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El último fin de semana, Alberto Fernández intentó zanjar cualquier duda sobre el retorno a las clases presenciales, mientras la ola de contagios se acelera producto de la “apertura”.
Lo hace, sin embargo, a sabiendas de la inviabilidad del planteo. Los ensayos en el hemisferio norte lo demuestran, con rebrotes explosivos en los colegios de Europa y Estados Unidos. Se prepara una parodia de retorno que tiene como propósito, quebrar la resistencia del gremio docente y eliminar las licencias por hijos menores de 16 años a cargo.
A diez meses de la declaración de la cuarentena, no ha existido un plan de obras y de readecuación de los colegios para prepararlos para un retorno ordenado a las aulas. Las raquíticas partidas presupuestarias destinadas por el gobierno nacional el año pasado fueron consumidas por gobernadores, jefes de gobierno e intendentes para todo tipo de subsidio al capital, menos para la educación. La pandemia ha desnudado la enorme desigualdad social que se expresó en la ausencia del acceso a la conectividad y soporte tecnológico de una gran masa de alumnos. Al día de la fecha, la mentada y prometida masiva vacunación solamente alcanzó a un 35-50% del personal de salud. En este panorama no se avizora un plan de vacunación, no solo para los docentes, sino para los jubilados, personas de riesgo y las fuerzas de seguridad (otro posible foco de conflicto en el futuro).
Detrás de las declaraciones de Alberto Fernández, Trotta y Macri a favor del retorno de las clases se encuentra la presión de las cámaras patronales, la Iglesia y ONG, que han venido succionando el presupuesto público destinado al rescate de la educación privada.
A favor de la presencialidad, le han arrancado toda una serie de subsidios como las ATP o los 371 millones de pesos que les giró Horacio Larreta y que estaban destinados para el financiamiento de la educación pública. Pero, además, este coro patronal reclama que la liberación de la mano de obra debe partir por avanzar con la introducción del presentamos y la eliminación de una serie de conquistas laborales que fueron arrancadas por enormes luchas de la docencia como el régimen de licencias. Los medios masivos de comunicación se han convertido en el canal de este planteo con el argumento de que si el resto de los trabajadores corren los riesgos al ir su trabajo, por qué no lo harían los docentes.
Es imprescindible impulsar una campaña desnudando los verdaderos intereses de clase detrás del retorno a las aulas. Esta campaña debe partir de la agitación y organización del conjunto de la comunidad educativa. No se puede esperar que los Baradel, Monserrat, Alessio y compañía se “pongan a la cabeza” de nuestros reclamos, donde, nada menos, se encuentra en riesgo nuestra integridad física.
Las posiciones sindicales conquistadas por la oposición antiburocrática, podrían ser el punto de apoyo para impulsar comisiones entre docentes, padres y alumnos para relevar el estado de las escuelas, exigir un cronograma de vacunación, elaborar protocolos sanitarios, distribución del soporte tecnológico y resolver que el retorno a las aulas se dará cuando las condiciones epidemiológicas lo ameriten y se contemplen los requerimientos necesarios. El enfrentamiento de los actuales rebrotes y de la segunda ola, no puede hacerse en el actual estado de licuación de nuestros salarios. Debemos interpelar a nuestra base a través de plenarios y asambleas escolares para discutir y elaborar mandatos donde se introduzca todo este pliego de reclamos.
La defensa de la salud, el salario igual al costo de la canasta familiar y el acceso a la educación se ha convertido “en la madre de todas las batallas”.