Hace cien años: el Congreso de los pueblos de Oriente en Bakú

Escribe Emiliano Monge

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El Congreso de los pueblos del Oriente, realizado en la ciudad de Bakú, hoy Azerbaiyán, en septiembre de 1920, recibió a dos mil delegados de todo el mundo.

Uno de los dirigentes del Comintern, Karl Radek, había retratado la alarma de los gobernantes capitalistas de Europa por el despertar revolucionario en Asia citando al Times británico: “Un espíritu de inquietud gobierna el mundo entero, desde Estados Unidos hasta China, desde el Mar Negro hasta el Mar Báltico. Ni una sola sociedad, ni una sola civilización es suficientemente sólida, ni una sola constitución es suficientemente democrática para resistir esta perniciosa tendencia. Los ejemplos en todas partes muestran que los enlaces fundamentales se han roto y estallado bajo la tensión prolongada”.1

Grigory Zinoviev, dijo en el discurso de cierre de la Conferencia que “en mis muchos años de actividad revolucionaria me ha tocado participar en más de un gran congreso. Sin embargo, debo decir en conciencia que nunca he tenido que organizar o participar en un congreso más significativo, cargado de mayores consecuencias revolucionarias que este, un congreso tan gigantesco como este, que trata de algo tan nuevo y sin precedentes. Este es el congreso que acabamos de celebrar. Pasó a la historia de la humanidad desde el momento en que comenzó y cuando los pueblos esclavizados, oprimidos y explotados de Oriente se reunieron aquí”.2

El grupo comunista más firmemente establecido en el mundo colonial y semicolonial era entonces el Partido Comunista de Irán, con unos dos mil miembros. En el II Congreso también estuvieron representados grupos de Turquía, China y las Indias Orientales Holandesas (Indonesia), junto con un grupo de revolucionarios exiliados de India y grupos en Argentina y México.

Durante el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, convocado en julio-agosto de 1920, M. N. Roy, comunista de origen indio y cofundador del Partido Comunista mexicano, comentó que “por primera vez, hombres morenos y amarillos se reunieron con hombres blancos que no eran imperialistas autoritarios sino amigos y camaradas”. En la época de hegemonía de la Segunda Internacional la discusión de la política colonial era sólo en papel. En los hechos, la Segunda Internacional respaldó el esfuerzo de las grandes potencias por la conquista del mundo colonial.

Mientras se desarrollaba el Segundo Congreso, las fuerzas soviéticas se acercaban a la capital polaca, Varsovia. Aunque el proletariado de occidente no salió victorioso del primer asalto al poder (1917-20), el poder soviético recibió el apoyo de las masas proletarias y semi-proletarias, oprimidos y explotados, de todo el mundo. Durante este período, los movimientos de liberación nacional “soviéticos” triunfaron, con la ayuda del Ejército Rojo, en la mayoría de los territorios del antiguo imperio zarista en Asia. Lenin decía que la oportunidad que había perdido el proletariado occidental por el momento, se abría para las masas de oriente.

Comintern y la cuestión colonial

Para la dirección del Comintern, los trabajadores de las regiones industrialmente avanzadas necesitaban forjar una alianza con los trabajadores de las naciones oprimidas, sobre la base del apoyo a la liberación total de las colonias. Lenin escribió un borrador de tesis (en el II Congreso), a “ayudar al movimiento de liberación democrático-burgués en estos países”. Luego de un debate, Lenin cambió el término “democrático burgués” por “revolucionario nacional”.

Para Lenin, la idea esencial de las Tesis es la distinción entre las naciones opresoras y oprimidas3. La segunda es que “las relaciones entre los pueblos son desde ahora determinadas por la lucha de un grupo de naciones imperialistas contra la Rusia soviética. La tercera es la importancia del movimiento democrático burgués de los países atrasados” (ídem). El cambio de los términos de su primer borrador apuntaban a eliminar cualquier barrera al tránsito de la lucha nacional y la revolución socialista.

