Adónde va el Frente de Izquierda

Escribe Marcelo Ramal

Tiempo de lectura: 7 minutos

Un reciente intercambio entre el MST y el PO (oficial) ilustra la disputa que vuelve a recorrer al Frente de Izquierda Unidad, aunque con mayor virulencia.

El MST ha propuesto que el FIT-U se convierta en un “partido amplio de tendencias”. Algo similar a lo que había planteado el PTS hace dos años cuando abogó por un “partido único de la izquierda”, con vistas a las elecciones de 2019. La resolución política que ha preparado el PTS para su próxima conferencia nacional asume que “un partido revolucionario y socialista no surgirá de la mera evolución de nuestra organización actual”, sino “de fusiones con tendencias con las que logremos una convergencia en función de las batallas de la lucha de clases a nivel nacional e internacional”. Como en 2018, sin embargo, “la convergencia en las batallas” sustituye al programa y a la estrategia como fundamento de un partido revolucionario de la clase obrera. Violenta una premisa que Lenín sostuvo con mucha firmeza en ocasión de la convocatoria a la unidad de los socialistas rusos en 1902: “para unirnos, es necesario delimitarnos”. Aunque recientemente, el PTS volvió a cuestionar el compromiso programático de cinco puntos que se adoptó para iniciar la formación de la CRCI, que se concretó siete años después, este método es superior a “la convergencia en las batallas” – ya que, después de todo, nadie empieza a discutir con nadie sino con quienes han participado en numerosas “batallas”.

El MST no ha ocultado, en ningún momento, que la alternativa a su propuesta sería recurrir a las PASO como vía para seleccionar los candidatos a las elecciones. Es decir que la propuesta de un partido de tendencias responde a la preocupación por establecer un método político de designación de los representantes del FIT-U, que en las últimas elecciones ha relegado al MST. El problema afecta, sin embargo, al conjunto del FIT-U, ya que el escaso volumen electoral que obtiene achica el espacio para repartir posiciones entre los diferentes integrantes. La rotación en los cargos ha agotado sus posibilidades de conformar a unos y otros, porque reduce a muy poco tiempo el ejercicio de ellos. Lo mismo con el reparto del primer lugar de las candidaturas por distrito, cuando a veces solamente uno de ellos consigue representación – la provincia de Buenos Aires. La divergencia acerca de quién ocuparía ese lugar el año que viene, y durante cuánto tiempo ejercería el mandato, está provocando tendencias rupturistas, algo que estuvo a punto de ocurrir en 2017. En junio de ese año, una propuesta de ruptura en una conferencia de emergencia del PO, por parte de la dirección, fue desbaratada por la intervención de Altamira.

Esta crisis por el sistema de representación no tiene salida en términos de procedimientos. Nada puede reemplazar a una base principista y programática común. En 2005, el mismo MST propuso un Seminario de Izquierda, con el propósito de alcanzar ese objetivo, pero lo rompió enseguida, en su primera reunión. Es decir que esa convocatoria no salió del campo de una maniobra. Con el tiempo, algunos de los participantes formaron el FIT, y el MST eligió las alianzas con el cordobés Luis Juez y el recién fallecido Pino Solanas. La situación, sin embargo, ha cambiado mucho desde entonces, porque la situación mundial ofrece un campo de intervención estratégica enorme para el FIT, que se ve amenazada por enfoques (y por lo tanto intereses) de aparato.

En los planteos de hace dos años, y ahora de nuevo, el PTS insinuó, sin desarrollar, un elemento adicional. Al convocar a los partidos del FIT, al MST, a AyL, a formar sin más trámites un partido revolucionario único, presentó la perspectiva de que un llamamiento amplio arrastrara al nuevo partido a una multitud de luchadores sin afiliación política. Era una versión criolla de experiencias ya presentes en el resto del mundo. La reivindicación de una confluencia electoral se convertía en un planteo movimientista – con la reserva de que el PTS no tenía la intención de disolverse en ese movimiento, como tampoco esperaría que lo hicieran otros. El balance internacional de esta experiencia demuestra, sin excepciones, que culminaron, sea en un fracaso, sea en una marcada derechización electorera, sea en una combinación de ambas. Este domingo, los candidatos de los partidos brasileños del FIT van a ir en las listas del movimientista partido de tendencias -Psol-, que están encabezadas por militares o derechistas en los distritos principales.

“Partido de combate”

