capital sería un retroceso histórico en el proceso de valorización de la vida.

El “valor de la vida” desde los ’60, entendida como lo que realmente es bajo el capital, o sea fuerza de trabajo, ha sufrido una enorme desvalorización. La participación del ingreso de los trabajadores en el producto total desciende, como consecuencia del aumento de la productividad laboral determinado por la tecnología, la flexibilización del trabajo e importantes derrotas obreras – no es la menor de ellas la disolución de la Unión Soviética y la reversión de la Revolución China. El valor de la vida es un reduccionismo del capital, pues la vida misma no se mide en términos de valor sino de libertad y felicidad, el reencuentro del ser humano consigo mismo. El progreso de la investigación médica se encuentra en contradicción con su puesta en valor por el Big Pharma. Bajo el capitalismo, la ciencia acrecienta la capacidad del capital constante para chupar la sangre de los trabajadores. Esta explotación de la vida no tiene salida en la medicina sino en la revolución proletaria. A pesar de toda la tecnología moderna, la población del estado de Michigan viene bebiendo agua podrida del río Flyn, y la matancera del Reconquista.

En EEUU al apoyo a la aplicación pena de muerte cayó en estos últimos años, pero no fue abolida. Mientras Chingo se afanaba en su artículo, la Corte Suprema volvió a ponerla en el ruedo. La Constitución que acaba de aprobar Rusia legaliza todos los atropellos a la vida, al penar la diversidad de orientaciones de género y la ofensa al estado nacional.

Pero para el PTS, las “maravillas tecnológicas” serían la causa de la valorización vital. No habría “descomposición” del capitalismo. Si para Trotsky, las “nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material” (Programa de Transición), para el PTS sí. Chau al slogan “nuestras vidas valen más que sus ganancias”, bienvenido “ganen todo lo que puedan para que nuestras vidas acrecienten su valor”. El derrumbe mundial, sí mundial, de los sistemas de cuidados a la vejez, es una confirmación tajante de la contradicción entre la vida humana, de un lado, y el capital y la explotación capitalista, del otro.

El nuevo “paradigma” negaría la tendencia al fascismo, que se ha convertido en el tema de moda de la izquierda democratizante. El individualismo pequeñoburgués o el hedonismo también son “valoraciones de la vida”, pero hostiles a la emancipación humana. “La vida de los negros importan”, ciento cuarenta años después del fin de la guerra de secesión, es una prueba irrefutable de que la vida sigue en juego. Las posiciones de Trump, Bolsonaro, Netanyahu, Piñera, Macri, Orban, etc., frente a la pandemia, es una refutación inapelable del paradigma ´chinguiano´.

La salud, en el capitalismo, siguió siempre la lógica del lucro. Para los capitalistas las vidas de los explotados valen sólo si les “sacan el jugo”. La privatización creciente de la salud es la muestra de ese “valor”. La vida para el capital es la fuerza de trabajo.

“No es la peste bubónica”: PTS contra la cuarentena

“Haciendo un análisis objetivo, la pandemia actual muestra un salto cualitativo en la historia de las relaciones entre enfermedad y la reacción de las comunidades afectadas. Lo que llama la atención en el caso del coronavirus es la distancia entre la virulencia del mismo y el impacto a nivel de la reproducción y acumulación capitalista. Lo primero sigue siendo controvertido, pero no es la peste bubónica. El segundo se anuncia devastador para la economía, amenazando así la seguridad y estabilidad de muchos regímenes” (ídem). Resumen: la pandemia es una amenaza para el capital; para los trabajadores ‘tranqui’, no es la peste bubónica.