El planteo del Comintern quedó reflejado en el Manifiesto del Congreso de los pueblos de Oriente: “El capital británico se siente limitado en Europa, ha crecido y no puede encontrar lugares para invertir. Además, los trabajadores europeos, iluminados por la conciencia revolucionaria, se han convertido en malos esclavos: no están dispuestos a trabajar por nada, quieren buenos salarios. Para que el capital tenga margen de maniobra, para que pueda generar una buena ganancia, para que a los trabajadores europeos les puedan ser arrojado un bocado para frenar el crecimiento de su talante revolucionario, para que pueda ser posible sobornar a los principales estratos de las masas trabajadoras, el capital británico necesita tierra fresca, trabajadores nuevos, esclavos sin derechos y sin derechos” (p. 158). Un puñado de explotadores, banqueros e industriales británicos, quieren reducir a la esclavitud a 800 millones de los pueblos de Oriente.

Bakú y la revolución Rusa

El Congreso en Bakú, llamado por la Internacional Comunista “Congreso de los Pueblos de Oriente”, se realizó a principios de septiembre de 1920. Fue la mayor reunión que realizó la Internacional Comunista: asistieron 1.891 delegados (2.050 para otros registros), que hablaban 53 lenguas y dialectos diferentes, la mayoría de los cuales no eran comunistas. Del total, 1.273 eran los comunistas, 266 no tenían nacionalidad, más de 100 no completaron el cuestionario, 55 mujeres delegadas. Entre ellos, 235 turcos, 192 persas y parsis, 157 armenios, 100 georgianos, 8 chinos, 8 kurdos, 3 árabes, 15 indios, varios corianos y poblaciones del Cáucaso. La represión británica, turca e iraní, dejó varios delegados muertos. Había dos “fraccciones”, los agrupados en partidos y aquellos sin partidos. Luego del II Congreso de la IC, un grupo de delegados (Zinoviev, Radek, Tom Quelch, Jansen, Alfred Rosmer, John Reed, Bela Kun) viajaron en tren durante cinco días hacia Bakú, retratado en la película “Reds” de Warren Beatty. El Congreso de Bakú fue presidido por Zinoviev y aprobó dos manifiestos y varias resoluciones planteando una lucha contra los opresores extranjeros y nacionales y por el establecimiento de gobiernos soviéticos. También fue el puntapié para crear la Universidad de los Pueblos de Oriente en Bakú e Irkutsk. El Congreso creó un Consejo de Propaganda y Acción de los Pueblos de Oriente. En la inauguración del Congreso, Zinoviev declaró una “guerra santa (sic) contra el imperialismo”.

En el Congreso de Bakú se libró una lucha por el frente único. El frente único venía de una larga tradición en el movimiento obrero, incluso presente en la narrativa del Manifiesto Comunista. Los Soviets formados en Rusia eran una forma elevada de frente único.

La delegación rusa en Bakú planteó que “la tarea más importante, la de unir el movimiento revolucionario disperso en Oriente con el movimiento en Occidente. Esta es la tarea más importante que enfrenta la Tercera Internacional”. “Para todas las clases trabajadoras ha llegado indudablemente el momento en que deben, organizados, avanzar junto con el proletariado occidental, avanzar resueltamente contra el capital mundial”.4

En “A las masas populares esclavizadas de Persia, Armenia y Turquía”, el Comité Ejecutivo de la IC dice: “¡Obreros y campesinos del Cercano Oriente! Organícense y establezcan su propio gobierno obrero y campesino. Ármate, uniéndote al ejército obrero y campesino ruso. Si hacen esto, vencerán a los capitalistas británicos, franceses y estadounidenses, se desharán de sus opresores y encontrarán la libertad. Podrán crear una república mundial libre de los trabajadores, y luego usar las riquezas de tu tierra natal para tus propios intereses y los del resto de la humanidad trabajadora, que estarán encantados de tomarlos a cambio de los productos que necesita, y con alegría vendrán en su ayuda. Queremos hablar de todo esto contigo en el congreso” (20 de julio de 1920).

