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La Copa América es el torneo de selecciones más antiguo del mundo, con más de cien años de historia. Esto significa que tuvo que afrontar la pandemia de la llamada “gripe española”. En aquellos años, en 1918 más precisamente, Brasil debía organizar el tercer Sudamericano, después de que lo hicieran Argentina (1916) y Uruguay (1917). Sin embargo, la gripe española -que produjo decenas de miles de muertes en Río de Janeiro- obligó a suspender el torneo.
Cien años después, la Comebol llevara adelante contra viento y marea una copa que se realizará simplemente por la imperiosa necesidad de mantener negocios capitalistas del futbol, restringidos por la pandemia actual.
La decisión de los dirigentes de la Comebol fue la realización de la misma a toda costa. Primero, se cayó su sede inicial, Colombia, ya que el país está envuelto en una crisis social y política sin precedentes. Fue ofrecida a la Argentina y rechazada por el gobierno, debido a la crisis sanitaria que tiene al país entre los peores indicadores del mundo. Finalmente se va a realizar en el Brasil de Bolsonaro. Esta edición de la Copa ha devenido en una confrontación política internacional.
En los últimos años el futbol ha quedado en el medio del fuego cruzado de la lucha de clases. Después de que Comebol insistiera en jugar la Copa Libertadores entre gases lacrimógenos, la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales pidió que se suspendiera la Liga Dimayor. Desde a 13 de mayo no hubo fútbol, hasta que el viernes pasado se retomaron los cuartos de final de la Liga colombiana. En Ecuador, en octubre de 2019, se produjo una enorme rebelión popular que coincidió con la organización de la Copa Libertadores femenina y esto obligó a suspender el torneo. En Chile, la rebelión del 2019 también llegó al futbol. El fútbol chileno estuvo suspendido durante tres meses debido a los conflictos sociales y a las protestas contra Sebastián Piñera. En Uruguay, el futbol se paró a finales de 2017 por un reclamo de los jugadores contra las condiciones que imponía Tenfield, la empresa dueña de los derechos de televisación. Como se aprecia, la lucha de clases perfora largamente al futbol profesional.
La respuesta es una sola y vale para Argentina y para todos los países de América. Sólo los jugadores de fútbol organizados. No serán los capitalistas los que abandonen la idea de una recaudación millonaria en dólares por la televisación y comercialización de la Copa América.
El 28 de septiembre de 1995 por iniciativa de Maradona se fundó en París con destacados jugadores como Eric Cantoná y George Weah, en un proyecto de sindicato mundial de futbolistas, del que también hicieron parte Ciro Ferrara, GianfraGianfranco Zola, Gianluca Vialli, Hristo Stoichov, Laurent Blanc, Michael Preud’Homme, Rai, Thomas Brolin, entre otros. La organización fue bautizada como “Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales” (AIFP), para la cual Diego fue elegido presidente y Cantoná vicepresidente. La incipiente sindicalización dio algunos primeros pasos importantes. Uno de sus logros fue conseguir la apertura de las ligas de la Unión Europea.
La AIFP tenía en su programa que se distribuyera entre los jugadores un porcentaje de los jugosos contratos televisivos para la transmisión de partidos y que se revisara el horario de los encuentros, dado que, al programarse al mediodía, esto afectaba el rendimiento físico de los deportistas.
La iniciativa naufragó. Maradona, su principal promotor, la abandonó, envuelto en sus propios problemas personales. Pero sentó un precedente mundial en la lucha de los jugadores de fútbol por el cumplimiento de sus derechos y en contra de la irrupción voraz del gran capital en el deporte más popular del mundo. Hoy, con la pandemia, esto cobra absoluta actualidad.
Actualmente, los jugadores profesionales de fútbol de 42 países de los cinco continentes están “formalmente” agremiados en la Federación Internacional de Asociaciones de Futbolistas Profesionales (Fifpro), una entidad que en el decir popular esta “pintada” y no ha jugado ningún en las reivindicaciones de los jugadores ni en ninguno de los conflictos planteados en el futbol. Es esta ausencia de una organización sindical mundial de futbolistas la que llevo al fracaso una débil resistencia de jugadores de trayectoria internacional de Brasil, Uruguay y Argentina para parar el futbol de la Comebol.
En Brasil, Bolsonaro atacó a los miembros del seleccionado brasileño que se oponían a la realización de la Copa América. Casemiro, uno de su jugadores más representativos de la selección, pasó a ser considerado una amenaza “comunista anti patria” el clan fascistoide que gobierna Brasil.
Los jugadores y el cuerpo técnico, frente a esa ofensiva, “tiraron la toalla,” sacaron una nota pública de rendición ante el derechista Bolsonaro. “Somos trabajadores, profesionales del fútbol. Tenemos una misión que cumplir con la histórica camiseta verde y amarilla, pentacampeona del mundo. Estamos en contra de la organización de la Copa América, pero nunca le diremos que no a la Selección brasileña”. Un comunicado, donde las palabras pandemia, Covid y vida, no figuran, en un país que ya tiene 500.000 muertos por el covid.
La selección Argentina participará de esta copa sin un pronunciamiento de su selección. Futbolistas Argentinos Agremiados ni se ha pronunciado. Su papel como sindicato en la pandemia es lamentable. Ha permitido cuestiones bochornosas como sindicato; por ejemplo, el caso de Enzo Pérez, de River, en la Copa Libertadores, a quien como sindicato le permitieron jugar de arquero debido a que el plantel se encontraba diezmado, afectado de Covid. Algo así como que un enfermero haga la suplencia de electricista por trabajar ambos en el mismo hospital.
Así las cosas, las sedes de la Copa América serán Brasilia, Cuiabá, Goiania y Río de Janeiro, “capitales “del Covid en Brasil, el segundo país en muertes y el tercero en casos en el mundo. Debe prosperar la idea de una organización sindical real de futbolistas a nivel mundial, mientras tanto, “sigue la función”.