Trotsky y la cuestión judía

Escribe Arlene Clemesha

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La trayectoria y las ideas de Trotsky con relación al judaísmo presentan un múltiple interés. Primero, obviamente por el propio origen judío de Trotsky. Pero también se debe tomar en consideración el peso del antisemitismo en la tradición histórica rusa, en especial como política de gobierno de la autocracia zarista; el amplio uso del antisemitismo en la lucha de Stalin contra la oposición trotskista en la URSS, como mostró recientemente Dimitri Volkogonov; y finalmente la importancia del Holocausto perpetrado por el nazismo, como paradigma de la barbarie contemporánea.

La conferencia de Karlsruhe y el II Congreso del POSDR

Los primeros registros de una declaración de Trotsky sobre la "cuestión judía" datan de 1903. Trotsky tenía 23 años, era marxista desde los 17, y ya integraba la dirección del movimiento socialdemócrata ruso. En julio de ese año, durante el II Congreso del POSDR (Partido Obrero Social-Demócrata de Rusia), Trotsky participó del debate contra la corriente judía que terminó retirándose del partido. Pero, uno o dos meses antes, Trotsky fue invitado a una pequeña y poco recordada conferencia en Karlsruhe, organizada por esa misma corriente judía del partido, el Bund.

El Bund (en idisch, "unión", abreviatura de Unión General de los Trabajadores Judíos de Polonia, Lituania y Rusia) era una organización judía dentro del partido de Rusia. Se formó en 1897, un año antes del POSDR, y en 1898 fue el principal organizador del congreso de formación de éste. Hasta 1903 el Bund era la mayor organización socialdemócrata del imperio ruso, con mayor estructura y número de integrantes, con la más extendida publicación clandestina de periódicos y traducciones, y con mayor circulación y contrabando de literatura revolucionaria.

Participaron de la conferencia de Karlsruhe un integrante del Bund local, Trotsky y el teórico bundista Vladimir Medem, quien a través de su libro de memorias proporciona una descripción del evento. Medem relata una discusión que duró alrededor de dos horas. Después de la intervención del "camarada de Karlsruhe" exponiendo el programa nacional del Bund, Trotsky intervino con una respuesta crítica, contestada inmediatamente por Medem. Algunos jóvenes sionistas del público tomaron la palabra para exponer sus ideas, que fueron respondidas por Trotsky "con humor y buenas maneras". El debate siguió y culminó con una discusión, en términos "muy duros", entre Medem y Trotsky sobre la política del POSDR para combatir el antisemitismo.

El primero acusó al partido de descuidar la tarea. Trotsky rebatió la crítica afirmando, en primer lugar, que el partido combatía el antisemitismo a través de la distribución de volantes sobre el tema, y en segundo lugar, que en realidad no había que combatir específicamente el antisemitismo porque la solución para eliminar un sentimiento anticuado, herencia de la ignorancia imperante en la era medieval, era elevar el nivel general de conciencia de las masas.

Medem registró la antipatía que sintió por Trotsky desde ese momento y la mala sensación que le causó su discurso, que no pasaba de "una manera de ocultar para sí mismo la real y grave responsabilidad de los socialistas rusos" (1).

Era uno de los momentos más delicados para los judíos. En abril de 1903 (poco antes de la conferencia de Karlsruhe) ocurrió, en el imperio ruso, más específicamente en la porción ucraniana de la "zona de residencia", el mayor pogrom visto hasta entonces.

Los barrios judíos de Kichinev fueron destruidos, las casas devastadas, con cientos de judíos heridos y muertos. Fue el tristemente célebre "pogrom de Kichinev", que "shockeó" al mundo e incorporó a todos los idiomas el término ruso pogrom, que significa masacre. Esta fue incitada por agentes de policía del zar y por las Centurias Negras, pero la masa de los pogromistas era el pueblo, obreros y trabajadores como los judíos que perseguían. La confianza de los obreros judíos en sus hermanos de clase rusos resultó seriamente debilitada.

Fue ese espíritu de desconfianza el que Trotsky denunció durante el II Congreso del POSDR como una de las principales fuentes de discordia entre ellos y el Bund. La organización judía presentó sus demandas al congreso: autonomía dentro del partido, con el derecho de elegir su propio comité central y elaborar su propia política en las cuestiones referentes a la población judía; el reconocimiento del Bund como el único representante de la socialdemocracia entre los judíos; y la "autonomía cultural" en lugar de la simple "igualdad de derechos" que el partido defendía para los judíos, o sea, la reunión de los judíos alrededor de instituciones culturales propias, sin depender de un territorio común. La "autonomía cultural" resultaría en la defensa del derecho de los judíos a conducir sus propios asuntos culturales dentro de Rusia, como la educación en idisch.

La mayoría del congreso, formada por los "iskristas" (Iskra era el nombre de la revista que publicaban), estaba en contra del Bund porque veía en sus exigencias un separatismo que crearía precedentes para otros grupos y pondría en riesgo la unidad del partido. Quedó a cargo de los iskristas judíos, Martov y Trotsky rebatir las exigencias del Bund. Martov fue miembro del grupo fundador del Bund y Trotsky tomó la palabra como "representante de los iskristas de orígen judío". Esa fue una de las raras ocasiones en que Trotsky se refirió a sí mismo como judío, como lo recuerda Isaac Deutscher (2).

El debate no fue menos difícil por haberse sostenido "entre judíos". Trotsky rebatió enérgicamente las tres exigencias del Bund y tomó la palabra diez veces durante el debate, llevando a los representantes de la organización judía a una furiosa indignación.

En lo que se refiere a la "cuestión nacional" (la "autonomía nacional-cultural"), el Bund estaba dividido. La mitad del partido judío creía, en ese momento, que el futuro llevaría a la asimilación de los judíos y que nada debería ser hecho para separarlos, ya sea territorialmente o apenas en forma "cultural". Como recuerda Medem, "nosotros los bundistas no habíamos hecho de nuestro programa nacional una condición sine qua non y no salimos del partido por causa de su rechazo (...) Nuestro congreso [el V Congreso del Bund, 1903, NdA] sobre este asunto, se había dividido en dos" (3).

Con relación a la educación en idisch, ningún socialdemócrata podía seriamente oponerse al derecho de un pueblo o nación al propio idioma. La oposición, como quedó evidenciado en escritos posteriores de Lenin y Trotsky, era a la división de la educación en el imperio, en educación pública para los rusos y escuelas particulares en idisch para los judíos.

En un artículo publicado en Severnaya Pravda, Nº 14, agosto de 1913, Lenin escribe, respecto de la política oficial del Estado: "La expresión extrema del nacionalismo [ruso, NdA] actual está en el proyecto para la nacionalización de las escuelas judías, formulado por el oficial de educación del distrito de Odessa, y bien recibido por el Ministro de Educación Pública. ¿Pero cuál es el significado de esa nacionalización? Ella significa segregar a los judíos en escuelas judías especiales (nivel secundario). Las puertas de todos los demás establecimientos de enseñanza privados y públicos serían completamente cerradas a los judíos... Ese proyecto, extremadamente perjudicial, incidentalmente demuestra el error de la llamada autonomía nacional-cultural, o sea, la idea de sacar la educación de las manos del Estado y pasarla a cada nación separadamente" (4).