El Presidium del Congreso de los Pueblos de Oriente resolvió por unanimidad esta resolución: “Al hacer un llamado a las masas trabajadoras de Turquía y de todo el Este para que apoyen el movimiento revolucionario nacional en Turquía, el Congreso insta a los campesinos y trabajadores de Turquía a unirse en organizaciones independientes, para estar listos para llevar la causa de la emancipación hasta el final. No deben permitir que los imperialistas extranjeros obstaculicen el trabajo de emancipación haciendo uso de sus conexiones e influencia entre los ricos turcos, los kulaks, los burócratas y los generales (los pachás, los derebeys, etc.). Solo así el pueblo trabajador de Turquía podrá lograr liberarse de todos sus opresores y explotadores, y solo así la tierra, las fábricas, las minas y toda la riqueza del país se pondrá al servicio de los trabajadores”.

Bakú y la revolución permanente

Si el atraso económico de Rusia condicionó el desarrollo espasmódico y “catastrófico” del capitalismo, la combinación de ese atraso ligado al capital más concentrado de Europa, permitió al proletariado acortar la experiencia y unificar tareas democráticas con las tareas socialistas, o sea, convertirse en portador de una revolución permanente contra las formas más atrasadas de opresión pre-capitalista y las formas más avanzadas de explotación capitalista. Esta misma dinámica se repetiría en Oriente.

El 6 de septiembre de 1920, en las “Tesis sobre el poder soviético en Oriente”, se plantea: “Como en los estados occidentales, los ricos estratos explotadores de la población de los países del Cercano Oriente han tratado de dar a su gobierno una apariencia de democracia […] Sin embargo, todas estas políticas resultaron inútiles, incluso para crear una fachada de democracia. Continúa la pobreza inaudita de las masas, junto con la prosperidad de los agentes de los imperialistas extranjeros. La tierra permanece en poder de sus anteriores dueños, el antiguo sistema tributario continúa, trayendo un daño inconmensurable a los trabajadores, y no solo se tolera la usura, está respaldada por el poder estatal, en detrimento de los pobres […] Incluso después de que el gobierno de los imperialistas extranjeros haya sido eliminado, la revolución de las masas trabajadoras del Este no se detendrá. No cesará con un sistema que, bajo la falsa consigna de la democracia, al amparo de consignas de igualdad, busca mantener el poder de los sultanes, sahs, emires, pachás y beys, busca mantener la opresión del pueblo trabajador, desigualdad entre los que tienen y los que no tienen, los opresores y los oprimidos, entre los ricos y los pobres, los que pagan tributo y los que viven de este tributo. La revolución no se detendrá en los límites de la hacienda de los terratenientes, proclamados sagrados. El campesinado oriental, como el ruso, desarrollará su revolución a las dimensiones de una gran revolución agraria campesina, como resultado de la cual la tierra debe pasar a manos de los trabajadores y toda explotación debe desaparecer. El campesinado ruso llevó a cabo su revolución agraria con el apoyo de los trabajadores industriales bajo la dirección del Partido Comunista”.

Siguiendo con esta perspectiva “permanentista”, la resolución explica que “En aras de la completa liberación de la explotación imperialista, con la transferencia de la tierra a los trabajadores y la emancipación del poder de los especuladores explotadores, lo que se necesita es la eliminación del poder del elemento no trabajador, de todos los elementos colonialistas extranjeros (generales, funcionarios, etc.) y de todos los privilegiados. También es necesario organizar el gobierno de los pobres sobre los principios soviéticos. Y todos los demás intereses de los trabajadores demuestran a Oriente que es imperativo establecer el poder soviético”. La resolución fue votada por unanimidad. Las tareas democráticas en relación a la autodeterminación de los pueblos y la cuestión agraria (la lucha contra los terratenientes) se articulaban con las tareas socialistas del poder soviético, donde los campesinos se unían a los trabajadores en realizar éstas tareas junto a otras socialistas.

