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La jornada de piquetes que protagonizaron los “Choferes Autoconvocados” en el día de ayer debe ser leída con suma atención por todos los trabajadores.
El piquetazo que ocupó la autopista Oeste, la Panamericana y el puente Pueyrredón colocó el gran reclamo que es sistemáticamente ninguneado por todas las burocracias sindicales y, por supuesto, por el gobierno – un salario básico de 150.000 pesos, lo que hoy representa una canasta familiar. En un país donde la canasta de pobreza -que no llega a la mitad de esa cifra- es naturalizada como el “salario de referencia” (y que la mitad de los trabajadores tampoco gana), los choferes colocaron en la calle el alcance verdadero de las necesidades obreras y, en contrapartida, de la degradación del salario.
En sus declaraciones públicas, los activistas pusieron de manifiesto el contraste entre, por un lado, la montaña de subsidios recibidos por las patronales, y del otro, los “aumentos” paritarios que convalidaban una caída del 13-15% en el salario real. Es un desenmascaramiento completo de la política oficial, ya que demuestra que el gasto público es un mecanismo de rescate a los capitalistas, y no al mundo del trabajo. Podrá decirse que esos subsidios permiten que el resto de los trabajadores paguen tarifas más bajas. Pero esos otros compañeros cobran hoy los salarios más bajos de las últimas dos décadas : los subsidios oficiales, por lo tanto, abaratan los salarios para el conjunto de la clase capitalista. Comenzando, como se denunció ayer por las propias patronales del transporte.
En un sentido más amplio, el piquetazo por los 150.000 pesos es una bofetada a la estéril “política de ingresos” del gobierno FF , que quiere que los trabajadores “congelen” cualquier reclamo de salarios en aras del “congelamiento” de precios que prometen Feletti-Fernández. Incluso el ultralimitado ´control´ anunciado días atrás se está escurriendo en estas horas de las manos, por una sencilla razón: el gobierno carece de la más elemental autoridad para imponerlo, en medio de los choques intestinos y de la manifiesta insubordinación de los monopolios alimentarios –como ya ocurre con Molinos. La acción de los colectiveros tiene, en este cuadro, otro significado: una fracción aún minoritaria –pero estratégica- de la clase obrera decidió tomar en sus manos la cuestión del salario, y declarar la esterilidad de los arbitrajes oficiales en supuesta “preservación del poder adquisitivo”.
La acción de los choferes debió tomar la forma de autoconvocados porque no podian servirse de su propio sindicato, cuya burocracia viene de firmar una “actuallizaciòn” paritaria a la baja y es hostil a luchar por un aumento verdadero. De todos modos, es claro que la jornada de piquetes va a sacudir a toda la UTA, y probablemente a otros gremios que están recorridos por una deliberación salarial similar. Los choferes pusieron de manifiesto la hostilidad visceral de la burocracia de Fernández hacia los trabajadores, y su complicidad con la caída del salario. Pero también, le hicieron saber a la burocracia -y al país todo- que no van a recortar sus aspiraciones a los límites que quiere imponer la burocracia.
El piquetazo del viernes no ha sido un rayo en cielo sereno: la insatisfacción de los choferes puede encontrarse en casi todos los gremios del transporte.
En la UTA se ha desatado una disputa por el control del gremio, entre Fernández y el moyanismo. Estas fracturas aparecen en numerosos sindicatos. La guerra de camarillas sin embargo, traduce un mar de fondo, porque se ha acentuado el abismo entre los trabajadores y la burocracia. Durante la pandemia, la burocracia sindical convalidó la política de presencialismo estatal y patronal, mientras se deterioraban el salario y las condiciones laborales. Los choferes autoconvocados denuncian, precisamente, el desquicio de su obra social, algo inseparable del colapso sanitario general que se puso de manifiesto en estos dos años.
El piquetazo, en definitiva, ha sido una expresión concentrada de todas las contradicciones que se incuban en el conjunto de la clase obrera. En un país dominado por las chicanas electorales y los choques políticos por “arriba”, los ´cimientos´ empiezan a hacer ruido por abajo. Discutamos en todos los sindicatos las implicancias de la acción de los choferes. Necesitamos deliberar y resolver un programa, en un congreso obrero.