"Trotskismo liberal": el aparato persiste y refrenda

Escriben Norberto Malaj y El Be

Estatismo y antiestatismo en la izquierda democratizante.

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La nota de Prensa Obrera llamada “Efecto Solano, Twitter y los liberales” ha llamado la atención debido a que justifica las simpatías de la derecha liberal hacia el aparato del PO. Para blindarse ante la crítica a sus posiciones, el aparato del PO ha reflotado ahora la entrevista que Altamira brindó en la Universidad de Harvard en 2015, donde desarrolló una crítica del estatismo. Solano no refuta su condición de ‘trosko-liberal’, sino que recurre a Altamira en su apoyo. Nos enteramos así que los dichos de Solano no fueron más que un plagio de los dichos de Altamira hace cuatro años. Pero, como todo plagio, es una tergiversación del original. La equiparación de los tuits de Solano con la entrevista de Altamira en Harvard no podría ser más desatinada y el evidente contraste de posiciones deja al oficialismo del PO en un campo de compromiso con la derecha política.

Corrupción

Para justificar la simpatía de los liberales, la nota llamada “Efecto Solano” sostiene que las denuncias de corrupción han quedado en manos de la izquierda, debido a la defección de los representantes políticos del liberalismo en este terreno. Este hincapié en las denuncias de corrupción llevó a otro medio -LN+- a describir a Solano, en una entrevista, como “un fiscal de la república”. El intento de equipararlo con Carrió no es casual. Prensa Obrera reduce la corrupción a las “abultadas dietas” de los funcionarios públicos, una denuncia que supo ser el caballito de batalla del PTS en todas las campañas electorales del FIT (“que los diputados ganen como un docente”). Fue también el latiguillo repetido del fascismo contra la democracia parlamentaria, y de los golpes de estado en Argentina.

Es falso, por supuesto, que las denuncias de corrupción conocidas hayan quedado en manos de la izquierda, como argumenta “Efecto Solano”. El método de los socialistas tampoco es denunciar casos de corrupción sino denunciar la conexión estrecha entre corrupción y capitalismo y su estado como genéticamente corruptos. El socialismo no ‘denuncia’ la corrupción, politiza la denuncia; denuncia los intereses capitalistas que están detrás de la corrupción y de las denuncias de corrupción.

Por caso, los dueños de “los cuadernos de Centeno”, se valieron de La Nación, un diario de derecha, para difundir una denuncia generalizada de corrupción, con la finalidad de influir en las elecciones de 2019, y en un cambio en el reparto de la obra pública. Como escribió el propio Altamira, no ahora sino hace dos años, “detrás de la llamada Justicia opera una feroz lucha entre pulpos capitalistas, que se agudiza como consecuencia de la crisis económica y del ‘ajuste’ que afecta la licitación de obra pública” (Altamira, “Los cuadernos de Centeno o la larga mano de la pelea entre Estados Unidos y China”). En el tiroteo de denuncias, el kirchnerismo respondió con los aportantes truchos de Cambiemos, en la elección bonaerense de 2015. Toda esta historia sigue y explica los choques en torno al poder judicial. Si la izquierda se limitara a denunciar la corrupción, no sería otra cosa que un títere de las pujas capitalistas.

“Efecto Solano” no recoge, sin embargo, una denuncia de corrupción política muy seria, como lo es la expulsión de más de 1.200 militantes en el PO, violando los estatutos; la intervención judicial del comité de Tucumán del PO, en violación de los principios socialistas de independencia del partido del estado; o la conformación de una dirección ‘legal’ sin el conocimiento del Congreso soberano del PO. También es corrupción política ofrecer el único voto que necesitaba Capitanich para alcanzar el quórum en la legislatura chaqueña (votación del Presupuesto), o lo mismo en el Congreso en el reciente debate sobre jubilaciones especiales, que el mismo FIT ha denunciado como contrario a los intereses populares.

Peronismo

“Efecto Solano” añade que la burguesía “prefiere a los populistas del peronismo” porque “le asegura en los hechos la gobernabilidad necesaria para valorizar el capital explotando a la clase obrera”. Curioso de parte de un proveedor de quórums al peronismo. La idea de que la burguesía prefiere a un partido sobre otro, con independencia de las situaciones concretas que se presentan, es una necedad. Es muestra de lo contrario todo lo ocurrido desde 2015 a la actualidad. La clase capitalista no dirige la historia según sus preferencias, sino que deben actuar con marchas y contramarchas sobre la lucha de clases.

Para agravar la cosa, cuando a Solano lo acusan de liberal, Prensa Obrera sale a delimitarse de... ¡las estatizaciones burguesas! Prensa Obrera les opone a las estatizaciones del nacionalismo burgués un principio antiestatista per se. Para blindar esta posición ante las críticas por su coqueteo con el liberalismo, que le brinda una buena exposición mediática, el aparato del PO recurre ahora a la entrevista de Altamira en Harvard de 2015. A través de Facebook, el oficialismo salió a defender a Solano con la peregrina tesis que GS no haría más que repetir a Altamira. Nace así un discípulo de Altamira en el momento menos esperado. Pero en Harvard Altamira defendió las nacionalizaciones, o sea la apropiación del capital por el estado, advirtiendo sobre sus limitaciones en el marco capitalista.

