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Como es conocido, el acuerdo firmado con los acreedores en jurisdicción extranjera y nacional es relatado por el gobierno como la obtención de la copa mundial de fútbol. Página/12 no salió impresa en azul y blanco por un problema de costos – a Alfredo Zaiat, periodista del diario, sólo le quedó reclamar que la fecha fuera declarada feriado nacional. ¿O nos queremes “desendeudades”?
Se trata, sin embargo, de otro de los desfalcos perpetrados contra los trabajadores por parte de “la gran deudora del Sud” (con perdón de Blas Parera). La especie de que Argentina se “ahorra” u$s58 mil millones, o algo parecido, en el pago de intereses, debe haber provocado vergüenza ajena entre los especialistas del Conicet. El ahorro es el ingreso que no se gasta, no la privación de gastar lo que no se tiene ni nunca se tendrá. Menos aún cuando ese falso ´ahorro´ ya había sido descontado por el mercado, que llegó a cotizar los títulos o bonos al 25%, una cuarta parte de su valor nominal o de emisión. Los acreedores cedieron una ganancia que ya habían perdido. Lo fascinante de los “relatos” es cómo se asemejan a la compra de un buzón – algo que ocurre todos los días. Lo cierto, como diría un crítico de las ´fake news´, es que Argentina sigue debiendo lo que debía, aun cuando no la pueda pagar, porque no hubo quita sobre el principal. Uno de los economistas que se aleja de la conformidad de manada, Michael Pettis, que enseña en la Universidad de Pekin, pronosticó el próximo default de Argentina para 2025.
El oficialismo lamenta ahora que la gesta patria que supo conseguir con la asistencia del próximo secretario del Tesoro norteamericano, Larry Fink, mandamás del fondo BlackRock, no haya bajado la cotización del dólar en Argentina. El patriotismo, dice el ministro Guzmán, se cotiza en pesos. Para eso ha decidido podar el patrimonio del Banco Central, cotizando los Bonar 30 y 35, en el activo del banco, a precio de mercado, que está 45% abajo del nominal que cotiza en sus libros – con el propósito de venderlos en el mercado de cambios de la Bolsa de Comercio. Es lo que han preconizado los macristas desde 2013 y que Macri no pudo consumar en su gobierno. La recategorización de los dos bonos implica, en principio, una pérdida de u$s7 mil millones de dólares; una suma similar afectaría a Anses, que tiene otros bonos que cotizan casi el 50% menos del precio al que los compró. Esta desvalorización de u$s15 mil millones en las arcas de estas dos instituciones, no son restadas al ´ahorro´ de intereses que habrían logrado con el canje.
Los bonos en cuestión son una deuda del Tesoro con el Banco Central y Anses. Al venderse, se convierten en una deuda pública con tenedores privados. Estamos ante una privatización de activos financieros a la mitad de su valor. Aumenta la llamada deuda “con el sector privado”, precisamente lo que hicieron Sturzenegger y ´Toto´ Caputo bajo Macri, mediante la emisión de deuda pública para pagar con creces la que impusieron los fondos buitres, o para financiar el pago de utilidades, intereses y dividendos de las empresas privadas a sus matrices, o para fugar dinero. ¿Por qué vender? Para que el mercado paralelo de divisas no se dispare de los 130 pesos actuales por dólar.
Martín Guzmán y Alberto Fernández rifan un patrimonio para financiar una especulación monetaria de quienes compran títulos dolarizados con pesos.
La cesión de títulos en dólares priva al Banco Central de la ganancia que produce la desvalorización del peso. Aumenta así el desequilibrio negativo de su patrimonio y le resta capacidad prestable al Tesoro – una reducción que exige, precisamente, el FMI. Dolariza la deuda del Tesoro, cuando el gobierno reivindica el propósito de pesificar la economía y desarrollar un mercado de capitales doméstico. Frena la devaluación de las Leliq, lo cual abulta la deuda cuasi fiscal de Argentina. Según opina una agencia de calificaciones, no es seguro que haya interés, en el exterior, de comprar esos bonos de endeudamiento, cuando Argentina sigue en situación de quiebra en todos sus índices económicos. Una caída en la cotización de los bonos en dólares significa un aumento automático de la tasa de interés, en una economía hipotecada.
La conciencia que el gobierno tiene acerca del carácter explosivo de las contradicciones de un acuerdo de deuda que sin embargo festeja, se ve en las reglamentaciones que se ve obligado a aplicar a industrias y servicios. Lo debe hacer a sabiendas de que están condenadas al fracaso. La disputa política llamada ´grieta´ no obedece a ´reformas judiciales´ o algo parecido, que los políticos patronales saben arreglar debajo de la mesa, de una u otra manera, en un juego de cómplices. No. El sistema político cruje bajo la presión de contradicciones cuyo punto de explosión no hace sino madurar.