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La arremetida política de Cristina Kirchner no ha sido un golpe de estado porque no tenía el propósito de llegar hasta sus últimas consecuencias, ni reunía las condiciones para ello. Ha sido peor que eso, si se puede hablar en estos términos, porque un golpe de estado a medias deja establecido un régimen político de doble poder en la cúpula – o sea efímero. Alberto Fernández sobrevivió sin contar con el respaldo de algún gran aparato; apenas con el apoyo ‘político’ de la burocracia sindical y el moyanismo, y con el de la gran industria – metalúrgica, automotriz, construcción. La finalidad política de la Vicepresidenta no es otra que retener el control de la sucesión presidencial que se define dentro de dos años. Desde todo punto de vista se trata de un objetivo mediocre y de una política de camarilla. El estallido que han producido los resultados de las PASO de hace una semana, es en cierto modo más fulminante que el del 18 de agosto de 2019, cuando estaba en juego la Presidencia – ahora sólo se disputaba el control de las Cámaras. Desde 2015 las PASO crean una crisis de poder, al dejar al gobierno de turno al borde de la cornisa. El invento que concibió Néstor Kirchner para evitar que los partidos tradicionales se despedazaran no sobrevivió al certificado de emergencia. Así como están las cosas, CFK no ha previsto que, en 2023, si siguen las PASO no podrá evitar las PASO dentro del peronismo o del Frente de Todos.
El golpe de estado a medias ha puesto en pie a un gobierno descartable. Tiene fecha de vencimiento el lunes 15 de noviembre. Habrá que alterarlo de todos modos, incluso si el oficialismo logra atenuar o remontar las diferencias en la votación reciente. Si la brecha creciera se abre un abanico de posibilidades: entre ellas la renuncia de la Vice y la renuncia conjunta.
En este gobierno de descarte, coexisten dos coaliciones y varios arribistas, que ahora asumen un carácter público. Se han obligado a convivir por dos meses para salvar la lista oficialista, porque de otro modo los electores no sabrían reconocer qué y a quienes está votando. Antes de ser enviado al contenedor de residuos, el nuevo gabinete debe asegurar la ficción de que las boletas oficiales sirvan para algo, fuera de estar en el cuarto oscuro. La precariedad del remedo político encontrado se manifiesta en la elección de Juan Manzur como jefe de Gabinete, aún a sabiendas que desataría una crisis de gobierno en Tucumán, con el Vicegobernador, Osvaldo Jaldo. En otras provincias hay también ‘dualidades’ como la tucumana.
La selección de los nuevos ministros, secretarios y funcionarios es otro tiro al pie que se propina Cristina Fernández. Es un gabinete anti-feminista y anti-laicista, por una parte, y responde al aparato de represión, por el otro. Darle el certificado de ‘gobierno de derecha’ no tiene cualquier sentido, porque se le ascribe una estrategia política, que es de lo que carece. Aníbal Fernández, que le ganó el lugar a Sergio Berni, será tan eficaz contra el narcotráfico en Rosario, como todos sus antecesores. Con Sabina Frederic, la ‘paloma’ de Seguridad, el ‘gatillo fácil’ tampoco retrocedió en absoluto. Con relación a la pandemia, finalmente, Kicillof es el que más lejos ha ido en la política de “inmunidad de rebaño”. Los nuevos funcionarios no traen nada nuevo, ni buenas nuevas. El gobierno por descarte le da la bienvenida a la variante Delta. Tampoco habrá IFE, por esas mismas razones. Los cagatintas de la política están ansiosos por conocer la próxima llamada infiel de Fernanda Vallejos.
