Portland, Seattle: “Ecos claros de la ´guerra sucia´ de Argentina”

Escribe Norberto Malaj

Tiempo de lectura: 3 minutos

“Las protestas tomaron un giro violento en varias ciudades de Estados Unidos” el último fin de semana, dice Jeff Martin de AP (27/7). Las movilizaciones son cada vez más aguerridas.

Las encuestas muestran a Trump en caída libre. Trump, sin embargo, apuesta a la movilización de su base social - las barrabravas del ´club del rifle´ y los llamados ‘supremacistas blancos’. Trump instiga también, si no en forma directa, a elementos criminales que han embestido (y matado) manifestantes en diversos ciudades. La policía con absoluta negligencia libera a esos asesinos.

“Trump considera que las ciudades necesitan un enfoque como el que adoptaron los Estados Unidos en Afganistán, porque sus alcaldes, como los militantes, son demasiado ´izquierdistas´”, plantea Stuart Schrader, profesor de sociología en la Universidad Johns Hopkins (The New Republic, 21/7). “Así “Trump ha traído a casa las guerras sucias de EE.UU.” (ídem). Son los mismos métodos de contrainsurgencia que EE.UU. operó desde la ´guerra fría´ en todo el mundo. Desde que “el liderazgo militar rechazó las amenazas y emitió reprensiones sin precedentes al presidente, ayudado por el apoyo de los generales retirados… la ira de la gente por el racismo no se ha disipado, particularmente a medida que la economía continúa afectando a todos excepto a los súper ricos, continúa la furia pandémica y la policía sigue matando civiles” (ídem).

“Portland, dice Stuart Schrader, ha sido un punto focal de protestas en toda la presidencia de Trump. Los enfrentamientos entre neonazis y antifascistas se han convertido en una rutina, y las protestas después del asesinato de George Floyd han marcado una continuación de estas movilizaciones. La policía local ha sido brutal; esa brutalidad solo ha fortalecido la resolución de los manifestantes” (ídem).

Según Schrader, el gobierno actuó con total premeditación: “fue la violencia de la policía lo que intensificó las protestas”. “En Minneapolis, se incendió un recinto policial, y en otras ciudades, los vehículos policiales fueron objetivos. En la ciudad de Nueva York, los manifestantes liberaron bienes de las tiendas de alta gama mientras no se veía a ningún oficial, porque estaban concentrados en manifestantes pacíficos a varias cuadras de distancia… las fuerzas federales, con sus recursos casi ilimitados, actuaron de manera diferente. Sus demostraciones de fuerza fueron implacables. Combinaron batallones policiales especializados en el terreno con vigilancia aérea y maniobras de helicópteros destinadas a intimidar, si no herir, a los manifestantes. Estas operaciones buscaron incitar a los manifestantes, en lugar de reducir la escala de las manifestaciones” (ídem). Trump convocó, como ocurrió en Portland y otras ciudades, a fuerzas especiales ya que “la Guardia Nacional, cuyos miembros mal preparados a menudo parecían incómodos operando en casa contra las protestas”. Se convocó entonces al DHS, un cuerpo creado tras los atentados a las Torres Gemelas que “alberga a los verdaderos creyentes del trumpismo… su actividad operativa es la deportación, la esencia cruda del trumpismo”. (ídem).

Estas fuerzas “visten uniformes de camuflaje, cascos y equipo táctico. Llevan una variedad de armas, que incluyen irritantes químicos y cañones de sonido. Más escalofriante, han estado conduciendo minivans sin patente como una pandilla de barras de fútbol particularmente enfadadas. Los oficiales han sido grabados obligando a subir detenidos al azar a una camioneta, que se aleja inmediatamente. Mark Pettibone, un manifestante que fue arrebatado de la calle de esta manera, pero liberado, informó que estos oficiales enmascarados nunca se identificaron” (ídem).

“Naturalmente, el propósito de las agencias del DHS como ICE es arrestar a las personas sin ningún motivo. Los agentes federales, que trabajan con policías locales, han hecho desaparecer a miles de migrantes a través de deportaciones masivas, a veces dejándolos a merced de la violencia de pandillas de las que huyeron originalmente. El DHS separa a las familias e incluso canaliza a los niños al sistema de acogida para que sean adoptados. Coincidiendo con esta forma federal de limpieza étnica se encuentra la vigilancia urbana cotidiana, donde durante décadas las unidades vestidas de civil han estado arrebatando a la gente de la calle en operaciones antipandillas, lo que a menudo lleva a represalias violentas porque no está claro si el estado u ´opositores´ cometieron el robo. Los ecos de la ´guerra sucia´ de Argentina son claros” (ídem).

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