Escribe Jorge Altamira
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Entre el 10 y el 14 de setiembre de 1990 tuvo lugar un Coloquio Internacional con motivo del 50 aniversario del asesinato de León Trotsky, organizado por el departamento de Historia y el Rectorado de la Universidad de San Pablo, Brasil. Durante esos cinco días se desarrollaron aproximadamente cuarenta exposiciones y debates referidos a dos tópicos fundamentales: uno, el aporte de las nuevas investigaciones históricas respecto a la lucha y a la obra de León Trotsky y la política de su época, en particular con relación al inicio de la degeneración del Estado obrero soviético; dos, la relación entre el planteamiento trotskista y de la IV Internacional y la realidad contemporánea, en particular la descomposición de los regímenes stalinistas, aunque también ocupó un lugar destacado, dado el país anfitrión, la historia del trotskismo en Brasil y la política del Partido de los Trabajadores.
Entre las figuras extranjeras que concitaron una expectativa completamente natural figuraron los soviéticos Aleksandr Mikhailovich Podtchekoldin (del Instituto de Marxismo-Leninismo de Moscú, una institución académica oficial de la burocracia) y Valery Pisigin (presidente del Club Bujarin, de línea democratizante); el historiador húngaro Miklós Kun, nieto del presidente de la República Soviética Húngara de 1919, Bela Kun; y Pierre Broué, el principal biógrafo de Trotsky y autor de otras obras referidas al movimiento revolucionario internacional. Al coloquio asistieron como invitados Pablo Rieznik y Jorge Altamira, del Partido Obrero, los cuales tuvieron una participación destacada en varios debates.
La presencia a partir del miércoles 12, del nieto de León Trotsky, Seva Volkov, le dió mayores bríos al evento e incluso lo tornó muy emotivo. La presencia física de Seva, ovacionado por centenares de estudiantes de la USP y de otros lugares de Brasil, y por trabajadores, daba una forma corpórea a la sensación de vigencia de León Trotsky otorgada por todo el curso de los acontecimientos mundiales de los últimos años. Cuando en la sesión de clausura del Coloquio, su organizador, Osvaldo Coggiola, hizo pasar un cassete con un discurso de Trotsky en inglés, que había traído su nieto, la atmósfera del desbordado auditorio de la Facultad de Historia de la USP podía cortarse con un cuchillo. En opinión de Seva Volkov, que asistió a encuentros similares, el Coloquio de la USP fue el más grande en términos de movilización del interés público y del entusiasmo juvenil.
Es absolutamente necesario dejar en claro que, con independencia de las manifestaciones de simpatía hacia la persona de León Trotsky, el Encuentro refractó el amplio predominio que las ideas “renovadoras” o “democratizantes” tienen en el escenario académico y político mundial.
En el plano de las comunicaciones relativas a investigaciones históricas, importaron la de Podtchekoldin, un hombre que tiene acceso a archivos estatales soviéticos desconocidos por el público, y la de Kun, quien ha publicado Mi Vida, de Trotsky, en húngaro, y tiene en prensa una biografía, que se anuncia muy crítica, de Bujarin.
El soviético dio a conocer una amplia documentación del Secretariado del PCUS, integrado por Stalin, Molotov y Kaganovich, de abril a diciembre de 1922, que muestra de un modo irrefutable cómo fue organizada una monstruosa burocratización partidaria en menos de ocho meses a partir de circulares de Stalin que eran desconocidas por el Comité Central. Los textos de esas circulares establecen inequívocamente la liquidación de la democracia partidaria, mediante la eliminación de la responsabilidad de los dirigentes regionales ante sus bases y la sustitución del sistema de elegibilidad por el de la nominación. Asimismo, a partir del mes de octubre, establece un sistema salarial para los funcionarios del partido que llega a diferenciarlo, sumados los diversos privilegios, en hasta sesenta veces del salario medio de los obreros. La conclusión que se extrae de esta comunicación es que la degeneración del partido bolchevique no fue un proceso espontáneo sino organizado a través de medidas de gran amplitud, y que esta burocratización partidaria ya estaba completa aun en vida de Lenin, quien precisamente llamó a Trotsky a formar un bloque para derribar a Stalin, al que caracterizó como “un cocinero que está preparando una salsa muy picante”.