En cuanto a Martín Guzmán, el Dujovne del actual gobierno, ‘nadie’ quiere su renuncia. Quienes aseguran que es el próximo a caer en la crisis que sigue, evitan mencionar a su sucesor. Podría ser un Guzmán al cuadrado. El ministro ha demostrado tener más muñeca que quienes lo critican, porque ha logrado sacar de la manga una emisión potencial de más de cuatrocientos mil millones de pesos, sin dejar de pagar al Fondo los más de cuatro mil millones de dólares que debe hasta fin de año. Logró zafar del tope de “adelantos transitorios” al gobierno, de parte del Banco Central, sin dejar de usar la nueva moneda que le entregó el FMI – los DEG – para pagarle la deuda que vence en el último trimestre del año. Antes había mostrado saber manejar la mesa de dinero del Banco Central para contener la devaluación del peso en el mercado de títulos públicos. Se ha mostrado como un auténtico ‘boy’, en este caso de la universidad de Columbia.
La carta de CFK que disparó la crisis es intencionalmente confusa cuando discute el ‘ajuste’ que habría disuadido a los votantes del kirchnerismo a hacer la cola de las escuelas el domingo fatídico. La Vice aprobó con sus diez dedos la renegociación de la deuda pública en moneda extranjera (arriba de ochenta mil millones de dólares), sin sacarles a los fondos nacionales e internacionales un peso de “quita”. En cuanto a los intereses, los redujo a un 3.5/4% anual - a todas luces usurario. Le quedó como premio consuelo la dilación de los plazos de pago, pero es esto precisamente lo que dispara el ajuste fiscal, porque hay que ir amontonado pesos y divisas para pagar en los nuevos tiempos establecidos. Lo mismo hizo Cristina Fernández con la deuda de la provincia de Buenos Aires, que Kicillof, su hijo adoptivo, firmó en términos iguales a los de Guzmán. Las demás provincias siguieron el trazado de este GPS. Podríamos decir que en materia de ajuste fiscal la Vice la jugó de ‘visionaria’, porque ‘acompañó’ la ley de emergencia que, en el comienzo del mandato, antes de la pandemia, dinamitó el ajuste de jubilaciones por inflación. Algo que no le ha quitado a quienes compran bonos del estado en el mercado local. La carta de la Vice no rememora la estafa que permitió al fondo Pimco trocar sus bonos en pesos a dólares al tipo de cambio oficial.
Quienes denuncian, sin embargo, a Guzmán y a CFK de ‘neoliberales’ de útlima hora, se equivocan. Estamos ante el derrumbe de una política nacional y popular – no ‘neoliberal’. Lo prueba el cepo cambiario, que implica fuertes límites al giro de utiilidades y dividendos al exterior. También las retenciones a la exportación o los cupos a la venta de carne al extranjero – para “cuidar la mesa de los argentinos”. Es un gran error de método caracterizar las políticas oficiales de acuerdo a la ‘ideología’ de quienes ocupan el gobierno. Las contradicciones del capitalismo, las crisis que engendrán y las luchas de clase y política que desatan son una veta más sólida para una caracterización adecuada que las imputaciones ‘ideológicas’. En especial con gente que fue alfonsinista, menemista, chachoalvarecista y kirchnerista. Importantes sectores de la burguesía argentina prefieren (hasta cierto punto, claro) a Guzmán que a Caputo o Sturzenneger. Guzmán, por de pronto, logró continuar la política del macrismo de convertir los salarios, en Argentina, en los más bajos de los principales países de América Latina.
Cristina Kirchner es la responsable de la elección de Guzmán como ministro de Economía. Fue lo que le recomendó el tutor del ministro, Joseph Stiglitz, un premio Nobel de Economía, a la que la Vice ha prestado una atención especial. De modo que la crisis actual ‘é stata fatta in casa’. Stiglitz, junto con otro Nobel, Paul Krugman, son pupilos del kernesianismo – ‘a la Kicillof’. Son los teóricos de la “multicausalidad de la inflación’; no la reducen a la emisión de moneda. La atribuyen al “desequilibrio macroeconómico”, lo que significa que obedece a una falta de inserción o a una inserción inadecuada de la economía nacional con la economía mundial. Lamentablemente para este grupo, la economía mundial en su conjunto se encuentra en un “desequilibrio macroeconómico” de conjunto. Para sobrevirir en este marco, el capital (algunos capitales) necesita una fuerte desvalorización de la fuerza de trabajo. Es lo que han hecho los Fernández.