Pero en lo que decía respecto al status del Bund dentro del POSDR, la organización judía no estaba dispuesta a ceder. Su decisión estaba tomada desde 1901: los judíos defendían la transformación del POSDR en una federación de organizaciones nacionales. La conquista de la autonomía política y organizativa del Bund dentro del POSDR era vista como una cuestión de sobrevivencia de la organización judía (5). Para Trotsky, lo que estaba en juego era más que una "cuestión judía". El partido no podía conceder la autonomía al Bund, abandonar el modelo de partido por el cual venía luchando, centralizado y no un conjunto suelto de organizaciones. Y no podía aprobar la exclusividad del Bund de la representación de los trabajadores judíos, sin ceder a la división del movimiento obrero por nacionalidad.

Como describe Deutscher, "la exigencia de que el Bund fuese reconocido como el único representante del partido entre los trabajadores judíos significaba afirmar que sólo los judíos estaban autorizados a llevar el mensaje socialista a los trabajadores judíos y organizarlos. Eso, dijo Trotsky, era una expresión de falta de confianza en los miembros no judíos del partido, un desafío a sus convicciones y sentimientos internacionalistas". "El Bund dijo Trotsky en medio de una tormenta de protestas es libre para no confiar en el partido, pero no puede esperar que el partido vote su no confianza en sí mismo". El objetivo del socialismo, argumentó Trotsky, era "barrer las barreras entre razas, religiones y nacionalidades, y no colaborar para levantarlas" (6).

Según la visión de Enzo Traverso, "cuando se trató de comprender las causas profundas de la escisión entre el Bund y la social-democracia, su análisis [de Trotsky, NdA] se reveló menos abstracto que el de los bolcheviques. En el congreso de fundación del POSDR, la autonomía del Bund era puramente técnica, pero percibió que poco a poco lo particular se había sobrepuesto a lo general: de representante del POSDR en el seno del proletariado judío, el Bund se había transformado en representante de los trabajadores judíos vis-a-vis al partido social-demócrata. El congreso de 1903, en el fondo, sancionó una escisión que ya existía en la realidad" (7).

El Bund anunció su retirada del partido durante el congreso en Londres. Su salida no era totalmente inesperada, pero no por eso fue menos grave para ambas partes. El Bund se retiró del congreso llevándose consigo 25.000 del total de 34.000 miembros del POSDR (8).

Robert Wistrich sugirió que Lenin deseaba la retirada del Bund del congreso para facilitar su victoria en los dos debates siguientes que llevaron a la escisión entre mencheviques y bolcheviques, y usó a Trotsky para provocar al grupo adversario: "Trotsky, representando a la Unión Social-Demócrata de los Trabajadores de Siberia, fue de hecho el instrumento de Lenin para forzar al Bund a abandonar el congreso de Londres. De esa forma, con Martov ayudó, sin intención, a forjar una mayoría bolchevique en las sesiones siguientes" (9). No obstante, no tenemos motivos para suponer que Trotsky actuó por otras convicciones que no fueran las propias. En todos sus escritos siguientes sobre la "cuestión judía", fuesen cartas, entrevistas, capítulos o pasajes de sus libros, Trotsky mantuvo su oposición al modelo bundista de partido y a cualquier forma de separación de los trabajadores judíos del movimiento obrero del país en que vivieran.

Más sobre el movimiento obrero judío

En 1903 Trotsky también escribió su primer artículo dedicado exclusivamente a la "cuestión judía", titulado "La desintegración del sionismo y sus posibles herederos", publicado en Iskra, Nº 56, 1º de enero de 1904. El artículo era un comentario sobre el VI Congreso Sionista (Basilea, agosto de 1903), donde Trotsky también profundiza en las críticas hechas al Bund verbalmente durante el II Congreso de la Socialdemocracia de Rusia.

Durante el congreso de Basilea, Theodor Herzl, creador del movimiento sionista, anuncia que no había esperanza de obtener Palestina en un futuro próximo, y propone a Uganda como hogar nacional judío, por lo menos hasta que se pueda obtener la "tierra prometida", entonces parte del imperio turco. Por poco no se produjo una ruptura en el joven movimiento y Herzl tuvo que intervenir, utilizando su influencia y carisma para mantener la unidad del movimiento (unidad que duró hasta dos años después de su muerte, producida en 1904).

Trotsky no dejó de notar la diversidad de los grupos que formaban el movimiento sionista y pronosticó su fracaso: "El congreso de Basilea, repito, es apenas una demostración de desintegración e impotencia. El señor Herzl podrá ligarse durante algún tiempo a una u otra patria. Decenas de agitadores y centenas de hombres simples podrán apoyar su aventura, pero el sionismo como movimiento ya fue condenado a perder todo derecho a la existencia en el futuro. Esto está claro como el sol del medio día" (10).

Con la supuesta liquidación del sionismo y la desintegración política del "conglomerado de camadas sociales que componían el movimiento", el interés de Trotsky estaba en saber qué organización de izquierda heredaría a la izquierda sionista "compuesta por la intelligentzia y/o semi-intelligentzia de la democracia burguesa" (11).

El Bund, en un panfleto de la misma época, "El Congreso Sionista en Basilea", también pronosticó el fin del sionismo y demostró la misma preocupación por transformarse en el heredero de la izquierda del movimiento.

La posibilidad de que el Bund de hecho incorporase la militancia de izquierda sionista fue el motivo por el que Trotsky reitera su crítica de julio de 1903 y demuestra, primero, que el Bund no podía atraer militantes desilusionados con el sionismo porque en su polémica contra los sionistas, terminó incorporando de ellos su esencia nacionalista. En segundo lugar, si el Bund eventualmente se transformase en el sucesor del movimiento, acabaría "desviando al proletariado judío del camino revolucionario socialdemócrata..." (12).

En la interpretación de Harari, en ese artículo Trotsky llega a indicar la posibilidad de que se cree una nueva organización de izquierda, no nacionalista como el Bund, para absorber a la izquierda del movimiento sionista (13). Para otros autores, Trotsky no está haciendo una apelación para la creación de una organización judía, pero sí está alertando a la socialdemocracia de la necesidad de incorporar esos obreros judíos a sus propias filas (14).

Lo cierto es que en 1903-1904 Trotsky demuestra, ante la falsa previsión de desintegración del sionismo, la preocupación por aproximar el movimiento obrero judío al movimiento revolucionario socialdemócrata de Rusia.

Los pogroms de 1905

En 1905, Trotsky, como presidente del Soviet de San Petesburgo (el primer soviet de la historia), intervino en la creación de las unidades de auto-defensa judía en Kiev y San Petesburgo y promovió la participación conjunta de judíos y no-judíos en la resistencia contra los actos de vandalismo. Como recuerda Glotzer, ese acto inauguró una serie de intervenciones de Trotsky contra las manifestaciones anti-judías, hasta su asesinato en 1940 (15). Las primeras unidades de auto-defensa fueron creadas por el Bund en 1903 y fueron conocidas por la sigla BO (Beovie Otriady). Pero durante la revolución de 1905 (y la reacción contra ella) los pogroms se multiplicaron de tal forma que los esfuerzos aislados del Bund no lograron defender, prácticamente, a la población judía.

