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Luego de la presentación formal del proyecto de ‘reforma’ previsional, la CGT, FO, las organizaciones ferroviarias SNFC, RATP y el sindicato de educación FSU, ratificaron la huelga y las protestas hasta el martes. El sábado tendrá lugar además la movilización de los chalecos amarillos. El proyecto anuncia una elevación de la edad jubilatoria y ratifica el conjunto del paquete: régimen único, nivelando hacia abajo; un sistema de puntos que afecta los años de aportes y prepara cuentas de capitalización individuales.
Los sindicatos amarillos, como la CFDT, favorables a una reforma previsional “universal” y “democrática”, fijaron una jornada de paro y movilización para el 17.
El miércoles 11, “uno de cada seis trabajadores ferroviarios (15.5%) estaban en huelga contra la reforma de las pensiones, con casi tres cuartos de los conductores (73.5%), la mitad de los controladores (49.9 %) y 20,2% de los huelguistas, según cifras de gestión” (Libération, 11/12).
La letra de la reforma
El texto será presentado a fines de febrero próximo al parlamento. La edad formal se mantiene en los 62 años, pero aumentará 4 meses por año hasta llegar a los 64 años en 2027. La primera generación que cotizará bajo este régimen será la de 2004, que tendrá 18 años a partir de 2022. Para los que nacieron en 1975 y que tendrán 50 años en 2025, sus “derechos” serán convertidos a puntos; se les considerará el 70% bajo el viejo régimen y el 30% sobre los puntos.
La reforma fija una “edad de equilibrio” en 2027: en ese año, para aquellos con una edad legal de 62 años, la “edad de equilibrio” alcanzará los 64 años. “Cualquiera puede irse a los 62 años, pero necesita una edad de equilibrio y una edad de responsabilidad ", explicó el PM Édouard Philippe. Significa una “penalización” para aquellos que se vayan a jubilar antes y un “bono” para aquellos que contribuyan más allá. La “edad de equilibrio” es una “recomendación”, lo que significa que en realidad la edad de jubilación será más alta. Así se fuerza a extender la edad de jubilación para no caer en la miseria.
Aseguran que, si una persona cumple con los años laborales necesarios, no cobrará menos de 1.000 euros, lo que consideran “una cuestión de dignidad”, según una secretaria de Estado, Marlène Schiappa. Hoy esa suma no cubre el costo de vida, y es un subsidio para una persona que trabajó durante toda su vida. Para los que no lo hayan podido hacer (desocupación, problemas de salud, etc), la propia existencia se verá comprometida.
La reforma, en cambio, sí fue vista con buenos ojos por la patronal francesa, MEDEF. Su representante advirtió que el ejecutivo les “hizo perder seis meses”, aunque ahora “ya se pasó a la acción” (Huffingtonpost, 11/12). La Bolsa festeja.
Philippe Martinez, secretario de la CGT, dijo “Es una reforma desigual, que va a individualizar el derecho a la jubilación”. Agregó que “podemos irnos a los 62 años, la edad legal, pero con un descuento. Incluso entonces, incluso a los 64 años, no es seguro que los empleados más modestos puedan jubilarse. Cualquiera sea la carrera, todos los trabajadores perderán” (Libération, 11/12).
¿Tous ensemble?
En una entrevista Martinez dijo: “He oído de Unsa y de los trabajadores ferroviarios de CFDT que el movimiento debe intensificarse. Ahora queremos una intersindical ampliada a la CFDT, la CFE-CGC: cuando nadie está contento, deberíamos poder movilizarnos juntos. Nuestra puerta está abierta. Cuando todos los sindicatos están unidos, les da confianza a los trabajadores. Las divisiones solo sirven a los empleadores y al gobierno. La batalla por la opinión pública ya está ganada: la movilización está apoyada por una gran mayoría de los franceses” (Libération, 11/12).
La incorporación del ‘amarillismo’ a la dirección del movimiento es una maniobra pérfida para sembrar la división. En lugar de comités de acción y comités de huelga responsables ante la base, se busca meter a los sectores más patronales en la dirección, con el cuento de la unidad. La concertación ha sido pactada de antemano y con la complicidad del gobierno.
El movimiento de 2019 no es sólo una extensión de la huelga activa de 1995, que derrotó al gobierno de entonces. Se juega en las calles, entre los chalecos amarillos y las bases de los sindicatos que pasan por encima de las burocracias. La reforma de pensiones está generando una movilización muy fuerte. La acción de estas bases, que hacen que crezca el poder obrero, son las que deben organizar verdaderos comités de huelga y llevar adelante todas las medidas para que caiga esta reforma de Macron.