La crítica como método de construcción del conocimiento

Escribe Julio Gudiño

Tiempo de lectura: 4 minutos

Un debate sobre un hecho histórico-social entre una docente y sus alumnos, en una secundaria de La Matanza, se viralizó a la velocidad del rayo. La derecha, JxC y su socio TN, emprendieron una cruzada contra el “adoctrinamiento” en las aulas en clave electoral. Los “nacionales y populares”, ni lerdos ni perezosos, se sumaron a esta campaña macartista e hipócrita en la expectativa de no perder votos. Al respecto, el ministro de educación de la Nación, Nicolás Trotta, planteó sin eufemismos que “Eso no es docencia. Se inició la investigación y se separó a la docente. Conversé con la ministra de la provincia y nos oponemos a cualquier instancia de lo que se denomina 'adoctrinamiento” (Diputados.com.ar, 27/08).

La hipocresía de la falsa grieta

Quienes se rasgan las vestiduras por una polémica acalorada en un aula en torno a hechos histórico-sociales y a su conceptualización no tienen empacho en promover la educación confesional con pingües y crecientes subsidios. Por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires, donde un alto porcentaje de las escuelas privadas son confesionales, los subsidios crecen “En 2015 eran 789 [los establecimientos subsidiados]. En 2020, 1.002, contando sólo los niveles obligatorios.” (politicaobrera.com, “Subsidios a la educación privada, una política de estado”, 04/08). Cualquier docente que trabaje en escuelas religiosas sabe muy bien que el “adoctrinamiento” impulsado por las patronales no se cuestiona porque ello es causal de despido.

El “adoctrinamiento” religioso y oscurantista no es exclusivo de las instituciones educativas privadas, sino que también es compartido, con más o menos intensidad, por las públicas que, gracias a la provincialización de los años 90´permitió al clero imponer la “materia” religión en el currículo oficial (Salta, Catamarca y Tucumán). Todas provincias gobernadas por los “nacionales y populares” de la época. En el 2006, la Ley Nacional de Educación consolido la intromisión de los cleros provinciales bajo el taparrabos del “respeto de la diversidad cultural”.

Oficialistas y opositores ponen el grito en el cielo contra el “adoctrinamiento” en las aulas matanceras cuando son esas mismas fuerzas políticas los principales impulsores del adoctrinamiento religioso. La doble vara criolla.

Todo acto pedagógico es político

En la cruzada oscurantista contra el imperio de la crítica en toda institución educativa como método de construcción del conocimiento se coló una vieja concepción positivista-naturalista que sostiene que el conocimiento es imparcial (“libre de valores”), que los docentes son meros transmisores de conocimiento ya elaborado y que los alumnos son tabula rasa sobre las cuales debe colocarse el conocimiento en forma progresiva. Esta premisa falsa lleva a la siguiente conclusión: en las aulas las ideologías no entran. Esta posición ideológica vestida de “imparcialidad” es el taparrabos con el cual la fracción de clase burguesa que domina el Estado siempre impuso su ideología. Trotta sostiene lo insostenible, porque quienes enseñan y quienes aprenden son sujetos atravesados por las ideologías y el examen crítico y el debate sobre este sentido común y sus fundamentos materiales es la base sobre la cual puede construirse conocimiento crítico y no el adocenado que justifica un estado de cosas determinado.

¿Qué enseñar? ¿Cómo enseñar? y ¿Para qué enseñar? constituyen preguntas fundantes de la acción pedagógica y exigen, necesariamente, un posicionamiento pedagógico-político por parte del docente. ¿Dejar la ideología en la puerta del aula? Pura ideología.

Por otra parte, los alumnos también son sujetos sociales atravesados por la ideología y habitan las aulas con una cantidad enorme de conocimientos muy valiosos y, también, de prejuicios. Todo buen pedagogo debe partir del conocimiento de sentido común de los alumnos y ponerlos en tensión con otros conocimientos de tipo científico. El compañero estudiante debe tener, al igual que el docente, la más amplia libertad de expresión y de crítica sobre las apreciaciones que puedan hacer los docentes. Para superar el sentido común creado por la clase burguesa que domina la sociedad, es necesario la defensa de la libertad de crítica.

El Estado es el principal adoctrinador

Resulta violento que el principal adoctrinador social, el Estado burgués, sancione a una docente por “adoctrinar” en las aulas cuando es ese Estado, en asociación con la Iglesia, quién violenta a los sujetos sociales con todo tipo de supersticiones desde la más tierna infancia.

A nadie se le puede escapar que en las aulas se enseña lo que el Estado prescribe como adecuado y correcto. Lo “correcto y adecuado” no es otra cosa que la ideología de la clase dominante y ello se plasma en los diseños curriculares. La comunidad educativa, docentes y estudiantes, son convidados de piedra en la definición de esos programas de estudio. ¿Existe algo más impositivo y anti-democrático que esto? De esto no hablan ni JxC y ni el FdT.

La docente kirchnerista, abandona el campo de la pedagogía crítica al reproducir ella misma el sentido común en el aula cuando afirma, por ejemplo, que los estudiantes pueden ir a la escuela “porque se lo da el Estado”. Los métodos didácticos desplegados están en las antípodas de la pedagogía freiriana que dice defender porque jerarquiza sus “saberes” en detrimento de los “saberes” del alumno que reproduce el sentido común difundido por ciertos medios de comunicación como Clarín y La Nación.

Debemos rechazar las sanciones a la docente Laura Raditich y reivindicar la más absoluta libertad de crítica y debate en las aulas. Esta es la cuestión fundamental más allá de la perspectiva pedagógica-didáctica que la docente despliega. En las aulas, como en todos los intersticios de la sociedad burguesa, se ejerce el poder y ello implica relaciones de asimetría entre el docente y el alumno. Para combatir estas relaciones de dominación los estudiantes deben conquistar el derecho de organización para enfrentar este poder y el poder del Estado regimentador. El movimiento estudiantil debe conquistar el derecho al co-gobierno de las instituciones educativas para participar del proceso de enseñanza-aprendizaje en iguales condiciones de quienes enseñan.

La lucha contra la pedagogía de la alienación que Rendetich encarna debe ser combatida por la comunidad educativa por medio de la crítica política de nuestras prácticas pedagógicas y no desde el punitivismo estatal. Como afirmaba Freire “La opción, por tanto, está entre una ´educación´ para la ´domesticación´ alienada y una educación para la libertad. ´Educación´ para el hombre-objeto o educación para el hombre-sujeto” (Freire, Paulo; “La educación como práctica de la libertad”; editorial Siglo XXI).

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