Albert Glotzer cuenta que Trotsky, después de la derrota de la revolución de 1905, estaba impactado por la atrocidad de los pogroms y escribió más que nadie en el partido contra las masacres. En su libro 1905, hace una descripción viva y minuciosa del pogrom de Odessa, de más de tres páginas, de las cuales reproduciremos algunos fragmentos, mostrando que la policía, la iglesia y otros órganos ligados al imperio prepararon el pogrom, divulgaron rumores mentirosos sobre los judíos, incitaron a la población y hasta condujeron la masacre: "Todo el mundo sabe con antelación cuando va a haber un pogrom: se distribuyen llamamientos, artículos odiosos aparecen en el órgano oficial Goubernskia Viedomosti (La Información Provincial) (...) rumores siniestros son divulgados entre la masa ignorante: los judíos están listos para atacar a los ortodoxos; los socialistas profanaron un verdadero ícono; los estudiantes despedazaron un retrato del zar (...) Cuando llega el gran día, el oficio divino es celebrado en la catedral: el sermón es pronunciado. Al frente del cortejo patriótico marcha el clero, con un retrato del zar prestado del distrito policial y con innumerables estandartes nacionales. Al comienzo se rompen las vidrieras, los transeúntes son maltratados y se bebe en abundancia. La música militar repite incansablemente el himno ruso: ¡Dios salve al emperador! *es el himno de los pogroms (...) Protegida por el frente y por la retaguardia por patrullas de soldados, por un escuadrón de cosacos, guiados por policías y provocadores, acompañados por mercenarios (...) el bando se precipita a través de la ciudad en un carnaval de locura y sangre... El pordiosero es amo de la situación. Un esclavo temeroso, hasta aquel momento, perseguido por la policía, muerto de hambre, ahora siente que ninguna barrera se puede oponer a su despotismo (...) El puede todo, se atreve a todo... ¡Dios salve al emperador!. Por un lado, un joven que vio la muerte tan cerca que sus cabellos se emblanquecieron en pocos minutos. Por el otro, un niño de diez años que perdió la razón sobre los cadáveres mutilados de sus padres. O el médico graduado que conoció todos los horrores de la toma del Port-Arthur sin vacilar, pero que no pudo soportar algunas horas del pogrom de Odessa (...) Otros caen de rodillas delante de los oficiales, de los policías, delante de los asesinos, extienden sus brazos, besan las botas de los soldados y suplican. La respuesta viene entre carcajadas insensatas. Vos quisiste la libertad, ¡aprovechá su dulce sabor! En esas palabras se resume la moral, la infernal política de los pogroms..." (16).

Trotsky analiza la condición social de los judíos

En 1911 comenzó el "Caso Beillis", la acusación de asesinato ritual contra Mendel Beillis, un desconocido trabajador judío de Kiev. Las acusaciones contra Beillis fueron hechas por el Ministerio de Justicia, comandado por Schelovitov, antisemita notorio. El proceso terminó en 1913, con la inocencia de Beillis pero con la victoria del gobierno zarista que, con toda la murmuración creada sobre la "naturaleza maligna y asesina de los judíos, etc.", consiguió fomentar el antisemitismo al punto de crear el clima para la irrupción de una onda de pogroms en Kiev.

Trotsky escribió en un artículo, en noviembre de 1913, para Die Neue Zeit, publicación socialdemócrata dirigida por Karl Kautsky, que el proceso antisemita le causó náuseas, y comparó el Caso Beillis con el Caso Dreyfus, ocurrido en Francia entre 1894 y 1906. Para Trotsky las semejanzas eran superficiales, puesto que el antisemitismo francés era un juego de chicos al lado de la política criminal del zar Nicolás II. Para Trotsky, el antisemitismo en Rusia se había vuelto un medio de gobierno, una política de Estado (17).

Trotsky viajó por los Balcanes, entre 1912 y 1913, como corresponsal del diario liberal ruso Kievskaya Mysl. Entre sus varios artículos envió al diario uno llamado "La cuestión judía en Rumania y la política de Bismarck". El artículo fue enviado, en el verano de 1914, al diario berlinés antibelicista dirigido por Rudolf Breitscheid, Auslandspolitik Korrespondenz, siendo publicado el 4 y 25 de abril de 1918, después de terminar la guerra, porque al comienzo de la guerra había "perdido su actualidad", como decía la nota introductoria del artículo en el diario (18).

Trotsky inicia el artículo (que firma con su nombre completo, Lev Davidovitch Bronstein) diciendo que "la verdadera Rumania se manifiesta a través de la cuestión judía" (19). Aquí, los judíos no poseían derechos, sólo obligaciones, como el servicio militar obligatorio, y restricciones profesionales que terminaban creando los rótulos de "judíos usurarios", "aprovechadores" y así en adelante. "El país estaba penetrado por el odio a los judíos: los pequeños comerciantes temían su competencia; profesionales y funcionarios estatales estaban preocupados por la posibilidad de que los judíos conquistaran la ciudadanía y de esa forma tomaran sus puestos; profesores y padres, agentes de los propietarios rurales patrióticos, convencían al campesinado de que todos los males de debían a los judíos". Pero, ¿por qué los judíos eran tolerados? De acuerdo con Trotsky, el régimen rumano necesitaba al judío: primero, para actuar como el "intermediario" entre el propietario de las tierras y el campesino, entre el político y sus clientes, para realizar todo el trabajo sucio; en segundo lugar, para ser el blanco de la indignación de la población rumana insatisfecha, para ser el eterno chivo expiatorio" (20).

Reiterando la afirmación de que la situación de los judíos expresaba de forma extremadamente clara la situación general de Rumania, Trotsky dice que "las condiciones de parálisis feudal, restricción legal, corrupción política y burocrática no sólo degradan económicamente a las masas judías, sino que también promueven su degradación espiritual. Puede haber innumerables argumentos para decir que los judíos son una nación aparte, pero es un hecho incuestionable que los judíos reflejan las condiciones económicas y morales del país en que viven y que igualmente aislados artificialmente de la mayoría de la población, pertenecen integralmente a ella (21).

Trotsky llegó a los siguientes números sobre la composición social de los judíos, basándose en sus propias investigaciones: Los judíos constituían el 4% de la población rumana. Debido a las restricciones legales que pesaban sobre ellos, con la prohibición de poseer tierras, vivir en las aldeas y una limitación sobre la cantidad de tierra que podían arrendar, 4/5 de los judíos vivían en las ciudades. La concentración de los judíos en las ciudades los transformaba en un factor bastante importante en la vida del país. Pero Trotsky alerta que "es superfluo decir hasta qué punto carece de lógica tipificar el judaísmo rumano como una clase explotadora (...) La mayor parte de los judíos estaba asentada en Moldavia y estaba compuesta por pequeños artesanos: costureros, zapateros, relojeros y finalmente aquellos seres que constituían una incógnita no sólo desde el punto de vista económico sino también desde un punto de vista fisiológico, o sea que su posibilidad de existencia física constituye una incógnita" (22).

Trotsky señala que la mitad de la población judía de Rumania estaba compuesta por familias de obreros y pequeños artesanos (30.000 familias o 150.000 almas). La otra mitad de la población judía estaba dividida entre varias ocupaciones, como propietarios de pequeños comercios, industriales, prestamistas, cerca de 500 médicos, 40 abogados, algunos ingenieros y un total de 2 profesores.

Los judíos de Rumania, dice Trotsky, eran víctimas de un sistema social y hasta de una maniobra diplomática internacional, por no decir conspiración, como demostraban los eventos de 1878. Durante el Congreso de Berlín, realizado ese año, estadistas de Europa occidental, y Bismark en particular, impusieron la igualdad de derechos de los judíos de Rumania como pre-condición para garantizar la independencia de ese Estado. Pero luego quedó claro, dice Trotsky, que la verdadera preocupación de Bismark era la adquisición a precios elevados, por parte de Rumania, de las participaciones de los banqueros alemanes, muchos de los cuales eran judíos, en los ferrocarriles rumanos, que hasta ese momento sólo habían dado pérdidas.

