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Una semana después del estallido de movilizaciones contra la barbarie policial desatada por el asesinato de George Floyd, Guillermo Kane del PO-O decía que la “iniciativa” estaba en poder de Trump; quien opina ahora lo mismo es Clara Cinatti, del PTS. Cinatti apela a un recurso ya gastado varias veces en el pasado, a saber, que el ‘desvío’ electoral se ha impuesto a las masas. “Desde el punto de vista de las amplias masas, el artificio está funcionando”. Refuerza: “la contradicción relativa entre desvío y polarización está creando un clima enrarecido y peligroso, en el que se ven empoderados desde la Casa Blanca no solo las fuerzas de represión institucional, sino sobre todo milicias armadas y organizaciones de extrema derecha que le disputan la calle al movimiento Black Lives Matter” (“La grieta, las elecciones y la calle”, LID, 3-9). De nuevo, los que “abren el paraguas en día de sol”, como ironizó Trotsky
Cinatti, de todos modos, llama a no asustarse: “no existen hoy las condiciones para que se desarrollen los fascismos clásicos”, dice, ni tampoco de los otros. La iniciativa la tiene el enemigo, pero tranquilo, que no viene a degüello. En EE.UU., estaríamos a lo sumo ante una reedición, según Cinatti, de la estrategia nixoniana de 1968 de “ley y orden”, lo cual le bastó para alcanzar la Presidencia (y, decimos, perder la guerra de Vietnam). Aunque Cinatti no se anima a un pronóstico, presume una eventual victoria de Trump. Como aconsejaba Jacobo Timmerman a los periodistas del recordado La Opinión – no se priven de los pronósticos, si se equivocan nadie se va a acordar.
Ni EE.UU. del 2020 es el de 1968, ni Trump es Nixon
Cinatti repite lo que está en boca de toda la prensa yanqui hace varios meses. La misma prensa que admite que la crisis y la decadencia norteamericana ha alcanzado niveles sin precedentes, y que no advierte contra una victoria electoral de Trump sino un fraude electoral y un desconocimiento de los resultados. En 1968, EE.UU. aún poseía una estatura política dominante, faltaban tres años para que Nixon abandonara el respaldo metálico al dólar. La división en las propias filas de la burguesía yanqui nunca alcanzó las dimensiones del presente, al punto que había unanimidad que el rival, del partido Demócrata, carecía de la más remota posibilidad de victoria. El de Trump es un gobierno en bancarrota, enfrentado en forma excepcional a alto mando militar. Cinatti sabe esto igual que cualquiera, pero no quiere ningún coqueteo con el catastrofismo. Prefiere empalmar con Kane, antes de contribuir al análisis de “la crisis revolucionaria que sopla en la nuca a Estados Unidos”. Aquí es donde está parado EEUU; noviembre sólo puede cambiar el lugar en la escena de los dos protagonistas en disputa. Para la compañera, si hay elecciones no hay choque entre revolución y contrarrevolución; no sabe quizás que nunca hubo tantas elecciones en Alemania como entre 1928 y 1933.
Numerosas fuentes anuncian que Trump no acatará ningún resultado que no lo favorezca, cuando todas las encuestas lo dan como perdedor. Para The Nation existe la posibilidad de un golpe de estado. Nixon, el modelo de Cinatti, intentó algo parecido a lo de Trump, y tuvo que partir antes del fin de mandato.
Las caracterizaciones de Cinatti ilustran que las diferencias de apreciación política, y naturalmente de las perspectivas, no se encuentran en el pasado sino en el presente – no es si “nueva dirección” o “dirección clasista”, sino la decadencia del capitalismo y su abismal bancarrota. Es lo que debería ser discutido por la izquierda – en masa y con la participación activa de todos los militantes. Sería un curso acelerado de formación política para toda la vanguardia obrera. Toda.
Cinatti-PTS siguen a pie juntillas la tesis derrotista de los Socialistas Democráticos de EEUU, que tienen como vocero a la revista de Jacobin. El SDS es en USA el equivalente al NPA en Francia, donde se alojaron algunos militantes que responden al PTS, para una política de maniobras, no de principios. Meagan Day, redactora en jefe de esa publicación, dijo días atrás, sin pelos en la lengua: “la derecha, en la actualidad, no enfrenta una oposición seria de la izquierda”. Lo cual es cierto, porque enfrentan algo más potente: las propias masas norteamericanas. Es sintomático que no vea esto una corriente que ha dejado al costado a los obreros norteamericanos, para jerarquizar a los precarios, mujeres, negros y latinos - ¡precisamente el movimiento multirracial contra el racismo y la brutalidad policial! Pareciera que su importancia está relegada a los estudios de género, pero no cuando forman piquetes armados contra la derecha.