Silvia o "La Carbone" (Silvia Marcela Carbone)

Escribe Pedro Verasaluse

Tiempo de lectura: 1 minuto

Así te llamábamos.

Te conocí inesperadamente. Eras contacto de Adrián.

Yo tenía una responsabilidad: organizar, en la Facultad de Filosofía y Letras, a la Unión de Juventudes por el Socialismo. No dudé, ante tu inquietud política, en incorporarte a las filas del Partido Obrero. Lo demás vino solo.

El Centro Universitario Dr. Julio Prebisch de la UNT (Facultades de Filosofía y Letras, Psicología y Odontología) ya contaba, ahora, con tres militantes que parecían decenas.

De un liderazgo natural, en su casa aglutinaba, en reuniones sociales, a sus compañeros de carrera, a la que rápidamente nos integramos.

Abrimos, sistemáticamente, el trabajo en la Facultad de Psicología. Más tarde ese trabajo, realizado sobre bases socialistas, va a tener su fruto: la conquista de la dirección del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras. Con el tiempo nos hicimos amigos.

Su primer golpe personal fue el fallecimiento de su padre. Pero vino, luego, su hija Carolina. Su convencimiento político, en el tiempo, la llevó a ser una de las principales constructoras, en múltiples tareas, de nuestro Partido Obrero (hoy Tendencia).

Su casa, nuevamente, para los militantes, fue refugio y espacio para creaciones, risas y debates.

No se repuso de otro golpe personal: la partida de su hermana.

Como profesional de la salud mental fue íntegra y de gran agudeza intelectual, junto a su conocido toque de humor e ironía.

Fue dirigente en el movimiento de mujeres y parte de sus conquistas y de los trabajadores.

Ocupó el cargo de Secretaria de Asuntos Profesionales en el Colegio de Psicólogos de Tucumán.

En palabras del propio colegio: “una luchadora tenaz por la defensa de nuestros derechos”.

“Una madre valiente, una compañera sensible y solidaria a la que extrañaremos”.

Hasta acá una pequeña y arbitraria parte de su gran historia. Queda una enorme amistad compartida con Adrián y Verónica.

Alguien que yo quiero decidió hacerse ausente. Me agrede, ahora, un resto de soledad.

Hasta la victoria siempre, Silvia.

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