El aparato oficial del PO ha respondido en forma airada al planteo del MST, como ya lo habia hecho, hace dos años, con el PTS. Un artículo de Néstor Pitrola le reprocha al MST la pretensión de reproducir en la Argentina la experiencia del Psol o el NPA de Francia, y le recuerda su historia reciente de acuerdos políticos y sindicales con elementos vinculados a la pequeño burguesía o al Estado. Pitrola no admite convivir con el MST en un partido de tendencias, pero sí hacerlo en el FIT-U, el cual para el PO oficial representa una “excepción mundial” de la izquierda, por una alegada “independencia obrera”. Pitrola ni se incomoda en explicar por qué el “partido de tendencias” sería oportunista, y el FIT, en cambio, una coalición “homogénea”. Bajo ninguna de las dos formas los partidos se disuelven. Esta falta de principios se explica por la preocupación del aparato partidario oficial en la primera candidatura bonaerense de 2021. Pitrola defiende el partido ´de combate´, ´homogéneo´, que ´golpea con un solo puño´, en forma autorreferencial y en función de una candidatura. Retoma para ello la tradición ´zinovievista´ del partido monolítico, que marcó la transición (1924-27) del bolchevismo al stalinismo. La desmesura verbal no le impidió encubrir los quórums para que Capitanich consiguiera en la Legislatura de Chaco, aprobar el Presupuesto 2020 y luego la venta de terrenos fiscales a los especuladores inmobiliarios. Pitrola ´combate´ al MST desde los intereses de un aparato, no del desarrollo de un partido revolucionario. La ´polémica´ MST-PO (O) pone en evidencia el peligro de una quiebra sin principios del FIT-U. Con Del Caño sin la posibilidad de una candidatura presidencial, se retorna a la disputa de hace cuatro años por el primer candidato a diputado bonaerense. El acto del oficialismo el sábado 14, en contraste con lo ocurrido en Atlanta hace cuatro años, fue un acto de presión a la interna el FIT, aunque esgrimiera la sigla del combate al FMI.

Crisis del Frente de Izquierda

Al responder al PO, el MST acaba de ratificar que “si hay que utilizar las Paso, aunque todos las cuestionemos de fondo, será una alternativa”. En definitiva, toda la alharaca es por un asunto de candidaturas. Para el MST, sería el modo de evitar un “falso hegemonismo que es hoy mucho más evidente que hace un año”, dice Sergio García, del MST, sin entrar en detalles. En la reciente Conferencia Latinoamericana que organizó el FIT-U, Bodart planteó que las PASO eran un “mecanismo para que el FIT-U no implosione”, afirmación que Pitrola, que ya bordeó, como vimos, esa “implosión”, juzga ahora como “temeraria”. Pero el MST da voz a una posición similar, la del PTS.

Esta discusión tortuosa tiene por base un eclecticismo ideológico insuperable, pero responde al retroceso, no solamente electoral sino por sobre todo político, del Frente de Izquierda. La frazada de los resultados electorales es demasiado corta para las pretensiones de la abultada coalición de partidos. El mecanismo de las rotaciones es ahora un corset estrecho, porque el FIT abandonó el acuerdo de cogestión de las bancas y de bloque parlamentario único – lo cual supone una agenda y un programa. Los recién llegados reclaman el derecho a dirimir el lugar que les cabe a través de una compulsa, como ocurrió con el PTS, primero en 2013 y luego en 2015. La piedra de la discordia es esta pelea de cargos. Cuando se escuchan las declaraciones programáticas de unos y otros, todos dicen lo mismo: Argentina sufre “restricciones internas”; las “retenciones obedecen a que exportamos alimentos”; “hay que expropiar a la oligarquía para aumentar la recaudación fiscal”, o la crisis “es secular” o “estructural”. Es la osamenta ´teórica´ de un sector del kirchnerismo, que la ha recogido de una tradición burguesa en extinción. La disputa de aparato explica la escalada de incidentes faccionales que han tenido lugar recientemente. En lugar de empujarlo hacia adelante, la catástrofe capitalista está llevando al FIT hacia atrás y al peligro de la atomización.

El FIT-U no ha presentado un programa frente a la crisis presente, entendido como una caracterización de conjunto. Ha pasado de la caracterización de una clase obrera frenada por Cristina a una “incipiente situación pre-revolucionaria”; de sostener que la burguesía tiene la iniciativa estratégica a “rebeliones populares en todos lados”; del “estado de excepción” creado por la cuarentena, a lo contrario – sin solución de continuidad.

Esta lucha facciosa desmesurada, sobre todo sin principios, amenaza disolver el FIT, que no es superar sus limitaciones sino asestar un golpe a las expectativas revolucionarias que provocó su fundación. La responsabilidad recae en los aparatos políticos en disputa. En oposición a lo que no sería más que una liquidación política, planteamos a los partidos del FIT-U, al Nuevo Mas y a las corrientes que se interesen en el planteo la realización de un Congreso Programático, preparado en forma colectiva y con plazos. Es la propuesta que debatiremos en nuestra próxima Conferencia Nacional. Sobre la base de la realización de ese Congreso, y con la participación de toda la militancia, se deben adoptar los métodos más democráticos para la conformación de listas electorales, con reserva de las conclusiones mucho más avanzadas o desarrolladas que emerjan de esa conferencia.

Queda claro para quien quiera verlo el carácter estratégico de la crisis desatada por el aparato del PO en el partido, ahora que abarca al conjunto de la izquierda, sobre la base de los mismos ejes y premisas. En vísperas de situaciones históricas revolucionarias, la izquierda centrista sucumbe a las presiones inmediatas del régimen, que son más apremiantes que en tiempos ´normales´. Eso significa poner el interés de aparato por encima de los intereses históricos de los explotados. Es una ley histórica que las grandes crisis derechizan a los aparatos de izquierda, en contraste, por un lado con la tendencia de las masas, y por el otro de un ala revolucionaria que siempre es, al principio, minoritaria.

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