Antiimperialismo, cuestión agraria y revolución permanente

En Bakú se destacó el rol jugado por el imperialismo británico: “Solo Gran Bretaña en toda Europa todavía era capaz de reunir suficiente fuerza, porque había librado la guerra con las manos de otros pueblos, las de los pueblos esclavizados, los indios y los negros, había librado la guerra a expensas de las colonias que oprimía”, dice el Manifiesto final. El imperialismo británico ha aplastado revueltas en India, Turquía, Arabia, Palestina, Egipto, China y muchos otros lugares, para restablecer el poder de las castas y elites dominantes.

La lucha antiimperialista también contenía la posición permanentista, en las “Tesis sobre la cuestión agraria” se plantea que “El campesinado de Oriente, que ahora marcha del brazo con su propia burguesía democrática para lograr la independencia de sus países de las potencias imperialistas de Europa Occidental, debe recordar que tiene sus propias tareas especiales que realizar, que su liberación no se logrará simplemente la conquista de la independencia política y que, por tanto, no pueden detenerse y contentarse cuando ésta se gana. El campesinado de Oriente debe seguir adelante y seguir luchando incluso después de haber ganado la independencia de sus países: deben continuar la lucha contra su dependencia de sus propios terratenientes y de su propia burguesía, quienes ciertamente intentarán, después de lograr la independencia, reemplazar la explotación de los campesinos por los capitalistas de Europa Occidental, por la explotación de estos campesinos por los terratenientes locales y la burguesía”.5

Para la liberación completa y real del campesinado de Oriente de todas las formas de opresión, dependencia y explotación, agregan, “también es necesario derrocar el dominio de sus propios terratenientes y burguesías y establecer el poder soviético de los trabajadores y campesinos en los países del Este”.

“Sólo la completa abolición del sistema capitalista, tanto en Occidente como en Oriente, permitirá a los campesinos de Oriente no perder sino retener y desarrollar sus propiedades y, evitando la necesidad de pasar por una fase agonizante de acumulación capitalista primitiva, avanzar, con la ayuda de la clase obrera de los países más avanzados, a través de un cierto período de desarrollo, al orden comunista, que asegurará a todo campesino la plena libertad y el pleno uso de todos los productos de su trabajo. Solo el triunfo completo de la revolución social y el establecimiento de una economía comunista mundial pueden liberar al campesinado de los países orientales de la ruina, la miseria, la pobreza, el hambre, la opresión y la explotación”.6

En estas Tesis aprobadas en el Congreso por unanimidad, se plantea el antiimperialismo desde la perspectiva de la lucha por el poder obrero y socialista: “Para lograr la liberación de la carga insoportable de la opresión, la explotación y la ruina y crear las condiciones necesarias para que trabajen por sí mismos a fin de satisfacer todas sus necesidades y hacer posible un mayor desarrollo, los campesinos de los países orientales deben: eliminar la fuente principal de toda su opresión y explotación, el poder de los conquistadores capitalistas extranjeros y de sus propios tiranos despóticos, los sultanes, shahs, khans y beys, con todo su tren parásito de burócratas, y tomar el poder con todas sus funciones administrativas, económicas y financieras en sus propias manos, formando soviets campesinos locales y centrales y estableciendo repúblicas campesinas soviéticas de Oriente, unidas en una federación indisoluble con las repúblicas soviéticas de los países de Occidente”.7

El Congreso de Bakú mostró tempranamente que la teoría del socialismo en un solo país era algo completamente ajeno a los luchadores del mundo entero,

  1. Karl Radek, “Die Lehren der ungarischen Revolution,” in Die Internationale, 2:21, February 25, 1920, p. 58, citado en Riddell, J., The Comintern’s Second Congress: A Centennial Introduction, 19 Julio, 2020.
  2. Riddell, John, Liberate the Colonies! Communism and Colonial Freedom 1917–1924, Left Word Books: 2019, p. 146.
  3. Broué, Pierre, Histoire de l’Internationale Communiste, Fayard, 1997, p. 164.
  4. Riddell, 2019, op.cit, 135.
  5. Ídem, 141.
  6. Ídem, 141.
  7. Ídem, 138.
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