La "pre-condición judía" fue rápidamente olvidada ni bien la transacción comercial fue resuelta satisfactoriamente para Bismark. De esa forma, el gobierno rumano reconoció, en 1879, que la religión no podía ser un obstáculo para obtener los derechos civiles en Rumania y emancipó a los 900 judíos que lucharon en la guerra ruso-turca de 1876-1878. Luego de que las potencias occidentales desviaron sus ojos del "problema judío", la monarquía maniobró para mantener a sus judíos en su tradicional estado de opresión, estableciendo que ellos eran ciudadanos extranjeros y sólo podían naturalizarse individualmente.

Cada judío como individuo debía presentar un pedido de naturalización que, tras pasar por toda la burocracia del Estado, demandaría de 15 a 30 años y una suma de dinero para soborno fuera del alcance de la mayoría. En los 34 años siguientes a la promulgación de la ley se emanciparon no más de 400 judíos. Por lo tanto, de los casi 300.000 judíos rumanos, en 1913, quedaban aproximadamente 450 judíos emancipados desde 1879 (la otra mitad ya había fallecido) y otros 400 más obtuvieron su emancipación individual. Los otros 299.150 permanecieron como antes.

Por lo tanto Trotsky, en este artículo, investigó la historia más reciente de la región, la tentativa de emancipación de los judíos de 1879 y, quejándose de la falta de un censo oficial, investigó los números de la población judía y su composición social. Trotsky criticó al gobierno rumano y demostró una gran solidaridad con los judíos y la injusticia practicada contra ellos.

Glotzer cuenta que Trotsky estaba shoqueado por el salvajismo del antisemitismo oficial de la monarquía rumana y por la indiferencia de Europa y de los judíos europeos frente al sufrimiento de los judíos de los Balcanes. En esa región atrasada de Europa, principalmente en Rumania, el antisemitismo se había vuelto, en palabras de Trotsky, "una religión de Estado".

Como dice Harari, "el artículo es un testimonio muy importante de la actitud de Trotsky con relación a la cuestión judía y hasta hoy continúa siendo actual para todos aquellos a quienes les importa el destino de los judíos y ven que éste es determinado en gran medida por las intrigas de los grandes Estados" (23). Según Glotzer, causa extrañeza a los historiadores del socialismo que se ocuparon de la "cuestión judía" que Trotsky interviniese tanto sobre el asunto, ya que no se consideraba judío (24). Para Knei-Paz, la sensibilidad de Trotsky en ese artículo para con el sufrimiento de los judíos, que considera uno de los mejores artículos de Trotsky sobre la "cuestión judía", casi produce la impresión en el lector de que Trotsky se identificaba no sólo con "el sufrimiento" sino con "el sufridor", el judío (25).

Concluyendo el artículo, Trotsky nota que hasta el momento los judíos no habían conseguido organizarse para una acción política efectiva. Habían formado una "Unión" que basaba su programa en la aproximación con la oligarquía gobernante y el patriotismo rumano. Trotsky llega a la conclusión de que era obligación del partido del proletariado luchar para integrar en sus filas, y desde un punto de vista político, a todos los elementos "cuya existencia y desenvolvimiento no se moldeaban al régimen existente" (26). La socialdemocracia era la única defensora de los derechos de los judíos en general (no sólo de los trabajadores), ya que los otros partidos existentes, conservadores y liberales, no tenían un compromiso siquiera con la lucha por un gobierno democrático en Rumania.

Durante la revolución y la guerra civil en la URSS

Trotsky no escribió sobre la cuestión judía durante el período de la revolución y la guerra civil en Rusia. Pero la cuestión judía, por lo que revela su autobiografía, entre otros estudios, estaba presente en lo cotidiano de ese período agitado. Trotsky, en Mi Vida, escribió que un día después de la revolución de octubre rechazó el importante cargo de Comisario de Asuntos Internos (ministro del Interior), que Lenin insistía tomara a su cargo, para "no colocar en las manos de los enemigos un arma como mi judaísmo".

Trotsky explica su actitud diciendo que "ya había mencionado que la instancia nacional, tan importante en la vida de Rusia, no había cumplido papel alguno en mi vida. En mi juventud los impulsos nacionales y pre-conceptos irracionales ya me parecían incomprensibles, y en algunos casos me causaban repugnancia. La educación marxista profundizó ese estado de ánimo y lo convirtió en internacionalismo activo. La vida en diversos países, el conocimiento del idioma, de la política y de la cultura de cada uno, hicieron que ese internacionalismo penetrase en mi carne y en mi sangre. Y si en el año 1917, y posteriormente, utilicé mi judaísmo como argumento para no aceptar alguna nominación, lo hice sólo por consideraciones políticas" (27).

Cuando la prensa mundial se refería a la Revolución Rusa casi siempre mencionaba el origen judío de Trotsky, uno de sus principales líderes. La prensa judía, dice Glotzer, expresaba orgullo por los orígenes judíos de Trotsky, a pesar de que casi siempre condenaba su bolchevismo (!)(28), mientras que Trotsky intentaba desvincular su imagen de la de un judío. Cuando en 1918 una delegación de judíos pidió a Trotsky usar su influencia con los bolcheviques para que fuese mantenida la igualdad de derechos que la revolución de febrero les había concedido por primera vez en la historia de Rusia, Trotsky respondió: "No soy un judío sino un internacionalista". Notamos que la intención de Trotsky tampoco era oponerse a los derechos de los judíos. Trotsky resaltó, en su Historia de la Revolución Rusa, para mérito de la revolución de febrero, que abolió las 650 leyes restrictivas de los derechos judíos en Rusia.

El rabino-jefe de Moscú, Jacob Maze (a veces escrito como Mazeh), en 1921 "en la cúspide de su poder político, después de la consolidación de la revolución bolchevique, lo visitó en nombre de los judíos privados nuevamente de muchos derechos (...) [la campaña anti-religiosa era dirigida indiscriminadamente contra todas las religion es, NdA]. Trotsky respondió: "Yo soy un revolucionario y bolchevique, no un judío". Rabbi Maze retrucó: "Los Trotskis hacen la revolución y los Bronsteins pagan la cuenta". Antes de ese episodio, consta que Trotsky le dijo a un grupo de judíos que lo visitó, que "los judíos no le interesaban más que los búlgaros". Según Vladimir Medem, Trotsky dijo que no se consideraba ni judío ni ruso, apenas un socialdemócrata (29).

De hecho, había una campaña antisemita dentro de Rusia, y fuera también, dirigida contra la revolución. "En el auge de la guerra civil, la agencia de noticias blanca, en Yekaterinburg, publicó un panfleto titulado Tristes Recordaciones sobre los bolcheviques. Su autor, Sergei Auslender, pintó el perfil de los líderes bolcheviques, sobre todo el de Trotsky: Ese especulador internacional subyugó a Rusia, está fusilando a los viejos generales del ejército, vive en el palacio del Kremlin y comanda el ejército ruso... El sabe cómo extraer lo que hay de peor y más podrido en sus esclavos. En noviembre de 1921, un panfleto titulado Bolchevismo judío fue publicado en Munich con un prefacio de Alfred Rosenberg, el ideólogo nazi. El objetivo de ese trabajo era mostrar que la Revolución Rusa, en su contenido, ideas y liderazgo, era profundamente judía: Desde el día de su surgimiento, el bolchevismo es una empresa judía. Manipulando el número de Comisarios del Pueblo judíos, Rosenberg intentó mostrar que la dictadura proletaria sobre el pueblo arruinado, semi-hambriento, fue un plan trazado en los albergues de Londres, Nueva York y Berlín. Sus principales ejecutores también eran judíos, el principal entre ellos, Trotsky-Bronstein, y su objetivo era la revolución mundial. Ese tipo de calumnia tenía por objetivo desacreditar no sólo a la revolución sino también a sus líderes" (30).