Podtchekoldin se refirió también a un importante artículo de Trotsky, de octubre de 1923, que da cuenta del avanzado estado de crisis del país y de avance de las fuerzas burocráticas y restauracionistas, en contraste completo con toda la información brindada por la prensa soviética de la época. El panorama descripto por Trotsky era, naturalmente, el fondo histórico del ascenso de la burocracia staliniana. Nada de todo esto, sin embargo, fue obstáculo para que el profesor soviético se manifestara, en el curso del debate que siguió a su exposición, como un gorbachiano de centro-izquierda, partidario de la perestroika y hasta adversario del “excesivo” igualitarismo que habría en la URSS. (En conversaciones privadas posteriores quedó perfectamente claro que en la Unión Soviética existe una violenta diferenciación social).
La exposición de Miklós Kun estuvo vinculada a una cuestión similar. También en sus investigaciones en la URSS, país donde residió durante mucho tiempo, Kun documentó que ya en 1923 Stalin, Zinoviev, Kamenev y Bujarin constituían un fracción organizada en forma clandestina. Es decir que el fraccionismo fue una política impulsada por el stalinismo. Más allá de esto, esta fracción había organizado un sistema de escucha telefónico de los “opositores” y de control de su correspondencia (de lo cual Trotsky estaba al tanto). Para Kun, esto es muy importante porque demuestra que Bujarin, tenido por los gorbachianos como el sector “democrático” de los bolcheviques, colaboró explícitamente en la formación de la burocracia y del régimen staliniano. Esta conclusión revela una tendencia anti-democra-tizante y trotskizante de parte de Kun. Kun considera, sin embargo, que la publicación de las obras de Trotsky en la URSS no causaría hoy el impacto que hubiera tenido hace cuatro años, cuando el gran público soviético aun no conocía las informaciones relativas a las masacres, pisoteos de derechos nacionales, colusiones con el nazismo y descomposición económica, del régimen stalinista. Sorprende esta impresión del profesor Kun cuando se tiene en cuenta que el trotskismo es ante todo el único programa que puede sacar a la URSS del marasmo actual, en completa oposición a la catástrofe social que provocaría la tentativa de restauración capitalista.
Pierre Broué, militante lambertista durante cuarenta años (expulsado hace un año) tuvo a su cargo la exposición inaugural. En el debate que le siguió dijo sin ambages que el trotskismo ya no tenía razón de ser en virtud de que su antónimo, el stalinismo, había desparecido, y que él, por su parte, ya no era trotskista, al cabo de un balance “triste” de su militancia. El Coloquio había comenzado, decididamente, con el pie izquierdo.
Tanto en su comunicación referida a la historia de la “oposición unificada” de 1927, como en otras dos intervenciones, el leit-motiv de las opiniones de Broué fueron siempre las siguientes: 1) Trotsky subvaloró la amplitud y la profundidad del dominio de la burocracia, albergando ilusiones, primero en la posibilidad de reforma del partido comunista, después en las posibilidades de la revolución política; 2) no es de ningún modo indudable que las llamadas “conquistas de la revolución de Octubre” estén presentes en la conciencia de las masas soviéticas, en razón de que en la vida cotidiana esas conquistas no existen de un modo práctico (salud, educación, etc.); 3) esto significaría que el capitalismo podría ser restaurado sin guerra civil, como ya ocurre en Polonia; 4) desaparecido el stalinismo, el trotskismo no tiene razón de ser; se trata simplemente de ser socialista.
Ciertamente, nada es históricamente indudable hasta que su validez no fue verificada en un ciento por ciento, y aún así... puede ser refutada, y lo será seguramente, por otros acontecimientos de escala histórica. Pero la gigantesca crisis que vive hoy la URSS no tiene otra causa que el enfrentamiento entre fuerzas históricas irreconciliables, esto con independencia de que los trabajadores no tengan aún una conciencia del conjunto de esta situación. La URSS ya conoce manifestaciones de guerra civil y de explosiones abiertas de conflicto entre las masas y la burocracia. Como acertadamente previo Trotsky, las tentativas de restauración capitalista llevan al país a la convulsión social. Los procesos de Europa oriental están lejos de haber concluido, pero por sobre todo son episodios secundarios y subordinados con relación al enorme combate que se está librando en la URSS. Que el stalinismo está en descomposición no quiere decir que haya desaparecido, porque para ello debería desaparecer la burocracia, derribada por la burguesía o por la clase obrera. La burocracia no ha encontrado aún una forma alternativa de dominación con relación a la ofrecida por el stalinismo. No es cierto que la resistencia principal a la privatización económica parta, en la URSS, de la burocracia “conservadora”, la cual ha votado a favor de ella en el propio congreso reciente del partido comunista de la República Rusa, en el cual fue, sin embargo, mayoritaria. La resistencia principal viene de los trabajadores, que han batido records mundiales en materia de huelgas, lo cual se refleja en los temores y las vacilaciones de todos los sectores de la burocracia. Todo lo dicho vale para el trotskismo, el cual no podría ser sustituido nunca mientras no exista un programa político superior para la masas. Una petición de fe socialista, al margen de la lucha de tendencias y de ideas que ha recorrido al movimiento obrero mundial a través de su historia, es una mera declaración moral.
