La transición en Residencias y Concurrencias o cómo se sigue dilapidando el recurso humano en Salud

Escribe Julián Asiner

Tiempo de lectura: 4 minutos

Fiel expresión de todo el manejo del sistema sanitario durante la pandemia, la improvisada transición de equipos en las residencias y concurrencias de CABA está recargando al límite las espaldas de compañeros y compañeras. Ocurre que el Ministerio de Quirós ninguneó el reclamo de las asambleas de residentes y concurrentes de retener a quienes se titulaban incorporándolos a la planta de hospitales y centros de salud. Se trata de centenares de profesionales, altamente capacitados, que al iniciarse octubre se quedaron afuera de sus efectores, en el momento en que son más necesarios. Después de forzarlos a prestar servicio durante los meses más álgidos, a través de una extensión unilateral de los contratos, el ministerio porteño procedió a deshacerse de ellos, cual material descartable.

Esta dilapidación de profesionales se produce cuando las propias autoridades reconocen que el recurso humano capacitado es el principal déficit para enfrentar el colapso sanitario. Una contradicción flagrante que vuelve a poner en evidencia el grado de arbitrariedad e improvisación al que estamos sometidos bajo la gestión capitalista de la pandemia que co-administran Larreta y los Fernández. La curva de casos en CABA orilla los 900 diarios, mientras que el desborde de casos en provincias como Santa Fe podría requerir el auxilio de las UTIs porteñas. En este contexto, las nuevas medidas consensuadas por estos gobiernos, que incluyen el retorno de los últimos años a primarias y secundarias, podrían resultar directamente explosivas. En el caso de la salud, la reapertura de los consultorios externos para tratar las problemáticas invisibilizadas por la propia política sanitaria se haría con el mismo personal afectado a la pandemia y ya agotado por el desgaste de estos meses.

Como era previsible, la salida masiva de profesionales de los servicios no hizo más que incrementar insoportablemente la carga laboral de los demás. No se tomó ninguna medida para evitar que esto sucediera de este modo. En algunos hospitales, la merma en los equipos hace que residentes deban hacer guardias de a uno, teniendo que hacerse cargo durante la noche de más de 25 personas, en salas abarrotadas. La llegada de los nuevos ingresantes, lejos de resolver este problema, lo agravará aún más. Sucede que la misma persona a cargo de atender a un sinfín de pacientes deberá además procurar formar a sus nuevos compañeros, que muchas veces vienen de la facultad sin ninguna experiencia previa. La tensión en residencias como Clínica Médica, estiradas como chicle entre salas de internación de Covid y “no-Covid”, está a punto de ebullición.

Otro factor que añade más complicaciones a los equipos es que sus nuevas jefaturas no pueden concurrir a los servicios, debido a que el ministerio no gestionó una obtención rápida de la necesaria cobertura de ART. Completar estos trámites podría llevar hasta un mes, durante el cual muchos equipos se quedarán sin las personas encargadas de organizar y supervisar las tareas. El mismo problema tienen los ingresantes para iniciar sus laborales. Esta crisis en torno a las ARTs volvió a poner en evidencia la justeza del desoído reclamo de salario y ART para las 1.500 personas que revistan en las concurrencias. Como ocurrió con el pase a planta para quienes se egresaban, el gobierno porteño también ninguneó este pedido elemental. La consecuencia es que se cerraron las concurrencias en hospitales como el Argerich y el Fernández, ya que las autoridades no quieren hacerse cargo de formar a profesionales a los que luego no pueden asignarles tareas por no contar con seguro laboral. En total, se cerraron este año 165 puestos de concurrencias en CABA, una monumental amputación del sistema de formación cuando, insistimos, hay una crisis por la escasez de profesionales capacitados.

La pandemia y su desmanejo por parte de los gobiernos, lejos de fortalecer, sacó a la luz todas las deficiencias del sistema de salud, y golpeó en particular a sus sistemas de formación profesional. Residentes y concurrentes están absorbidos hasta el cuello por las tareas asistenciales, dejando de lado las rotaciones, cursos y demás actividades formativas. Muchas de ellas quedan bajo la responsabilidad de los propios residentes o concurrentes, que deben auto-gestionarlas en los huecos que logran hacerse ante al caos y la improvisación oficial. Los profesionales de planta que ofician como coordinadores a cargo de estos equipos lo hacen como parte de sus labores, sin recibir por ese rol docente reconocimiento salarial alguno. El caso del Tornú tomó notoriedad pública ya que sus residentes de Terapia Intensiva fueron castigadas por denunciar la violencia de sus superiores y debieron abandonar el hospital. Si estas son las condiciones para la formación, no debería sorprende que el sistema sanitario no logre proporcionarse el personal capacitado que demanda.

La transición generacional en las residencias y concurrencias plantea enormes problemas que solo podremos enfrentar con más organización y acción colectiva. Un primer desafío es integrar a las asambleas a toda la nueva camada de ingresantes que llega a los hospitales y centros de salud. Nuestros reclamos empalman con los del resto del personal de salud, que ve licuados sus salarios gracias a la postergación pactada por Larreta y Médicos Municipales de una paritaria ya vencida desde diciembre de 2019. Apoyar y participar de los próximos acampes de enfermería, el 15 en el Congreso Nacional y el 21 en la Jefatura de Gobierno, es una primera tarea para volver a poner de pie al movimiento de residentes y concurrentes y unificarnos en una misma pelea con toda la salud en lucha. El desmanejo oficial nos coloca el desafío, como trabajadores de la salud, de concentrar fuerzas y centralizar bajo nuestro control el sistema sanitario.

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