Pejotistas, kirchneristas, radicales y macristas están negociando suspender las paso y postergar las elecciones generales

Escriben Marcelo Ramal y Jorge Altamira

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La “nueva normalidad” que pergeñan oficialistas y opositores, apresurando el retorno a las escuelas y a toda actividad redituable sin vacunas ni protocolos adecuados, ha encontrado una excepción: por razones sanitarias, están discutiendo la suspensión de las internas abiertas de agosto o eventualmente su postergación, junto a las elecciones de octubre.

La eliminación de las PASO le fue propuesta a Alberto Fernández por un grupo numeroso de gobernadores de todas las filiaciones. Sin embargo, a varios de estos mismos mandatarios - como en Salta o Misiones- no les tembló el pulso para adelantar sus elecciones distritales, en función de maniobras políticas locales. Pero los desdoblamientos electorales multiplican las jornadas de votación en esas provincias, y son contradictorios con el pretendido objetivo sanitario de suprimir las PASO.

Inicialmente, la supresión de las PASO fue rechazada por el kirchnerismo duro, y lo mismo sucedía con la mayoría de Juntos para el Cambio. Según se afirmaba, ambos querían las PASO para imponer sus propios candidatos; por ejemplo, la Cámpora frente a determinados intendentes. Esa preocupación subsiste. Para las Paso, el ala Lousteau de la UCR ha presentado un proyecto en el Congreso, que las posterga al mes de setiembre. Cerca de Alberto Fernández, se ha planteado la postergación de las generales para fines de noviembre. El único propósito del corrimiento de plazos es la certeza de que para las fechas establecidas, en agosto y en octubre, la crisis sanitaria, la inflación, la pobreza seguirán en alza, acrecentadas por los aumentos de tarifas de los servicios, que ya ha comenzado. El gobierno apuesta a que un pacto político que difiera las elecciones, convencería al FMI a postergar el acuerdo de deuda para diciembre. Mientras tanto, existe la expectativa de que el gobierno pague los vencimientos de 2021, gracias a una ampliación de los ‘derechos de giro’, una moneda del FMI, que cuenta con el apoyo de Biden. Oficialistas y ‘opositores’ cuentan a favor de ellos con la postergación de las elecciones parlamentarias votada por el Congreso en Brasil.

Al inicio de la pandemia, una tanda numerosa de gobernadores reclamó el establecimiento del estado de sitio. Vieron en el flagelo humanitario un buen pretexto para cercenar derechos políticos de asociación y reunión. Hace pocos días, los Fernández volvieron a cancelar las elecciones en los sindicatos, incluidos los lugares de trabajo – una violación del derecho de asociación y deliberación del movimiento obrero. Postergar las Paso, ni qué decir suspenderlas, y ‘patear’ las generales para el final de noviembre priva a la ciudadanía del derecho, si no de decidir sí de influir en el proceso político en el tiempo constitucionalmente fijado. Es una proscripción, que ni siquiera puede ser justificada como temporal, porque en política el tiempo es todo. Estamos ante otro ataque a la democracia.

Rechazamos la suspensión o postergación de las Paso y la postergación de las elecciones generales. Rechazamos asimismo los desdoblamientos electorales, con los cuales los gobernadores quieren proteger a sus camarillas, pero por sobre todo atenuar el impacto de un pronunciamiento político popular. Que no les preocupa las aglomeraciones que se forman en las jornadas electorales lo prueba la velocidad que están imprimiendo a la ‘nueva normalidad’, abriendo escuelas sin la vacunación previa de docentes, no docentes ni alumnos, ni siquiera con condiciones adecuadas de infraestructura. El pueblo tiene más que nunca la necesidad de votar cuando la pobreza alcanza al 50%, los ‘grupos de riesgo’ pasan hambre con sus jubilaciones y salarios miserables y el cese de las ayudas de emergencia, pero el gobierno nacional y popular de los compadres aprueba un blanqueo de dinero para los capitales inmobiliarios. Denunciamos las negociones en curso para alcanzar un acuerdo de postergar, suspender y desdoblar elecciones, entre el bando que apoya Lázaro Báez, de un lado, y el que apoya a Stornelli y Macri, del otro.

Ninguna encuesta dice que la izquierda vaya a crecer en las próximas elecciones, cuya impostergabilidad reclamamos. Veremos. Pero, en cualquier caso, para ganar a los trabajadores a un programa de revolución social y el voto en las urnas, en el camino, es un deber combatir cualquier atropello a la soberanía popular.

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