Más allá del puente

Escriben Eva Gutiérrez y El Be

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La manifestación en el Puente Pueyrredón por los 19 años del asesinato de Kosteki y Santillán no fue una más. Los organizadores calcularon cerca de 25.000 piqueteros asistentes al acto. Desde muy temprano, incluso varias horas antes del horario de convocatoria, comenzaron a llegar las columnas desde los distintos barrios del Gran Buenos Aires, desde villas y barrios de CABA, que finalmente terminaron ocupando todo el puente, todos los accesos al mismo, desde Av. Pavón y desde Av. Mitre. Totalmente repleto el histórico puente Pueyrredón.

La creciente ola de movilizaciones masivas de los desocupados puso en vigencia la lucha histórica del movimiento piquetero y terminó impulsando un fuerte acto por el juicio y castigo a los responsables políticos de la masacre del Puente Pueyrredón, con la cual pretendieron ponerle fin a ese movimiento hace casi dos décadas.

Es que la política de contención y cooptación estatal está siendo desbordada por la velocidad de la crisis, que cada día arroja nuevas franjas de trabajadores por debajo de la línea de pobreza. El ministro de desarrollo social, Daniel Arroyo, entiende que “en los barrios no hay grieta, los movimientos sociales son parte de la solución”, y señaló que “unos están a favor del Gobierno, otros en contra, pero todos trabajando. Lo mejor que tenemos es una gran red social, y las escuelas, las iglesias y las organizaciones sociales han sostenido la situación”. Arroyo le pide a la “red de contención” que aguante un 42% de pobreza, y creciendo.

La cúpula de la iglesia, por su parte, hace advertencias. Mientras miles de desocupados ocupaban el puente, el presidente del Episcopado, Oscar Ojea, declaraba en los medios que “el esfuerzo del Estado [en ayuda social] es grande (…) pero requiere una vigilancia continua”, y previno sobre “situaciones que se pueden ir de las manos”. El obispo tiene la mira puesta en lo que sucede en el resto de los países de América Latina. Prefirió el eufemismo a mencionar una rebelión popular.

La oposición también se encuentra haciendo sus propios cálculos de esta situación, como se puede advertir en la creación de La Popular, la agrupación villera del PRO en CABA, que por ahora no pasa de ser una red de punteros a sueldo. Duhalde y su Sra. Chiche se pasean por los diferentes canales interpretando la pobreza y recomendando volver a las manzaneras para sacarle poder a los piqueteros. Los propios movimientos sociales se encuentran sacudidos por esta situación, y se suceden las rupturas y los debates. El gobierno intenta encorsetar este proceso reforzando la capacidad de maniobra de los punteros (restricciones a los pases de planes sociales entre organizaciones) y buscando acelerar la conversión de los planes sociales en trabajo precario (dando de baja aquellos que no trabajen).

La masividad del acto expresó la incompatibilidad del régimen político con la lucha actual de los desocupados, porque demuestra una fuerte tendencia a permanecer y ganar las calles, aun cuando no se trata de la conquista de reivindicaciones inmediatas. La jornada tuvo un preludio, si se quiere: las protestas de los trabajadores de la salud y de distintos conflictos obreros que volvieron a colocar al Puente Pueyrredón como escenario central de las protestas sociales.

Las responsabilidades del personal político del Estado, que vive reciclándose hace décadas, con el asesinato de dos luchadores sociales hace 19 años son otro límite a las políticas de cooptación. Los familiares de Kosteki y Santillán, haciendo uso de la palabra en el acto, repudiaron el coqueteo de las organizaciones con los responsables políticos de los asesinatos, como Felipe Solá. Por todas estas características, el acto del 26 de Junio puso de relieve los desafíos que tiene por delante el movimiento piquetero. La lucha de los desocupados debe recuperar el método histórico que forjó: las asambleas y congresos de trabajadores ocupados y desocupados para debatir y elaborar un plan de salida a la crisis.

Maximiliano Kosteki y Darío Santillán

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