Mandel sugiere que Trotsky era más conciente que el propio Lenin (que como líder de la revolución y jefe del nuevo Estado soviético se mostró un riguroso e incansable combatiente del antisemitismo) de los horrores potenciales del antisemitismo en Rusia (31). La preocupación de Trotsky por evitar, de todas las maneras, actitudes que pudieran dar margen a nuevas irrupciones de antisemitismo en Rusia se mostró justificada durante la guerra civil. Durante ese período, los ejércitos blancos de Petlioura y Koltchak, con la ayuda del ejército anarquista anti-bolchevique de Nestor Makhno, dejaron en Ucrania un saldo de más de 1.000 pogroms, 125.000 judíos muertos y 40.000 heridos, sin contar la destrucción general causada por los saqueos (32). Para Wistrich, los ataques a los judíos durante la guerra civil "eran, por lo menos en parte, una reacción contra el Zhid Trotsky y los ejércitos bolcheviques bajo su comando" (33). Lo que sugiere Wistrich debe ser tomado en consideración. Significa que los pogroms de los bandos blancos y anti-bolcheviques en general fueron, en gran medida, un acto de venganza contra una revolución que veían como "obra de judíos". Según Mandel, las masacres de los blancos dejaron "el mayor número de víctimas judías antes de la masacre nazi" (34).

Pero el antisemitismo no era exclusividad de los opositores de la revolución de octubre. Existía dentro de Rusia como herencia del zarismo, y Trotsky se vio obligado a combatirlo dentro del propio Ejército Rojo. Como jefe del Ejército, Trotsky llegó a mandar a los judíos al frente de batalla para evitar comentarios antisemitas que acusaban a los judíos de permanecer en los bastidores, en cargos administrativos, y no tomar las armas para defender la revolución. Trotsky permitió, a pedido del partido sionista de Rusia, la formación del batallón Poale Sion, pero, conciente del antisemitismo de sus soldados, sugirió que los batallones judíos entrasen en aquellos regimientos donde hubiese también batallones de otras nacionalidades, para "evitar el chauvinismo que resulta de la separación de las nacionalidades, y que infelizmente surge cuando se constituyen unidades militares nacionales totalmente independientes" (35).

Antes de la revolución, era generalizada la creencia de que los judíos eran "cobardes" y evitaban el servicio militar, lo que explica que Trotsky, como jefe del Ejército Rojo, fuese visto como un "ruso auténtico", "un luchador", "uno de los nuestros", según un cosaco citado en Mi Vida. Las palabras del cosaco no constituían un caso aislado. Otros ejemplos semejantes aparecen en la literatura de ficción de la época. En un cuento de la conocida escritora Seipulina, un campesino decía: "Trotsky es uno de los nuestros, él es ruso y bolchevique. Lenin es judío y comunista". En Sal, de Isaac Babel, publicado originariamente en 1923, una mujer, que tiene su sal (un producto escaso en la época) requisada por un soldado, le dice: "Yo perdí mi sal, lo reconozco y no temo la verdad. Pero a ustedes sólo les preocupa salar los a zhid Lenin y Trotsky". El soldado: "Que en este momento no se hable de los judíos, ciudadana saboteadora; los zhids no tienen nada que ver con eso y a propósito, ya que habla de Lenin, no tengo nada que decir, pero si se trata de Trotsky, él es descendiente del heroico y temido gobernador de Tambov..." (36).

En ese momento de revolución y guerra civil, Trotsky lidió con el problema antisemita, en la medida en que se imponía en los pogroms de los ejércitos adversarios, en la propaganda anti-bolchevique y dentro del propio Ejército Rojo. Más tarde, Trotsky dirá que el antisemitismo constituyó un problema con el que resultó, en verdad, difícil lidiar y combatir durante el reflujo revolucionario del período stalinista.

En el exilio

El próximo escrito de Trotsky dedicado a la "cuestión judía" fue una carta-respuesta al Klorkeit ("Claridad", en idisch, el órgano del grupo judío de la Oposición Comunista de Izquierda de Paris) escrita desde el exilio, en Turquía, el 10 de mayo de 1930 y publicada en Klorkeit, Nº 3, Paris, mayo de 1930, con el título "El papel de los trabajadores judíos en el movimiento general de los trabajadores de Francia".

Trotsky agradece al grupo por una carta, que le llevaba informaciones, por primera vez, sobre el estado del movimiento obrero judío en Europa Occidental. En su respuesta, Trotsky explica el papel especial que los 60.000 obreros judíos podrían ejercer en el movimiento obrero de Francia, por su situación de inmigrantes y por su posición entre las camadas más bajas del proletariado francés, mal organizado y que carecía de la influencia internacionalista y del ánimo de lucha típicos del obrero judío. Trotsky usa el ejemplo del Bund para alertarlos contra el papel que no debe cumplir la prensa idische: "Es claro que no servirá arrancar a los trabajadores judíos del movimiento obrero de cada país específico, como fue el caso con la prensa del Bund judío, sino por el contrario, aproximarlos a lo cotidiano de esa clase obrera" (37).

En esa carta como en otra siguiente, escrita desde Prinkipo, Turquía, el 9 de mayo de 1932, al diario idische de la Oposición Comunista de Nueva York, Unser Kamf (publicada en ese diario el 1º de junio de 1932 bajo el título: "El papel del obrero judío en el movimiento combativo internacional"; y traducida enseguida al inglés, fue publicada en The Militant del 11 de junio de 1932, como "Saludos al Unser Kamf"), Trotsky no se opone a la formación de grupos judíos dentro de la Oposición. Principalmente en la segunda carta, se nota que saluda con bastante ánimo la creación de diarios idisches, afirmando que "la existencia de una publicación judía independiente no sirve para separar a los trabajadores judíos, sino que por el contrario, para hacer más proclives a las ideas que unen a los trabajadores en una sola familia revolucionaria internacional" (38).

La carta que Trotsky recibió de la Oposición de Izquierda de Paris, en 1930, le requería su opinión sobre la transformación de Klorkeit en órgano internacional del proletariado judío. En esa ocasión Trotsky respondió que la idea era interesante pero que aún no tenía claro cuál sería, en ese caso, la relación del diario con los movimientos nacionales y con las organizaciones de la Oposición. Trotsky apenas indica que el diario tendría que tornarse más teórico-propagandístico, que no podría tratar de las cuestiones políticas específicas de cada país por separado, y se abstiene de dar una respuesta más definitiva.

Trotsky es quien toma la iniciativa de escribir al Unser Kamf, en 1932, para decir que su aparición fue un paso adelante de gran importancia, certificando en la misma carta que el grupo neoyorquino rechaza intransigentemente (sic) el principio bundista de federación de las organizaciones nacionales. Trotsky incentiva al diario a "desarrollarse y a fortalecerse para poder ejercer su influencia más allá de las fronteras de EE.UU. y Canadá: en América del Sur, Europa y Palestina".

