Escribe Eugenia Cabral
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Este año, la exitosa y galardonada novelista Mariana Enríquez impuso tres temáticas al concurso de Letras del Fondo Nacional de las Artes: terror, ciencia ficción y fantástico, tanto para cuento y novela, como para ¡ensayo y poesía! El despropósito generó un gran rechazo, expresado en reclamos de miles de escritores.
La directora del FNA, Diana Saiegh, hasta llegó a tener palabras ofensivas para los opositores, eso sí, el concurso tan criticado siguió adelante y prometió nuevas convocatorias…, cual fantástico y terrorífico monstruo de ciencia ficción. Lo interesante de esto es que la literatura ofrece una manera de hablar llamada metáfora, que implica la síntesis de varias imágenes, o conceptos. Y la temática de ese concurso me parece una metáfora de lo que entienden por “cultura” los partidos burgueses y el Estado: una fantasía, un producto extraño como la ciencia ficción, al cual le va bien aplicarle un terror que sirva de ejemplo al resto de los explotados y oprimidos. Y en medio de una pandemia letal, bien podría ser la peli de catástrofe sobre la crisis mundial del capitalismo.
Sin embargo, los artistas y escritores no somos una criatura fantástica ni de ciencia ficción: somos de carne y hueso, con nuestros problemas económicos, de salud, de familia, de pareja. Y somos capaces de poner –llegado el día- esa carne y esos huesos al servicio de una causa, hasta dar con esos huesos en la cárcel, o con esa carne en la tumba. Miles son los que fueron a luchar en las Brigadas Internacionales durante la guerra civil española, en la Revolución Cubana, o en años recientes por la causa palestina. Pero claro, a las “industrias culturales” les importan sus operaciones financieras, no el destino de la humanidad ni de la “cultura”. Utilizan esa denominación abstracta para ocultar la realidad de los artistas y escritores, a quienes no se respetan sus derechos laborales… siempre y cuando los hayan adquirido, pues la mayoría de ellos forman un bonito ejército de desocupados. Ellos son los que producen los “objetos culturales” que venden las “industrias culturales”.
La peste letal de la COVID-19 no les ha enternecido el corazón a los empresarios capitalistas. No han puesto sus gigantescos recursos materiales acumulados en función de combate contra la pandemia; tampoco han cedido un solo centavo de sus alucinantes ganancias financieras. Despidos masivos y recorte salarial, esa es la respuesta. Y con los desocupados, que cargue el Estado.
La inmensa mayoría de artistas y escritores generalmente subsiste “de otra cosa”. Y una gran cantidad de ellos se auto-explotan, carecen de establecimiento de trabajo, de espacio donde mostrar sus obras, de créditos, de subsidios; incluso se ven obligados a pagar para actuar, o para editar sus textos… y obtener obra social y jubilación ¡casi nadie! Muy pocos consiguen contratos con “industrias culturales”, o sea, editoriales, teatros, productoras de cine, televisivas o discográficas y, si consiguen, son contratos precarios y/o en negro.
Estas pésimas condiciones materiales de desarrollo para la literatura y el arte se potencian al estado de “catástrofe” en la situación de aislamiento social forzoso por la COVID-19. Todo el ejército de desocupados, precarizados y hasta segregados emerge del fondo del escenario, manchando la preciosa imagen “cultural” argentina. Subsidios del ministerio y becas del fna que no han cubierto ni al 50% de las familias con necesidades básicas; jubilaciones otorgadas por leyes provinciales que retrasan sus pagos, o que en 2020 no han convocado a los aspirantes; centros culturales y teatros, cerrados; editoriales que dan de baja publicaciones ya concertadas. Se podría agregar un largo etcétera, pero no es preciso aquí; cada artista, cada escritor/a, conoce las coyunturas particulares.
Lo urgente es organizarnos en forma independiente de los partidos burgueses (PJ, K, ex PC, radicales), que proponen leyes y decretos de “cultura” para beneficiar a los empresarios del sector; independiente de las burocracias gremiales (como aaa, sadem, etc.) –que han acordado con esas leyes y decretos- tanto como de las “caritativas” asociaciones civiles (sea, sade y otras).
Por eso, el planteo del “impuesto a las grandes fortunas” que “discute” el Congreso no es más que fuego de artificio ante el derrumbe del régimen social capitalista. Son una vía muerta para la salida a los acuciantes problemas que enfrentamos la clase obrera en su conjunto, y, por lo tanto, artistas y escritores.
Convoquemos asambleas virtuales o presenciales; protestemos en las calles y en las redes sociales; volvamos a las ventanas y balcones colgando carteles, haciendo aplausazos, lecturazos, artistazos. En Rosario, Paraná, Mar del Plata, Catamarca, Córdoba, Buenos Aires, ya los artistas se movilizan por sus reivindicaciones. Ahora nos falta coordinar, unir y vincular a nivel nacional un programa común que nos lleve a la victoria.