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"El buen patrón" es el nuevo film del director Fernando Leon de Aranoa, protagonizado por un maduro Javier Bardem que encarna a Blanco, un influyente empresario dueño de una fábrica de balanzas industriales en una ciudad española. El industrial espera la visita inminente de una comisión que definirá si merece ser el poseedor del premio a la excelencia empresarial.
Desde que recibe esta noticia Blanco se introduce en una sucesión de eventos desafortunados. En el intento de que todo salga perfecto frente al jurado, va develándose como el patrón que vende la fachada de un emprendimiento basado en la gran familia de empleados, a base de "Esfuerzo, equilibrio y fidelidad". En la trastienda, es la expresión pura y dura del capitalista que hace lo necesario y más para que el negocio subsista y prospere. Desde el despido y extorsión al personal a la traición abierta a su mano derecha y a su esposa.
La imagen de la balanza nivelada por medio de una bala para que la medida sea exacta, es la metáfora que condensa el nudo de la película: se retrata un mundo que siempre queda balanceado para el lado del patrón y en contra de los trabajadores, por medio de métodos violentos velados bajo la idea de "libertad laboral". Una crítica social aguda, satírica y tragicómica al régimen social en el que vivimos lograda con la excelencia de actuaciones sobrias y medidas y una dirección que logra condensar el punto crítico de las relaciones capitalistas entre explotadores y explotados.
Javier Bardem muestra la contracara del papel que, también bajo la dirección magistral de Aranoa, encarnó en 2003 en el film "Los lunes bajo el sol". En esa ocasión, se metió en la piel de Santa, trabajador desocupado tras los despidos con manifestaciones en el astillero en Vigo dando cuenta de una situación de paro generalizado y de incertidumbre laboral años después de la llamada “reconversión industrial” en España. Ambas películas pueden leerse como dos caras de una misma moneda: el mundo del trabajo asalariado desde la óptica del trabajador en un caso y desde la del capitalista, en el otro.
A lo largo de una semana laboral, muestra la alienación en todas sus aristas, y nos hace reír e indignarnos en vez de llorar.