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Los humedales son aquellas zonas en donde la presencia de agua en el suelo o en el subsuelo es casi permanente, lo que se conoce como esteros, bañados, o pantanos. Pueden conservar grandes cantidades de agua de lluvia, regulando el flujo de ríos y arroyos, previniendo las inundaciones o las grandes sequías. Cumplen un rol fundamental en la reposición de aguas subterráneas, la estabilización de la línea de costa y evitar las tormentas extremas; incorporan y exportan sedimentos y nutrientes, depuran aguas y regulan el clima de la tierra y local. También absorben carbono, y proveen de hábitat a diversos organismos. Las últimas inundaciones que vimos en Europa mostraron de manera inequívoca que el “sellado” del suelo en zonas de humedales, esto es, la urbanización y la construcción en esas áreas naturales, pueden ocasionar enormes destrozos, muertes y pérdidas millonarias. Los humedales también son zonas de reserva de la biodiversidad y de miles de especies amenazadas. Incluso son zonas de refugio de ciento de miles de insectos que son necesarios para la polinización y la reproducción de especies de plantas frutales y flores. Como así medio de vida de las poblaciones aledañas.
De acuerdo a un informe oficial, el 21,5 % del territorio nacional está cubierto por estos ecosistemas, lo que representa 600 000 kilómetros cuadrados. Son ríos, lagos, lagunas, salinas, vegas, turberas y pastizales que se ubican a lo largo de Argentina, en todas las regiones. Su eliminación por la expansión de la agricultura, la ganadería, la urbanización y el crecimiento poblacional, repercute directamente sobre el cambio climático.
El pedido #LeyDeHumedales lleva más de una década. Unas 10.000 personas se manifestaron en agosto del año pasado contra los incendios en el Delta del Río Paraná, en reclamo de la aprobación de la Ley de Humedales y la unificación de todos los proyectos..
La [Ley de Humedales]((https://www4.hcdn.gob.ar/dependencias/dsecretaria/Periodo2020/PDF2020/TP2020/3819-D-2020.pdf) perdió varias veces estado parlamentario desde 2013. El proyecto prohíbe la realización de determinadas actividades que puedan resultar en daño a los ecosistemas, como la fumigación aérea. Incluye sanciones económicas y administrativasy propone la creación de un inventario de humedales. Entrega a un fondo fiduciario, o sea a capitales privados y públicos, la conservación de los humedales. Deja por completo de lado una transformación de las relaciones sociales en el m, que es donde anida la política de destrucción de los humedales. Varios financistas norteamericanos han tomado para el si el cuidado del medio ambiente, por ejemplo en Corrientes y la Patagonia, con la finalidad última de monopoliizar el destino de los recursos ambientales.
Sólo en 2020, en medio de la pandemia, hubo “más de 1.200.000 hectáreas afectadas por el fuego, miles de ejemplares de nuestra fauna muertos y cientos de casas perdidas”, indica un documento presentado por las organizaciones ambientalistas.
En el área del delta, a los casi 40.000 focos de incendios registrados el año pasado, se sumaron en 2021 más de 10.000, según los registros que lleva el museo de Ciencias Naturales Antonio Scasso de San Nicolás. En 2008, cuando el alza del precios fomentó la expansión sojera, se quemó algo parecido en superficie a la del año pasado. El ministerio de Ambiente de la Nación afirma que el 95% de los incendios son intencionales (expertosenlinea, 4/10). El mismo método se utiliza en Brasil en la selva Amazónica, expulsar pobladores de tierras en disputa, y aplanar el terrenos.
El ministro de Medio Ambiente, Juan Cabandié, partidario de pagar la deuda pública, señaló que era “imposible pagar la deuda sin contaminar”. Los ambientalistas ignoran, sin embargo, el tema. Para Sergio Federovisky, biólogo y actual viceministro de Ambiente de la Nación, por el contrario, “la agudización de los incendios forestales es un fenómeno global potenciado por el cambio climático, que genera sequías más prolongadas y mayor estrés hídrico en la vegetación” (ídem) – no por la necesidad de divisas para pagar la deuda ni por la intencionalidad de los capitales vinculados al negocio agrario (lo que incluye a los fondos que operan con materias primas.
El experto Cesar Massi, señaló que “ha quedado claro que los incendios no son naturales” y que en los dos últimos años, sequía y bajante mediante, la zona se convirtió “en un polvorín”. Massi apuntó directamente contra los productores ganaderos ya que el fuego se prende “para generar pasturas nuevas y que no se termine el pasto”. “Hay intentos evidentes de quemar grandes superficies para las vacas, puede haber algo de pescadores, cazadores o paseantes, pero visto como se quemaron los 800 kilómetros de costa santafesina del Paraná, los Bajos Submeridionales y buena parte de Corrientes, todas zonas ganaderas, está claro que las quemas son para cambiar el uso del suelo” (expertosenlinea, 4/10). Es una manera fácil de bajar los costos y de apropiarse de terrenos para el ganado.
Algo que Federovisky tiene que admitir: “Muchos de esos incendios terminan eliminando las pasturas naturales en las que comen el ganado, mientras a la par avanzan los convenios para la construcción de megagranjas y la producción de ganado que se alimente a granos”. Estos granos, como la tierra y el agua que se utilizan en la producción de alimentos que ingerimos, están llenos de agrotóxicos, pesticidas, y otras sustancias cancerígenas. Claramente, el medio ambiente es una cuestión social.