La exposición de Valery Pisigin, un siberiano extremadamente joven y muy popular en la Unión Soviética, llama la atención por sus referencias a la “vocación trágica del alma rusa” (que impresiona como una expresión, precisamente, de que el país se hunde en una guerra civil) y por su ingenuidad, porque para Pisigin la propiedad es una realidad histórica insustituible, lo que solamente deja la opción de su distribución más democrática. Pero, históricamente, esa forma más democrática se manifestó en el período de la libre competencia... y ésta llevó a la época de los monopolios, del imperialismo... y de la revolución social. Pisigin reivindicó el cooperativismo, aunque criticó a las mafias que se ocultan tras ese nombre, y reivindicó el desarrollo económico de Suecia, pero varios asistentes opinaron que los planes de Gorbachov y compañía conducen más bien a la miseria polaca.
En el coloquio no se le dio dimensión a la crisis mundial, como el terreno concreto en el que se desarrolla la descomposición de los regímenes antisocialistas stalinianos. El tema fue abordado por Pablo Rieznik en vinculación con el tema de su exposición, referido a Trotsky y la crisis del capitalismo. Milton Santos Filho, petista, encargado de responderle, descartó que el capitalismo se encontrara en crisis, una posición en boga en el PT, prefiriendo ver un “proceso de reestructuración tecnológica”. A la luz de este enfoque, las perspectivas no serían de que la crisis revolucionaria en la URSS se propague a nivel mundial, sino que los Estados obreros estarían obligados a entrar en la órbita capitalista y deben precisamente hacerlo por haber demostrado su incapacidad para proceder a esa permanente reestructuración. Este planteo fue refutado metodológica y empíricamente. Desde el punto de vista del método, el capitalismo produce no solamente valores de uso (tecnología) sino fundamentalmente valores de cambio, cuya no realización en el mercado condena a la inutilidad a los primeros. Precisamente, la caída de la tasa de ganancia, el incremento de los beneficios ficticios, la sobreexpansión del crédito y el sobreendeudamiento, la creciente regulación estatal, la circulación monetaria sin respaldo, la inflación, la declaración de quiebra de Estados enteros y el hundimiento de los valores bursátiles —todo esto testimonia un cuadro de crisis y agotamiento que ha creado una perspectiva de situaciones revolucionarias generalizadas en las naciones capitalistas, crisis políticas internacionales crecientes y agudas, y una potenciación internacional de la situación revolucionaria en la URSS.
Jorge Altamira participó como polemista en el tema “la cuestión nacional en Europa oriental”, a cargo de Istvan Jancsó, y en el tema “los acontecimientos de Petrogrado de 1927”, a cargo de Miklós Kun; integró una mesa redonda en el Instituto de Estudios Avanzados de la USP, sobre las perspectivas de la URSS, y presentó una comunicación sobre ‘los actuales acontecimientos soviéticos a la luz del análisis trotskista”, en el que tuvo como polemista a Pierre Broué. Finalmente participó de la Mesa Redonda de clausura junto a Seva Volkov, nieto de Trotsky, Pierre Broué, Michael Lowy y Aleksandr Podtchekoldin.
En el curso del Coloquio participaron activamente los militantes trotskistas brasileños de Causa Operaría, y Rui Costa Pimenta intervino en dos mesas redondas relativas a los orígenes del PT y a la naturaleza de este partido.
Publicado en EDM Nro 1 - "Edición 50 aniversario"