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Enterarse que el agua, al igual que el oro o el petróleo, se encuentra desde este martes, por primera vez en la historia, en el mercado de futuros de Wallstreet es un vistazo del alcance que tiene la crisis actual.
El agua es la sustancia esencial que permite la vida en el planeta tierra. Si bien el planeta Tierra está compuesto mayormente por agua, en un 97,5 % corresponde a agua salada; sólo el 2,5 % restante es agua dulce, la mitad de la cual se encuentra congelada en glaciares y nieves.
El 70% del agua dulce que manipula la humanidad está destinada a la agricultura, variando este valor entre los continentes. Por ejemplo, en Asia meridional llega al 91%. América Latina y el Caribe se mantiene en el promedio: destina el 16.9% del agua a la industria y 11% al uso doméstico.
Analistas, equipos enteros de científicos financiados por la ONU, señalan que este recurso va a escacear para más de 2/3 de la población planetaria en el 2025.
Esta tendencia al desabastecimiento de agua para amplios sectores de la población tiene su contracara en el acaparamiento del recurso para el lucro capitalista (utilización de un recurso escasamente renovable para aumentar la fortuna personal y no para elevar el nivel de vida de la sociedad). Es esto lo que llevó a que se ponga en el mercado de futuros el agua. Más precisamente por la presión de las cámaras agrícolas de California, la quinta economía más grande del mundo, donde el mercado del agua para enero de 2021 para el CME Group es de 1.100 millones de dólares. El mercado de futuros pretende darle seguridad a aquellos que especulan con el precio del agua, generando provisiones y reteniendo cuando sea necesario, tal cual como ocurre con el petróleo.
Ahora, ¿qué sucede en el mundo que ha llevado a esto? Fuego, y mucho. Los incendios que recorren desde Australia a la Amazonia, pasando por Estados Unidos (precisamente en California) son el causante principal de las inundaciones del momento y las que vendrán como de las extensas sequías. El fuego que es el método para deforestar o desmalezar que utiliza la atrasadísima clase social que nos gobierna para ahorrarse la mano de obra y la maquinaria que conllevaría hacerlo en blanco. Este desmonte es lo que permite al agua no acumularse y fluir de manera más rápida hacia los océanos.
Arrastrando con ellas cientos de sedimentos que contaminan el agua, encarecen su potabilización u ocasionan afloramientos de cianobacterias. Esta barrera caída para el agua de lluvias, que es el monte, genera que ante pequeñas lluvias se inunden ciudades enteras y que la gente con mayor poder adquisitivo se nuclee en zonas de mayor estabilidad ambiental.
En Argentina los incendios que se extendieron por 15 provincias durante este año han ocasionado un daño muy grande al sistema de esponja que detiene el avance del agua. A su vez, el fenómeno de incendios se ha encontrado también con una superficie de campos de monocultivo, donde el agua también escurre, llevando consigo una alta concentración de compuestos nocivos con la vida que al descomponerse en sus elementos esenciales, aún siguen contaminando, ya que el nitrógeno y el fósforo que los componen son los que han nutrido el florecimiento de cianobacterias en el Rio de la Plata.
El sistema capitalista responsable de la oleada de virus y pandemias, producto de su antagonismo con el desarrollo armónico de la sociedad con la naturaleza. Puede parir un hijo igual de monstruoso que el Covid y con mayor potencialidad catastrófica, la falta de agua a escalas continentales. Los capitalistas se aseguran que este recurso esté disponible para sus negocios, eso explica el mercado a futuro, pero también explica las bases militares yankis sobre el acuífero Guaraní. La privatización de lagos enteros como el caso de Lewis y tantos otros dueños de la Patagonia. O el mercado mundial del agua mineral de alta calidad, donde Danone, con el 53%, y Nestlé, con el 47%, son las dos megaempresas que explotan el recurso en nuestro país.
A los barrios obreros es a donde no llega el agua y, cuando llega, es merced a inundaciones o contaminada con arsénico tóxico. Mientras se concesiona y subsidia a las empresas que gestionan la red de agua y la distribución de agua potable, éstas no garantizan su llegada a la población, no han desarrollado las obras estructurales fundamentales para sostener el desarrollo urbano. Junto con los gobiernos municipales, han actuado como parásitos de los impuestos que se cobran, evitan como a la peste extender los servicios hacia lugares que no esté planteado un negocio inmobiliario.
Mientras tantos, millones de familias argentinas tienen que recurrir a comprar agua. Con sueldos de miseria, el mínimo más bajo de Latinoamérica, esto es inaceptable. Debemos discutir la cuestión del agua con nuestros vecinos y compañeros de trabajo y exigir al estado que asegure el recurso de forma gratuita. Que el Estado habilite las obras de extensión de red, bajo control obrero, para evitar el negocio que realizan los burgueses en las obras públicas. Con mano de obra local y en blanco. Que se expropien las empresas que no regularicen su servicio. Fuera las bases yanquis del acuífero Guaraní.