Escribe Jorge Altamira
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En 2007/8 China le hizo el ‘aguante’ a la crisis mundial que disparó el desplome de bancos en Estados Unidos y Europa (o incluso Nepal), como consecuencia del derrumbe del mercado hipotecario. En respuesta a la crisis lanzó un plan de gastos públicos del orden del 25% del PBI y autorizó una expansión monumental del crédito. Repitió de esta manera una gran performance previa, en 1997, como fue evitar la devaluación de su moneda en medio de una crisis de deuda externa privada en el Sudeste de Asia, que contuvo la ola devaluatoria en estos países. Aun así la crisis del 97 se extendió por el planeta hasta el default de Argentina en 2002. En el recorrido volteó a Rusia y a Brasil, y quebró al fondo de inversiones más grande de Estados Unidos – el LTGM. En la segunda ola sólo logró atenuar la “gran recesión” de 2009/10.
Ahora, la misma China enfrenta una crisis financiera, con repercusiones internacionales que no han demorado en manifestarse. Evergrande, el desarrollador chino más grande del mundo, marcha a una quiebra inevitable con una deuda total de u$s300 mil millones, parecida a la deuda pública de Argentina. La crisis del grupo inmobiliario se viene arrastrando desde hace tiempo, en un esfuerzo de las autoridades chinas para que los acreedores busquen refugio a la hecatombe. El culebrón parece haber terminado y los accionistas de Evergrande deberán perder la totalidad del capital, y los acreedores anotar elevadas pérdidas. Entre ellos los poderosos fondos Ashmore Group y BlackRock, y los bancos UBS, suizo, HSBC, el anglo-chino. Tienen títulos impagables por mil millones de dólares en su conjunto. Para absorber el shock, el Banco Central proveyó u$s 15 mil millones a los bancos públicos de China. A diferencia de lo ocurrido con anterioridad, ahora habrá que hacerle el ´aguante´ a China por la decisión de Biden de vender submarinos nucleares a Australia, para acordonar el litoral marítimo de la República Popular.
El derrumbe de Evergrande es, sin embargo, un operativo de estallido controlado. Ocurre que el mercado inmobiliario chino se encuentra supersaturado. El mismo gobierno quiere aprovechar la circunstancia para bajar los precios de venta y alquiler de las propiedades. La consecuencia es, sin embargo, que una liquidación de activos de Evergrande, al acentuar el derrumbe de los precios, llevaría a la quiebra a otros desarrolladores grandes que hoy tienen, a los precios actuales, las cuentas en equilibrio. Muchos de ellos cotizan en Hong Kong, que podría venirse abajo. La desarrolladora, por otro lado, tiene unos 150 acreedores de gran porte, que podrían tener que vender bonos u obligaciones privadas en su poder para resarcir a sus propios inversores. Por eso están cayendo los títulos públicos y privados en las Bolsas de los mercados periféricos. La posibilidad, por ejemplo, de que se revaloricen los títulos de la deuda Argentina se fue al diablo, y con ello la expectativa de nuevo financiamiento en caso de acordar con el FMI.
De otro lado, la reactivación económica internacional se desvanece, y con ella las expectativas de ganancias elevadas que se registran en el precio elevado y creciente de las acciones. Estas acciones, además, han sido adquiridas a crédito, contra la garantía de su alta cotización actual. Una corrida bursátil desataría simplemente una catástrofe. La chispa de ello puede ser la corrida que no puede dejar de provocar la quiebra de Evergrande. Después de todo ‘vivimos’ en un mundo ‘globalizado’, lo cual tiene sus consecuencias. En un punto de este desarrollo, los mercados financieros nacionales se podrían encerrar en sus propias fronteras.
La deuda pública de Argentina ha recibido la crisis con una caída del 3%, y cotiza como las acciones de Evergrande – al 30% de su valor de emisión. En los países vecinos del Mercosur ha ocurrido algo semejante. No es, claro, lo mejor para sostener el peso y controlar la inflación. La política provinciana de los Kirchner, madre e hijo, y de los Fernández, presidente y vice (más, ahora, un ministro de Seguridad), tiene tanto futuro como el desarrollador que ha caído en desgracia en China.