Trotsky en ese momento no duda sobre la importancia, para la Oposición, de un diario idische de características internacionalistas y circulación mundial, incluyendo al "viejo mundo y la URSS". Trotsky, en esa carta, también atribuye un papel especial al proletariado judío, que ya no se limita a las fronteras de este o aquel país, o a la influencia positiva que pueda tener sobre los sectores aún desorganizados del proletariado de Francia o de EE.UU. Los judíos, dice Trotsky, por las condiciones históricas a las que fueron sometidos, se tornan especialmente suceptibles a las ideas del comunismo científico e internacionalista por su propia dispersión por el mundo. Debido a eso apenas (¿sería necesario más?) la Oposición Comunista de Izquierda podía contar con una gran influencia entre los proletarios judíos. Con un trabajo adecuado de la Oposición en un medio obrero judío, y un diario idische de circulación mundial, Trotsky vislumbraba la posibilidad de que las ideas de la Oposición ganaran terreno en Rusia a través de los obreros judíos. Los vínculos, de cultura y lengua comunes, que ponen en contacto a los trabajadores judíos de todo el mundo, podrían ayudar significativamente en la difusión de las ideas de la Oposición dentro de Rusia, el centro de la revolución mundial (39).

El antisemitismo ruso y la lucha contra la Oposición Trotskista

Los escritos siguientes de Trotsky sobre la "cuestión judía" abarcaron aspectos variados del problema, como la "asimilación" de los judíos y la utilización del idisch, el problema de la "región autónoma judía" del Birobidjan, el antisemitismo en la URSS, el sionismo, el conflicto árabe-judío en Palestina y el ascenso del nazismo.

El primero de sus artículos, "Sobre el problema judío", en verdad una entrevista realizada en París, publicado en Class Struggle (publicación perteneciente a un grupo de corta vida, la Communist League of Struggle, liderada por Albert Weisbord), en febrero de 1934. En octubre del mismo año Trotsky escribió una "respuesta a una pregunta sobre Birobidjan", dirigida al Ykslagor, un grupo judío de la Oposición de Izquierda en la URSS, que trabajaba en condiciones de severa represión.

Otra entrevista, titulada apenas "Entrevista con corresponsales judíos en México", realizada el 18 de enero de 1937, fue publicada en idisch el 24 de enero, en el periódico socialista judío de Nueva York, Forverts, y al día siguiente, en forma fragmentada, en Inglaterra, en el Boletín diario de la ITA (agencia judía de noticias). La entrevista también fue publicada íntegramente en inglés, en la revista mensual de los trotskistas de EE.UU., Fourth International, en diciembre de 1945. La entrevista fue realizada en la casa del pintor mexicano Diego Rivera y estaban presentes P. Rozenberg por parte de la ITA, tres redactores del periódico idische publicado en México, Unzer Veg, y la secretaria que traducía las preguntas al francés. Todas las respuestas fueron dadas por escrito, también en francés (40).

Trotsky produjo el 22 de diciembre de 1938 su último escrito dedicado exclusivamente a la cuestión judía: una carta a un amigo en EE.UU., publicada como "Llamamiento a los judíos norteamericanos amenazados por el fascismo y el antisemitismo" en la ya mencionada Fourth International, de diciembre de 1945. Pero ese no fue su último comentario sobre el asunto. La preocupación por la "cuestión judía" impregna varios de sus artículos sobre el fascismo y sobre la situación mundial. Hasta poco antes de su asesinato, Trotsky continúa demostrando una gran preocupación por el destino de los judíos, como muestra un pasaje de "La guerra imperialista y la revolución proletaria mundial" (el manifiesto de la Conferencia de Emergencia de la Cuarta Internacional realizada en mayo de 1940), que volveremos a mencionar más adelante (41).

Mencionamos por último el artículo de Trotsky, "Thermidor y antisemitismo", escrito el 22 de febrero de 1937 y publicado en The New International, mayo de 1941. El artículo analiza un asunto específico: el crecimiento del antisemitismo en la URSS después de la muerte de Lenin y su utilización contra Trotsky y sus aliados de la Oposición Comunista. El término "thermidor", de acuerdo con el calendario proclamado por la Revolución Francesa, designa el mes en que los radicales jacobinos, liderados por Robespierre, fueron vencidos por un ala reaccionaria de la revolución, que no obstante no llegó a restaurar el régimen feudal. Trotsky usó el término en analogía histórica, para designar la toma del poder por la burocracia conservadora stalinista en el cuadro de las relaciones estatales de producción. Más allá de una simple analogía, el título del artículo indica cuál será su tesis central. Para Trotsky, la persistencia del antisemitismo en Rusia no se debía a la incapacidad de la revolución de combatirlo, sino a la necesidad de la contra-revolución stalinista de rescatarlo.

Como recuerda Glotzer, Trotsky fue el primero en denunciar el uso del antisemitismo por Stalin en las disputas internas del partido, primero en forma indirecta y velada, y después abiertamente, "hasta transformarse, de hecho, en tema dominante en el nuevo clima político impuesto bajo el stalinismo" (42). Pero las denuncias de Trotsky de que el antisemitismo venía utilizándose en forma creciente desde 1923, fueron recibidas con incredulidad y hasta indignación por los militantes y simpatizantes comunistas que no comprendían que la Rusia revolucionaria, que en 1917 había eliminado toda restricción legal a los judíos, y había penado rigurosamente el antisemitismo como un crimen y representaba el pensamiento progresista en el mundo, podía permitir el desarrollo del odio irracional a los judíos.

El editor del diario judío de Nueva York The Day, B.Z. Goldberg, y un conocido columnista del mismo diario, Aaron Glanza, son dos ejemplos de simpatizantes comunistas que manifestaron su indignación por las denuncias de Trotsky publicadas en la ya mencionada "Entrevista con corresponsales judíos en México" (24 de enero de 1937), en el diario Forverts, competidor de The Day.

Goldberg criticó a Trotsky en dos artículos, el 26 y 27 de enero de 1937: "En lo que se refiere a la cuestión judía, Trotsky hizo algo que es característico de todo político mediocre: utilizó la cuestión judía con objetivos políticos propios. Lo que es absolutamente indigno de León Trotsky. Para atacar a Stalin, Trotsky cree justificable proclamar que la Unión Soviética es antisemita... ¿Eso es verdad señor Trotsky? ¿Y si no es verdad, es correcto decir tal cosa? No importa qué tipo de reacción existe en este momento en la Unión Soviética y yo no pretendo defender a Stalin o a la Unión Soviética, lo que no puede ser dicho del actual régimen es que oprime a las minorías nacionales... El mismo Trotsky sabe que toda nacionalidad no sólo es libre en la URSS, sino que ésta garantiza la protección y preservación de su lengua y cultura, lo que vale para los judíos también... (Trotsky) también declara que los líderes bolcheviques están utilizando esa tendencia antisemita para desviar hacia los judíos la insatisfacción de las masas con la burocracia... Hasta el judío más ortodoxo, o el más conservador, dirá: Stalin puede ser un desgraciado pero no permitirá que el antisemitismo se difunda en la Unión Soviética..." (43).

En otras palabras, Glanz dijo aproximadamente lo mismo, cuando escribió a Max Shachtman, en México: "La entrevista de Trotsky sobre el antisemitismo en Rusia es incomprensible y dolorosa. Debo decir que, particularmente, considero esa acusación desafortunada. Nuestros judíos son muy sensibles a lo que dice respecto al antisemitismo, como creo que es lógico. En el cuadro de la judeofobia mundial, la posición oficial de la URSS que pena al antisemitismo con la muerte, es una excepción única, la única isla habitable, por así decir, que trata el asunto de esa manera. Los judíos de todas las clases y de todos los países aprecian eso tremendamente, y con toda razón. Por lo tanto, a no ser que Trotsky pueda facilitar pruebas, no debería haber hecho la acusación... Mi profunda estima por el grandioso exiliado se mantiene, es claro, inalterable. Transmítale mis saludos y el deseo de que le sea dada la oportunidad de presentar la verdad al mundo" (44).

