Brasil-Argentina: sin fútbol, sólo intereses capitalistas

Escribe Juan Ferro

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La insólita y escandalosa suspensión del principal partido de las eliminatorias vuelve -ya reiteradamente -a un conflicto de poderes en el fútbol mundial que se ha planteado ya muchas veces en el pasado, entre las leyes y disposiciones de los estados y el omnipotente poder y las propias leyes de ese “Vaticano del fútbol” que es la FIFA.

El partido suspendido por la intervención de la agencia de vigilancia sanitaria (ANVISA), a raíz de la participación de jugadores que juegan en el Reino Unido, es absolutamente irregular. Estas agencias actúan en las fronteras en combinación con las fuerzas de seguridad, las cuales no actuaron ante el ingreso del seleccionado argentino a tierras brasileñas. Que hayan actuado días más tarde durante el transcurso del partido mismo, es claramente una decisión política del gobierno de Brasil.

La “extrema” preocupación sanitaria de Bolsonaro contrasta violentamente con un gobierno que consideró que el coronavirus era “una gripecita” y que la pandemia se solucionaba con la llamada “inmunidad de rebaño”, decisión criminal que arrojó 20 millones de infectados y 584.000 muertos en todo el país.

La “preocupación” sanitaria viene además del mismo gobierno que se propuso como sede de la Copa América en medio de la segunda ola de Covid, donde paradójicamente jugaron los jugadores brasileños y argentinos que participan en el fútbol del Reino Unido. Estos últimos se retiraron de Brasil con una causa penal por deportación.

La medida de Bolsonaro es un mediocre intento chauvinista de un gobierno en bancarrota de defensa de una selección que no necesita para nada de su ayuda, pues marcha cómodamente a ser la primera en su grupo clasificatorio del próximo mundial. Cuando baje la polvareda de este bochornoso suceso, el pueblo brasileño repudiará a Bolsonaro por su criminal actuación en la pandemia, llevar a los trabajadores brasileños a salarios miserables y por la liquidación de la salud pública de su país.

Y por casa cómo andamos...

Las autoridades de la selección argentina sabían de las aguas revueltas que traía la decisión de llevar a los jugadores del Reino Unido para el clásico y también que Brasil no había convocado a sus jugadores de la Primier Ligue para el encuentro. Pero no tuvieron mejor idea que buscar un reaseguro de su participación apelando nada menos que al “Chiqui” Tapia para que gestionara un “salvoconducto” ante la COMEBOL. Mediante este mecanismo, habilitó a jugadores de 300 federaciones menores del futbol y el aforo en los estadios, largamente vulnerado por las barras de los clubes y los países.

En estos acuerdos “protocolares” emanados de la sucursal sudamericana de la FIFA -que tiene sus propias leyes- se habilitó a la selección argentina a jugar -para decirlo en forma popular- “floja de papeles”. En vez de jugar un partido de fútbol, en la tarde del domingo asistimos al lamentable papel de Daniel Scioli, embajador en Brasil, tratando de arreglar “los papeles flojos” para que la selección argentina pudiera salir del país.

Siga siga….

Las dos selecciones irán cómodamente al próximo mundial. El fallo que se emane del bochornoso suceso posiblemente se dilate pues la FIFA tiene su propio Tribunal en Suiza (TAS) que quizá emita su decisión cuando las eliminatorias hayan concluido. Los jugadores siguen sin una representación internacional que defienda sus derechos como futbolistas. Son presos de los intereses capitalistas de los clubes, de sus propios intereses y de la organización del futbol mundial, donde cada día es más cuestionado que tenga sus propias leyes.

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