Chingo la chinga. Si el Covid-19 no afectara realmente a la fuerza de trabajo, la pandemia no representaría ningún problema para el capital. El capital necesita la seguridad de contar con la fuerza de trabajo. Pero protegerla del virus plantea la cuarentena, o sea la abstención del trabajo por “fuerza mayor”, lo que implica tener que remunerar a una fuerza que se ha convertido en inactiva. La pandemia dejó al desnudo que el capital deja de ser tal sin fuerza de trabajo. Como, en principio, toda epidemia debería ser temporal, lo que detonó el derrumbe económico ha sido el estado en que se encuentra ese capital desde antes de la pandemia. Los estados enfrentan, por todo esto, enormes problemas de gestión política. La pandemia pone en cuestión a “muchos regímenes” porque se da en una dinámica de bancarrota capitalista. La potencialidad revolucionaria de esta situación histórica es manifiesta. Pero, otra vez más, esta es la conclusión más lejana del PTS., o quienes llamaron a la **“rebelión” contra la cuarentena.

La “reacción” de la burguesía, lejos de partir de una respuesta internacional coordinada, lo hizo en el marco de una guerra económica y geopolítica. Otras epidemias recientes (ébola, SARS o MERS) fueron pronosticadas como consecuencia de la destrucción medioambiental, el hacinamiento y las condiciones de producción a las que el capital somete a las poblaciones humanas, pero nada se hizo para evitarlas. No fue una tormenta sobre un cielo despejado.

Según diferentes analistas, el capitalismo debería ampliar la capacidad y los gastos hospitalarios. Los intentos en esta dirección serán, sin embargo, insustanciales; el capital no va a sacrificar el lucro para anticiparse a crisis sanitarias futuras, como no lo ha hecho en el pasado. Los estados están quebrados – los países de la periferia, como todos los de América Latina, re-fundidos. El hallazgo de una vacuna pondrá a prueba a todas las caracterizaciones en juego. La euforia inicial podría suscitar un alza de mercados, pero enseguida mostrará, ya sin el barbijo del coronavirus, la profundidad que ha alcanzado la bancarrota capitalista.

Chau lucha de clases

Un “cambio de paradigma”: como postula el PTS, es una revisión de las caracterizaciones históricas fundamentales de la III y IV Internacionales. Que el uso de la expresión ´paradigma´ no confunda a nadie, pues recaracteriza al capital como una fuerza en ascenso, menguante o intrépido, pero históricamente en ascenso. “Las consecuencias de tal cambio de paradigma y de contexto con la explosión de una población adulta especialmente vulnerables al COVID19 son sorprendentes y han puesto al capital a la defensiva” - por una cuestión “biológica” - “los padres estaban acostumbrados a sobrevivir al menos a alguno de sus hijos”. Pero que los hijos sobrevivan a sus padres, ¿no es una buena noticia? Mientras la clase obrera lucha por la supervivencia, el capital lucha por sus beneficios – este sigue siendo el ´paradigma´. Trump no se encuentra a la defensiva por causa del virus, sino por la rebelión popular, que empieza a hacer gala de una autodefensa armada.

Socialismo

La pandemia ha expuesto la contradicción insuperable entre el cuidado de la salud y la economía política del capital. Los intentos de los estados por conciliar esta contradicción fracasan en forma estrepitosa. Un régimen de subsidios a los trabajadores es incompatible con un sistema de acumulación de capital. El potencial productivo de la humanidad es más que suficiente para mantener a una población necesitada de atención; se trata solamente de establecer un sistema equitativo de esos subsidios. Para ello las decisiones privadas de los capitales individuales deben ser sustituidas por decisiones sujetas a un plan. Los créditos y deudas deben cancelarse recíprocamente, para proceder a un aumento de la capacidad productiva sobre nuevas bases, con nuevos métodos y con otros objetivos. La conciliación entre un régimen de acumulación privada, por un lado, y un mecanismo de subsidios, lleva a la quiebra del estado, que financia esos subsidios con un endeudamiento insostenible. De parte del capital, representa tolerar un capital paralizado, en toda la llamada industria no esencial.

Las contradicciones que ha impuesto el tratamiento de la pandemia al capital y al estado, estallarán oportunamente bajo la forma de crisis gigantescas.

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