Altamira sostuvo que: “(…) nosotros entendemos que hay que nacionalizar integralmente el sistema bancario para que el ahorro nacional, que se monetiza por medio de los bancos, sea aplicado a la industrialización del país (…) nosotros somos antiestatistas, y esto es interesante porque todo el mundo piensa 'si son de izquierda, son estatistas'. No. La izquierda o el marxismo tienen por finalidad la abolición del Estado. Somos más liberales que los liberales norteamericanos, que critican al Estado, pero cuando hay que rescatar a un banco en quiebra recurren al Estado. Nosotros somos antiestatistas ¿y cómo puede ser eso si nos proponemos nacionalizar los bancos? Es una contradicción. Nosotros tenemos esa contradicción, pero es una contradicción de la realidad, porque nosotros entendemos que esos bancos deben ser nacionalizados bajo un sistema de gestión popular, no bajo el poder coercitivo del Estado, en el que un burócrata decide en lugar del trabajador y, además, su decisión es arbitraria porque no corresponde a un plan de desarrollo…”

Como se ve, Altamira liga el antiestatismo a la necesidad de nacionalizar los bancos, que es una tremenda medida estatal. Se trata de una contradicción en movimiento, que los Solano no pueden elaborar bajo la forma de un método, o sea la dialéctica. La realidad contradictoria del capitalismo no se puede abordar desde principios abstractos, es decir, desde la falta de principios. La denuncia del callejón sin salida de las nacionalizaciones burguesas en la historia latinoamericana no debe servir para ganarse la simpatía de los liberales con la etiqueta de “antiestatistas”, sino para superar esas experiencias nacionalistas por parte de la clase obrera, con un programa de transición: la nacionalización sin indemnización y bajo gestión obrera de los principales recursos del país, aunque parezca contradictorio. El problema de la izquierda democratizante no es su “estatismo”, como plantea “Efecto Solano, sino que tanto el “estatismo” como el “antiestatismo” aparecen desligados de la lucha de clases y de un planteo de poder. ¡“Es una contradicción de la realidad”! Estatismo y antiestatismo, nacionalizaciones, pero bajo gestión y poder de los trabajadores. Toma del poder y período de transición. ¿Es esto lo que explicó Solano a Milei y a Santoro o a Noticias?

Altamira se dirige, en esta charla, a una audiencia liberal, que en Estados Unidos representa a la corriente política rival de la que lleva ese nombre en Argentina y en América Latina. En EEUU, los Milei están con Trump, son republicanos de derecha; denuncian al partido demócrata como liberal. La prensa califica a Bernie Sanders de liberal radicalizado. Los demócratas son, en un sentido general, intervencionistas en economía y liberales en política – el caso clásico fue Franklin Roosevelt. Altamira denuncia los límites de este liberalismo político, tanto en lo relativo a la lucha por los derechos democráticos, como en su defensa del Estado, al que los liberales norteamericanos presentan como un protector de las libertades y no como un órgano o instrumento de opresión.

Solano no puede reclamarse, al menos hoy, un discípulo de Altamira, y Altamira tampoco puede aceptarlo. En medio del derrumbe económico, Solano salió a criticar el cepo cambiario, porque coarta la libertad de los trabajadores de vacacionar en el extranjero. Lo mismo que dice Milei, sin contradicciones.

En su artículo en respuesta a Prensa Obrera, Ramal desarrolla más detenidamente lo que se dijo en la charla de la universidad norteamericana. Sin estatismo no hay anti-estatismo; sin toma del poder del estado, de la dictadura proletaria, no hay extinción del estado. Las estatizaciones, en especial con referencia a las naciones oprimidas, importan cuando son una expresión del choque de las fuerzas productivas de estos países con el capital financiero. Minimizarlas es apartarse del desarrollo histórico concreto. Peleamos contra el imperialismo, denunciamos las limitaciones de las nacionalizaciones burguesas (que acabarán redundando en privatizaciones) y desarrollamos el programa del gobierno de trabajadores y el socialismo. El anti-estatismo, en estos casos, coquetea con el imperialismo.

Hay una ley política insoslayable: no coquetear con el enemigo de ocasión. A los neoliberales no les elogiamos el antiestatismo, los denunciamos como explotadores y pro-imperialistas. A los nacionalistas no les elogiamos las estatizaciones, los denunciamos por ponerlas al servicio del capital y por regimentar a las organizaciones obreras. Solano se sube al pedestal del liberalismo, luego de aplicar el totalitarismo en su propio partido, de la mano de un aparato que funciona con sus propias reglas.

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