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La inflación de diciembre que publica el Indec ha sido calculada en 3,8%, totalizando desde marzo pasado un acumulado de 40% en 9 meses. Hoy, la canasta familiar de la Ciudad se calcula en $179.320,60; es lo que necesita una familia con 2 hijos para pagar alimentos y servicios (Cesyac).
En el subte, la actualización al bolsillo desde la última revisión debería ser cuanto menos del 9%, ello sólo para equiparar “entre puntas” la inflación con los aumentos salariales. Pero además, debería compensarse el desfasaje que provoca ir “por detrás” de la inflación en las actualizaciones salariales. Un bono de compensación por ese desfasaje debería ser del orden del 80% de un salario mensual. Agreguemos que queda pendiente el 18% que tuvimos de pérdida desde la paritaria anterior, y el bono por “cambio de empresa” que se discutió en el plenario de delegados.
La empresa se había comprometido a someter a la paritaria a revisión, y el sindicato lo ha reclamado en la Subsecretaría Laboral de la Ciudad. Pero la empresa no ha respondido aún. Por el contrario, está embarcada en una política de provocaciones a los trabajadores, mientras elude los reclamos cruciales relacionados con la salud y salario.
La situación salarial de todo el movimiento obrero está colocada en el tapete, pues la inflación ha pulverizado todos los aumentos pactados y también los bonos. El contexto coloca la lucha por el salario en el centro de la escena, pues la inflación anualizada no baja del 50%. Los cierres de las paritarias que vencen en marzo coinciden con el momento decisivo de las negociaciones con el FMI.
Es necesaria la convocatoria del cuerpo de delegados del subte para dar una respuesta al golpe de las patronales y el Estado a las licencias Covid, que ha derribado la política de testeos y aislamientos en aras de sostener a toda costa la presencialidad plena. Y, al mismo tiempo, defender el bolsillo de los trabajadores frente al cuadro inflacionario en ascenso.