Es obvio, entonces, que la responsabilidad de la derrota del oficialismo hace siete días no la tiene Santiago Cafiero, ni será superada por Wado de Pedro o Fernanda Vallejos. El “desequilibrio macroeconómico” es la contraseña nacional y popular para tener abierto el ‘mail’ del FMI. Los Fernández pueden producir un ‘minipaquete’ para noviembre, como cualquiera recurrir a una aspirina sin necesidad de receta (o algunos ‘progresistas’ a la marihuana ‘recreativa’ en el mercado negro). La crisis vendrá con los términos concretos del acuerdo con el Fondo- pero acerca de esto CFK no escribió nada por una falta súbita de tinta. La información de hoy es que el FMI exige, con mayor vigor que antes, un acuerdo ratificado por el Congreso. El capital financiero dejó de confiar en la homogeneidad del gobierno desde mucho antes del proto golpe de estado de la semana que termina.
Con una elección parlamentaria a punto de arrancar, es natural que las oposiciones se interroguen acerca de cómo hacer crecer sus votos en las PASO. Milei, por su lado, y el FITU, por el otro, ya anunciaron su candidatura para recoger los naufragios del alberto-kirchnerismo. La cuestión es, fundamentalmente, como la clase obrera y los trabajadores en general, están viviendo y asimilando la situación creada por la crisis que ellos habrían causado con sus propios votos. Es natural que una respuesta a cómo evolucionará la conciencia popular no se pueda dar en un plazo tan corto como el que falta para ir a votar de nuevo. El gobierno y el FdT no llegó aún a la UTI, pero se encuentra peleando por su salud en la sala intermedia. Habrá nuevas crisis. En el curso de la campaña electoral próxima, cuando el debate entre los frentes y partidos gane en intensidad, se podrán avanzar pronósticos acerca de los resultados. Se verá si se confirma la supuesta “indiferencia” que se atribuyó al electorado en las PASO, o si la crisis la ha enterrado con buenas razones.
En las vísperas de la nueva campaña, el único que presenta a su corriente como alternativa de gobierno o poder es el libertario proto fascista Javier Milei. El resto se encuadra en una pelea de alcance parlamentario. Esta posición es muy fuerte en JxC, que quiere evitar cualquier responsabilidad en una caída del gobierno. Lo mismo ocurre con el FITU, como lo dejó claro en las PASO – ‘tercera fuerza’. Este slogan es un modelo de lo que se llama oportunismo, porque procura explotar “el voto útil” y la oportunidad que ofrece una elección parlamentaria o de medio término. Apuntar a lo posible e inmediato choca, sin embargo, con una política que prepare políticamente a las masas para una nueva etapa de grandes crisis y de mayores luchas. Para que se separe realmente de la burguesía y se prepare para luchar por su propio poder. La conquista del poder nunca se presenta como una posibilidad inmediata si el partido no ha preparado a la vanguardia de la clase obrera y a si mismo.
Los giros políticos de las masas tienen lugar por medio de las luchas, pero también dependen del peso y la política de las organizaciones clasistas. Es necesario explicar que nos encontramos en una crisis terminal del kirchnerismo y el peronismo, que tampoco empieza ahora, y que el uno y el otro buscarán salir de ellas por medio de una alianza con el capital financiero. En cierta fase de esta crisis se planteará la cuestión de una Asamblea Constituyente soberana, pero por sobre todo el gobierno de los trabajadores. Si es cierto que Argentina asiste a una polarización política derecha-izquierda, como aventuran algunos candidatos de la izquierda entusiasmados por los resultado de las PASO, esta consigna sería más ‘oportuna’ que nunca.
Lo que caracteriza a la crisis de régimen político, en Argentina, como “histórica”, es que constituye un eslabón de una crisis mundial gigantesca del capital – sus regímenes y sus gobiernos. Como nos dijo una periodista novel en San Isidro – “¡pero entonces ustedes no están en una campaña provincial!”. Aplausos del público.