Escribe Darío Molinari
Una adaptación al sistema del salario de subsistencia.
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El Partido Obrero “oficial”, en un artículo titulado “CABA: el salario docente en un piso histórico” (Prensa Obrera, 10/07) propone la reapertura de las paritarias por un salario inicial de $65.000. En dicho texto, abundan porcentajes, cifras y gráficos que muestran la regresión que sufrió nuestro salario, para llegar a la conclusión de que, trabajando hasta tres turnos, un docente no llega a la canasta calculada por la junta interna de ATE-Indec, de $99.929. Conclusión que, dicho sea de paso, ya había sacado la docencia por sí sola, en su experiencia cotidiana.
El gran problema, sin embargo, es que, a la hora de fijar una orientación, toma como referencia la canasta básica (de pobreza). Estamos ante un grave error metodológico. Una cosa es denunciar que el régimen social capitalista y sus gobiernos, son incapaces incluso de garantizar un salario de pobreza y otra cosa muy distinta es que ese salario de miseria forme parte de nuestro pliego reivindicativo (salario de $65.000). Se omite, asimismo, la mención a la canasta familiar, la cual se ubicar en $141.254,29 en CABA. Esto responde al abandono de una consigna histórica: la lucha por un salario igual al costo de la canasta familiar para un cargo de jornada simple.
Esta consigna es la que siempre defendimos, en cada plenario convocado por las seccionales de CTERA, en cada una de las provincias en las que interveníamos como Tribuna Docente de manera unificada, antes de las expulsiones sumarias. Frente al planteo de sectores burocráticos, afines al gobierno, de luchar por ´cosas posibles´, defendíamos esa consigna a capa y espada. El aparato del PO había llevado este mismo reclamo de un salario de pobreza a la reunión del Consejo del Salario Mínimo, algunos meses atrás. Nadie puede acusar de impericia al autor del artículo.
El abandono de la reivindicación del salario mínimo = canasta familiar, constituye una adaptación abusiva a la tendencia destructiva del capital; una adaptación al régimen de paritarias, con veto estatal, una adaptación, en definitiva al régimen laboral que se pergeña con el FMI. Esta adaptación al salario de subsistencia del capital, no es menos violento que la adaptación al Estado por medio del régimen parlamentario.
El planteo de un salario mínimo igual a la canasta familiar debe sumar otra reivindicación esencial: la reducción de la jornada laboral, indispensables para desarrollar su capacidad intelectual, incluido el derecho al ocio y el gozo. La reducción de la jornada laboral es funcional a la reivindicación del reparto de las horas de trabajo, para luchar contra la desocupación masiva, y para responder a los cambios tecnológicos y el aumento de la productividad de la fuerza de trabajo.
La lucha por la canasta familiar, como piso del salario, abre toda una perspectiva para los trabajadores. Es la bandera del socialismo contra la consigna de “ningún trabajador por debajo de la línea de pobreza”. Es una confrontación neta contra los gobiernos ‘nacionales y populares’ de la burguesía y contra la pequeña burguesía izquierdizante que milita por la tutela estatal del movimiento obrero.
La consigna de $65.000 se da de bruces con nuestra tradición, la del Partido Obrero (ahora Política Obrera). Refuerza, por el contrario, la necesidad de incrementar las horas de trabajo para llegar a fin de mes, algo que lamentaba el articulista del texto de marras al decir que la “realidad está llevando a muchxs docentes a tomar un tercer cargo, o más de 40 horas en el caso de media y curriculares” (sic). Lamentablemente, esta consigna se logró imponer como programa reivindicativo en Ademys.
Como se ve, la delimitación política que hemos establecido con referencia a la izquierda democratizante es de la mayor importancia para la clase obrera y sus activistas.