Para Trotsky, declaraciones como las de Goldberg y Glanz eran típicas de un pensamiento ingenuo y poco dialéctico, acostumbrado a contraponer, en dos campos distintos e impermeables, el antisemitismo fascista alemán a la emancipación de los judíos realizada por la Revolución Rusa. El antisemitismo existía en la Unión Soviética, dice Trotsky, y tenía dos fuentes: la tradicional, que no desaparece en apenas una o dos generaciones, y el nuevo odio a la burocracia transformado, por ignorancia y simplificación de la realidad, en odio a los judíos. A pesar de que los judíos constituían apenas el 4,2% de la población de la Unión Soviética en 1917, llegaban a representar el 10%, 15% y hasta 25% de la población de las grandes ciudades. Los profesionales y funcionarios públicos en general se reclutaban en el medio urbano y no entre los campesinos (en gran medida semi-analfabetos). Los judíos en Rusia poseían desde hacía siglos una tradición urbana y una preocupación por el aprendizaje y la especialización profesional que los ubicaba en condiciones especiales de aptitud para los nuevos puestos de la administración pública.

Como afirmó Trotsky en 1937: "El régimen soviético, en la actualidad, inició una serie de nuevos fenómenos que, por causa de la pobreza y el bajo nivel cultural de la población, fueron capaces de generar nuevamente un clima antisemita. Los judíos forman típicamente una población urbana. Constituyen un porcentaje considerable de la población urbana en Ucrania, en la Rusia Blanca y hasta en la Gran Rusia. El régimen soviético, más que cualquier otro en el mundo, necesita de un gran número de funcionarios públicos. Los funcionarios públicos son reclutados entre la población más culta de las ciudades. Los judíos naturalmente ocuparon una porción desproporcionadamente grande de la burocracia, principalmente en sus niveles medio y bajo (...) El odio de los campesinos y trabajadores por la burocracia es un hecho fundamental en la vida soviética. El despotismo del régimen, la persecución a toda crítica, el atrofiamiento de todo pensamiento vivo, finalmente las farsas judiciales, son apenas el reflejo de este hecho básico. Incluso a través de un pensamiento apriorístico es imposible no concluir de que el odio por la burocracia asumirá una coloración antisemita" (45).

Trotsky escribe, un poco más adelante, en el mismo artículo: "Todo observador honesto y serio, especialmente aquel que vivió algún tiempo entre las masas trabajadoras, es testigo de la existencia del antisemitismo, no del viejo y hereditario, sino del nuevo antisemitismo soviético...".

En el cuadro de este nuevo clima antisemita creado en la URSS, por la mezcla de las antiguas creencias antisemitas y las impresiones recientes acerca de que los judíos eran los nuevos explotadores de los trabajadores rusos, es que Stalin hace uso del antisemitismo para sus maniobras políticas, cada vez con más éxito. Para muchos en el mundo entero, el desprecio, para decir lo mínimo, de Stalin por los judíos sólo quedó claro cuando los ministros de Relaciones Exteriores ruso y alemán, Molotov y Von Ribbentrop, estrecharon sus manos con la firma del pacto Hitler-Stalin.

Como recuerda Arkady Vaksberg, "el hecho de que Stalin era un antisemita convencido y hasta fanático, sólo comenzó a discutirse recientemente. Los numerosos libros y artículos dedicados a él en los años veinte, treinta y después, se refieren a sus cualidades varias, los diversos aspectos de su personalidad que de ninguna forma pueden ser consideradas virtudes su sed por el poder, de venganza, crueldad, traición, rencor, hipocresía, etcétera. Pero su antipatía hacia los judíos, igualmente poderosa, que fue el estímulo para una serie de actos criminales, no fue mencionada hasta bien recientemente. Hasta Trotsky, en su clásico de dos volúmenes, Stalin, silencia al respecto ese importante detalle..." (46). Hasta hace poco, era común decir que Stalin sólo se volvió antisemita a finales de los años 1940.

Aunque Vaksberg esté en lo cierto al decir que Trotsky no divisaba el antisemitismo personal de Stalin, no se pueden negar los esfuerzos de Trotsky para denunciar y luchar contra la utilización del antisemitismo por Stalin en el partido, desde los altos niveles a la base en las fábricas, como muestra el episodio narrado por el mismo Trotsky: "No sólo en el interior, inclusive en Moscú, en las fábricas, el ataque a la Oposición en 1926 asumía un carácter abiertamente antisemita. Muchos agitadores decían abiertamente: Los judíos ya están conspirando. Yo recibí centenas de cartas deplorando los métodos antisemitas en la lucha contra la Oposición. En una de las sesiones del Politburó escribí una nota a Bujarín: Ya debe haber oído decir que hasta en Moscú los métodos demagógicos de las Centurias Negras (antisemitismo, etc) están siendo usados contra la Oposición. Bujarín me respondió evasivamente, en el mismo pedazo de papel: Casos aislados, es claro, ¡son posibles!. Escribí nuevamente: Lo que tengo en mente no son casos aislados, sino una agitación sistemática entre los secretarios del partido de las grandes industrias de Moscú. ¿Me acompañaría a la fábrica de Skorokhod para investigar un caso de esos? (conozco innumerables ejemplos); Bujarín respondió: Bueno, entonces vamos. Intenté en vano hacerle cumplir su promesa. Stalin se lo prohibió categóricamente" (47).

El episodio ocurrido un año después, en 1927, narrado por Leonard Schapiro, es bastante revelador: "Entre los papeles de Trotsky hay un registro de una reunión realizada en el partido en 1927 para exigir la expulsión de Trotsky, que fue una de las miles organizadas por el Secretariado como parte de la campaña por esa expulsión. La voz principal enfatizaba que la nacionalidad de Trotsky impedía que fuera un comunista ya que mostraba que él debía estar a favor de la especulación..." (48).

Según el análisis de Trotsky, la política antisemita de Stalin se intensificó juntamente con la profundización de la lucha contra la Oposición, y era ejecutada primordialmente en función de esa lucha. En un primer momento, entre 1923 y 1926 (cuando el judío Zinoviev y el medio judío Kamenev aún apoyaban a Stalin), la utilización del antisemitismo por parte de Stalin fue realizada de forma sutil y encubierta. Constantes referencias, en los diarios y eventos públicos, se hacían contra los "pequeñoburgueses de las pequeñas ciudades..." que apoyaban a Trotsky una referencia al Shtetl, típica pequeña ciudad judía de la porción Oeste del antiguo imperio zarista.

La campaña de combate contra la Oposición, en 1926, asumió un tono abiertamente antisemita, y Trotsky escribe que "en los meses de preparación para la expulsión de las oposiciones del partido, las detenciones, los exilios (en el segundo semestre de 1927), la agitación antisemita, asumirán un carácter devastador. El slogan abajo la Oposición frecuentemente tomaba la apariencia del viejo slogan abajo los judíos y salve a Rusia ..." (49).

