Escribe Matias Melta
Alerta Spoiler.
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Guillermo Del Toro, director mexicano de grandes filmes como “La forma del agua” -ganadora a mejor película en los premios Oscar del año 2017- y “El laberinto del Fauno” -esa obra maestra/fábula realista sobre la guerra civil española- estrenó “El callejón de las almas perdidas”. En un intento de dar un vuelco en la temática fantástica que sobrevuela su filmografía, entrega una cinta regular -o completamente irregular- que en sus 140 minutos de duración no encuentra brújula alguna que la salve de perderse por caminos tediosos, predecibles e inacabados, incluso contando con un excelente elenco.
En 1939, Stan -Bradley Cooper- escapa de un pasado incendiario, recayendo de casualidad en un circo/feria de pueblo. En el mismo hay todo tipo de atracciones, además de distintos tipos de “freaks”, como un hombre “bestia” que vive encerrado y come gallinas vivas para la sorpresa y morbo del público, un hombre “híper musculoso”, una mujer que -falsamente- maneja grandes proporciones de electricidad sin electrocutarse, y otros. A Stan, el dueño del circo -Willen Dafoe- le propone que se quede a trabajar allí y acepta. Se acerca a Zeena, una pitonisa que lee el tarot -Toni Colette- y su alcohólico y golpeado compañero, un falso mentalista que ha perfeccionado un espectáculo con diversos trucos y recursos para hacer creer que lee la mente y que se comunica con espíritus. Stan los aprende y parte rumbo a Nueva York junto a Molly, su enamorada, la “chica de la electricidad” -Rooney Mara- prometiéndole una gran vida en base a realizar un espectáculo-estafa similar. Dos años después el éxito ya ha tocado sus puertas, pero con la aparición de una misteriosa y seductora psicoanalista -Cate Blanchett- se enciende en Stan la más poderosa codicia y ambición y es así que su pasado vuelve, para cobrarse sus deudas.
“El callejón...” es una adaptación de la novela de 1946 de William Lindsay, que fue llevada a la pantalla por Edmund Goulding en 1947. Del Toro escribió el guión de la película junto a su compañera Kim Morgan.
El director y guionista lleva muchos años realizando películas sobre monstruos o criaturas extrañas, donde casi siempre el mensaje es el mismo: el peor monstruo es el ser humano, con su parte oscura y maliciosa. Que en “El callejón...” haya dejado lo fantástico de lado para probar este último punto, horrorizado según él por la era Trump, podría haber sido un buen puntapié inicial, porque parte de la base del quiebre de su “zona de confort artística”. Pero, lamentablemente, entrega una de sus cintas más pobres en todo sentido, en su más de tres décadas de cineasta.
Es que Del Toro intentó en “El callejón...” ser contundente en su forma de relatar las profundidades del alma atormentada de personas perturbadas, pero no lo logró. La cinta es, en principio, una reversión del viejo Cine Negro o Film Noir, aquel que en los años 40s y 50s seguía a detectives y “malvivientes” en calles sombrías, con tramas dotadas de suspenso. También toma muchos elementos del Neo-Noir -nacido en los 60s como renovación del antes nombrado- y del thriller psicológico.
El film avanza -demasiado- lentamente, seguramente por querer seguir lineamientos de los géneros nombrados, mostrándonos cómo Stan se va sumergiendo en su oscuridad. Pero esa lentitud, que podría haber sido un aspecto positivo, se convierte en algo tedioso, porque Del Toro nunca logra siquiera acercarse a las buenas cintas de estos géneros hermanos. Es así que la trama se va desluciendo a paso de tortuga mientras intenta desmembrar cuestiones dramáticas y nada sencillas -individuales y sociales- como la pulsión de muerte, la guerra y sus terribles consecuencias en quienes la vivieron, las adicciones, el poder de la sugestión y el psicoanálisis, las infancias quebradas o los asuntos hondamente dolorosos nunca cerrados con padres y madres.
Pero todas estas temáticas le quedan grandes a la película, siendo solo presentadas en superficialidad, cuando precisan de lo contrario. “El callejón...” ni siquiera cumple más formalmente lo que respecta al suspenso: los giros aúnan menos de lo que prometen y terminan siendo previsibles, y los pequeños “flashbacks” evidencian -aún más- lo que ya es evidente. Incluso cuando la trama empieza a llegar a su fin y aparece algo de acción, la misma se desinfla rápidamente. Ni las variaciones de planos -porque no se encuentra una verdadera homogeneidad en este sentido- ni la dirección de fotografía ni la dirección de arte -tan importantes ambas en los films de Del Toro- salvan a la película de la flaqueza. Incluso un actor mayúsculo que ha hecho grandes papeles en películas dramáticas como Bradley Cooper -el protagonista- aparece durante el film completamente deslucido y sin el brillo que lo caracteriza.
Si bien la Segunda Guerra Mundial se encuentra de fondo, Del Toro no ahonda en nada relacionado directamente a lo político, como sí lo había hecho en “La Forma del Agua”, una bella y dura oda al amor y a la diversidad, que fue en su momento una especie de respuesta a la retórica fascista y xenófoba de Trump. Pero lo más probable es que ni siquiera sumando este elemento más notoriamente -que maneja de un modo original y con maestría- hubiera logrado que “El callejón...” no naufrague y termine en el fondo de su filmografía. Un tropezón no es caída. Esperamos un próximo Del Toro poderoso, como nos tiene casi siempre acostumbrados.