Escribe Miguel Abramzón (candidato a concejal por Política Obrera)

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La despiadada interna entre el sabbatellismo y el díscolo intendente, Lucas Ghi, provocaron la demora en la conformación de la lista de unidad municipal del peronismo. A tal punto que la Junta Electoral bonaerense la rechazó por incumplimiento de los plazos previstos. No obstante, en tiempos record, apenas minutos después del rechazo, un juez dio lugar a una cautelar y le ordenó a la Junta Electoral inscribir la lista municipal del oficialismo.
De esta manera, el “Poder judicial”, tan cuestionado por el kirchnerismo, salió al salvataje de la lista Fuerza Patria. Quedará para el recuerdo que un fallo inédito y automático amparó lo que hubiese sido un “mamarracho” y un “papelón”, en términos de los propios protagonistas, el enfrentamiento de dos listas oficialistas.
Ahora bien, la que ya no puede ser salvada es la gestión municipal, que fue puesta al ridículo por denuncias cruzadas entre facciones que conforman la propia coalición de gobierno. El corazón del Oeste se desangra por autoflagelación. Todavía pueden leerse las expulsiones de funcionarios acusados de obstruir la gestión municipal; las denuncias al intendente por persecución política y despidos arbitrarios; los carpetazos y pintadas callejeras.
Mientras el país sufre una de las crisis más hondas de su historia, la partidocracia tradicional no abandona el grotesco. Y, en Morón, se manifiesta como epicentro de un vendaval más general. En este caso, quienes se postulan como la solución a los problemas son los que gobiernan. Y quienes levantan las banderas y estandartes contra el ajuste, contra Milei y contra la derecha, son responsables de haber traído al mileísmo y cómplices del ajuste también.
No quedan subterfugios. No hay más opciones. La historia ha demostrado que la lógica de votar al menos malo es totalmente ineficaz para los asalariados. Los trabajadores necesitan organizarse con un programa verdaderamente socialista.
