La deuda privada va a ser pagada con más tarifazos

Escribe Emiliano Monge

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La empresa Araucaria Energy fue creada en el año 2016. Situada en Buenos Aires, está constituida por cuatro plantas, construidas durante la gestión de Macri, que en total producen 700 megawatt (MW) de energía eléctrica. Se trata de la primera firma local que emitió un “Project bond” en 2016 por 500 millones de dólares en el mercado norteamericano. A principio de año, Araucaria entró en default, y Gramercy, un fondo de inversión, pasó a controlar los activos de Araucaria. Araucaria enfrentaba, a su vez, problemas financieros para cancelar créditos con bancos locales por unos 25 millones de dólares, y tiene arbitrajes abiertos por reclamos cruzados con Siemens y Duro Felgueras, sus dos principales contratistas. Araucaria Energy llegó a un acuerdo con Manzano, para desembarcar como accionista y encarar una restructuración internacional de la deuda que posee la empresa. El ex ministro de Menem y ex accionista de Metrogas, controla Edemsa (energía Mendoza) y creó Andes Energía. La empresa compite con Pampa Energía, Enel, AES y Central Puerto, en el negocio de la generación de energía. Si avanza las conversaciones con Gramercy, “el fondo de inversión y Manzano se convertirán en accionistas de Araucaria y encararán una reestructuración de una deuda de U$S 650 millones con bonistas internacionales entre los que figuran fondos del fuste de BlackRock y Fidelity, entre otros” (ecojournal, 26/8). El acuerdo con Manzano es que si los resultados de la empresa llegan a un determinado nivel, obtendrá un “bono” adicional. Por resultados debe leerse reducción de salarios y aumentos de los precios de la energía, un tarifazo.

Default, restructuración y tarifazo

De las cuatro centrales térmicas que posee la empresa, el gobierno de Kicillof clausuró una, radicada en Pilar, porque excedía los niveles de contaminación sonora permitidos. En otra, instalada en Lujan, está a punto de pasar por lo mismo. Gramercy, el fondo de inversión que en la Argentina conduce Gustavo Ferraro, es quien tiene hoy el control efectivo de los activos de Araucaria Energy. Lo obtuvo una vez que la empresa eléctrica no pagó a principios de año una cuota de 30 millones dólares por el préstamo de 220 millones de dólares que Gramercy le otorgó en 2016 a Stoneway Capital Corporation, el holding fondeado en Canadá que es controlante de la generadora de energía argentina. Gramercy designó a Roberto Helbling, un ex Barclays que asesoró a Vicentín en su intento de reestructuración de deuda, y a Juan Ignacio Sánchez Alcazar, para atajar la situación contable y administrativa de Araucaria (ecojournal, 26/8).

“Hoy lo principal es preservar y cuidar los activos. La reestructuración está demandando más tiempo del previsto, pero esperamos cerrar las negociaciones en los próximos 10 días”, dijo Manzano (ídem). Con el acuerdo, Manzano se convertirá en accionistas de Araucaria y comenzarán a restructurar la deuda de 650 millones de dólares con Black Rock y Fidelity. Estos fondos, ligados al proceso de negociación de deuda externa, podrían quedarse con la titularidad de las centrales según lo que dicen los pliegos de deuda, pero no quieren los riesgos de operar centrales eléctricas con un nivel alto de denuncias y posibles juicios. Por eso tercerizan la gestión y los riesgos (juicios). Los fondos pretenden recuperar la mayor parte de la inversión en el menor tiempo posible, y anuncian que “Está todo listo para encarar una reestructura en EEUU y Canadá, que es donde Stoneway y Araucaria emitieron sus bonos” (ídem). No sin antes acordar los términos del aumento de los precios de la energía, elemento clave de la “reactivación” económica.

Los fondos de inversión no sólo son dueños de la deuda de infinidad de países, sino que tienen activos en empresas estratégicas, en la industria y servicios, por lo que las restructuraciones de estas deudas privadas reciben un apoyo político por parte del gobierno nacional que implica el sometimiento a las condiciones que impongan los fondos, que incluye un plan de guerra contra los trabajadores. Esto prepara nuevas contradicciones y nuevos choques que reclaman el protagonismo político de la clase obrera.

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