Según Trotsky, proporcionalmente no había más judíos en la Oposición que en el partido en general o en la burocracia, pero Stalin estaba determinado a descubrir a los que lo eran y hacerlo público. Después que Kamenev y Zinoviev pasaron a la oposición, fueron llamados Rozenfeld y Radomislyski. El hijo menor de Trotsky, que se llamaba Serguei Sedov porque usaba el nombre de la madre, no judía, pasó a ser llamado Bronstein, a pesar de que el nombre "Trotsky" era mucho más conocido que Bronstein y esclarecía mejor la filiación de Serguei, si eso era lo que se buscaba.

Los métodos antisemitas de Stalin eran, según Trotsky, como mínimo repugnantes. El que jamás tuvo en consideración su origen nacional, que en más de una ocasión enfatizó que no pertenecía a nacionalidad alguna, que era sólo socialdemócrata e internacionalista, fue llevado a reconocer que "el antisemitismo había levantado cabeza juntamente con el anti-trotskismo". Como recuerda Isaac Deutscher, "Trotsky, en su juventud, en los términos más categóricos había repudiado la demanda de autonomía cultural para los judíos, que el Bund presentó en 1903. Lo hizo en nombre de la solidaridad del judío y no-judío con el socialismo. Casi un cuarto de siglo después, cuando emprendía la lucha desigual contra Stalin y se dirigia a las células del partido en Moscú para exponer sus puntos de vista, se encontró con alusiones a su judaísmo y hasta con insultos antisemitas abiertos. Las alusiones y los insultos provenían de miembros del partido, que él, junto con Lenin, había guiado durante la revolución y la guerra civil" (50).

Stalin dio la señal de largada para impulsar la campaña antisemita, y los otros miembros del alto comando soviético se embarcaron con mucha facilidad y desenvoltura. Según Glotzer, Bujarín y los miembros del Politburó, Rykov y Tomsky, pueden ser citados entre los que apoyaron a Stalin en todas sus medidas para alcanzar el poder absoluto, inclusive en el antisemitismo (51).

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NOTAS:

  1. Vladimir Medem, De mi Vida. Buenos Aires, Ediciones Bund, 1986, págs. 262-263.
  2. Isaac Deutscher, The Prophet Armed. Nueva York, Vintage Books, 1954, pág. 74.
  3. Cf. V. Medem, Op. Cit. pág. 279. Sobre el V Congreso del Bund y la decisión de excluir la discusión sobre el programa nacional de las propias actas del congreso, ver pág. 273.
  4. V. I. Lenin, "The nationalization of Jewish schools", en: Daniel Rubin (ed.), Anti-Semitism and Zionism. Nueva York, International Publishers, 1987, pág. 63.
  5. Cf. V. Medem, Op. Cit. pág. 279.
  6. Cf. I. Deutscher, Op. Cit . págs. 74-75.
  7. Enzo Traverso, Les Marxistes et la Question Juive. Paris, Kimé, 1997, pág. 154.
  8. Cf. V. Medem, Op. Cit. pág. 281.
  9. Robert Wistrich, Revolutionary Jews from Marx to Trotsky. Londres, Harrap, 1976, pág. 193. También encontramos en Glotzer la afirmación de que "el académico marxista David Riazanov dice que Trotsky fue el instrumento de Lenin sobre la cuestión". Albert Glotzer. "Yo no soy un judío sino un internacionalista", en: Trotsky: Memoir & Critique. Nueva York, Buffalo, Prometheus Books, pág. 212.
  10. Citado por Jejíel Harari, "Trotsky y la cuestión judía". Raíces. Testimonio 31, sdp, pág. 4.
  11. Idem.
  12. Citado por Peter Buch, "Introducción", en: Leon Trotsky. On the Jewish Question. Nueva York, Pathfinder, 1994, pág. 7.
  13. Cf. J. Harari, Op. Cit. págs. 4-5.
  14. Cf. Baruch Knei-Paz, The Social and Political Thought of Leon Trotsky. Oxford, Clarendon, 1979, pág. 541; Peter Buch, Op. Cit. pág. 7.
  15. A. Glotzer, Op. Cit. pág. 212.
  16. León Trotsky, 1905. Paris, Minuit, 1969, págs.121-123.
  17. Cf. B. Knei-Paz, Op. Cit . págs. 346. Según Enzo Traverso, "es interesante notar que Trotsky fue el único dirigente marxista de primer nivel en intervenir sobre esta cuestión: Otto Bauer, Karl Kautsky, Victor Adler, Jorge Plejanov y Lenin no interferirán, en esa ocasión, en el silencio del movimiento socialista sobre el anti-semitismo" (E. Traverso. Trotsky et la question juive. Quatrième Internationale . Paris, 1990, pág. 76).
  18. Cf. J. Harari, Op. Cit. pág. 5.
  19. Citado por B. Knei-Paz, Op. Cit. pág. 542.
  20. Idem, pág. 543.
  21. Idem, pág. 544.
  22. Citado por J. Harari, Op. Cit. pág. 6.
  23. Idem, pág. 5.
  24. A. Glotzer, Op. Cit. pág. 213.
  25. B. Knei-Paz, Op. Cit. pág. 542.
  26. Citado por J. Harari, Op. Cit. pág. 7.
  27. Idem, pág. 7.
  28. A. Glotzer, Op. Cit. pág. 209.
  29. Todos los pasajes se encuentran en: A. Glotzer, Op. Cit. pág. 208.
  30. Dimitri Volkogonov, Trotsky. The eternal revolutionary. Nueva York, Free Press, 1996, págs. 206-207.
  31. Ernest Mandel, Trotsky Como Alternativa. São Paulo, Xamã, 1995, pág. 203.
  32. Cf. Meir Talmi, Análisis histórico del problema, en: Nahum Goldman et al. Nacionalidad Oprimida. "La minoria judía en la URSS". Montevideo, Mordijai Anilevich, 1968, pág. 26.
  33. R. Wistrich, Op. Cit. pág. 199.
  34. E. Mandel, Op. Cit. pág. 203.
  35. Citado por R. Wistrich, Op. Cit. pág. 199.
  36. Citado por J. Harari, Op. Cit. pág. 8.
  37. Leon Trotsky, "Letter to Klorkeit and to the Jewish workers in France". On the Jewish Question. Nueva York, Pathfinder, 1994, pág. 15.
  38. Leon Trotsky, "Greetings to Unser Kamf", Idem, pág. 16.
  39. Cf. Leon Trotsky, "Letter to Klorkeit and to the Jewish workers in France", Idem, págs. 14-17.
  40. Cf. J. Harari, Op. Cit. pág. 12.
  41. Los artículos de Trotsky aqui citados se encuentran publicados en Leon Trotsky, On the Jewish Question. Nueva York, Pathfinder, 1994.
  42. A. Glotzer, Op. Cit. pág. 218.
  43. Citado por A. Glotzer, Op. Cit. págs. 222-224.
  44. Idem.
  45. León Trotsky, "Thermidor and anti-Semitism", On the Jewish Question. Nueva York, Pathfinder, 1994, pág. 23.
  46. Arkady Vaksberg, Stalin Against the Jews. Nueva York, Vintage, 1995, págs. 15-16.
  47. León Trotsky, Op. Cit.. pág. 26.
  48. Citado por A. Glotzer, Op. Cit. pág. 218.
  49. León Trotsky, Op. Cit. pág. 26.
  50. Isaac Deutscher, Los Judíos no Judíos. Buenos Aires, Kikiyon, 1969, pág. 37.
  51. Cf. A. Glotzer, Op. Cit . págs. 217-218.
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