Guzmán-Congreso, episodio de una crisis de poder

Escribe Marcelo Ramal

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Cualquiera podía pensar que la interpelación de los diputados a Martín Guzmán tendría su eje en la llamada “letra chica” del acuerdo con el Fondo, o sea, en los aspectos técnicos o numéricos En cambio, lo que se desarrolló en el interrogatorio al ministro “económico” fue una colosal crisis política. El acuerdo está redactado, pero el régimen político que debería llevarlo adelante se encuentra en ruinas.

De todos modos, en cuanto a los números, quedó claro, porque el alcance del tarifazo es muy superior al previsto, y podría serlo todavía más. Las “segmentaciones” anunciadas por Guzmán desnudan un aumento que, en promedio, estará entre el 75% y 80% para el gas y la luz. Pero los "anexos" del acuerdo prevén que esa estrategia se “adapte” a la disparada de los precios internacionales de la energía. El FMI no autoriza, en ese caso, un aumento de los subsidios, sino un tarifazo mayor al comprometido en el acuerdo. Guzmán no pudo informar cuál es el valor que alcanzará la “tarifa plena” (sin subsidio) que pagará un 10% de la población de mayores ingresos, donde figurarán muchas familias que apenas superan la canasta familiar.

En relación a las chicanas económicas, Laspina y Guzmán se trenzaron en una mediocre disputa en torno a otra bomba de tiempo- la deuda del Banco Central. Guzmán impugnó que “se contabilice en dólares una deuda que está en pesos. El ministro ocultó –y nadie lo puso de manifiesto- que el acuerdo con el FMI establece el traslado de esa deuda al Tesoro, que indexa su deuda al dólar o a la inflación. La indexación de una moneda supone la creación de una segunda moneda, que no pierde su valor de mercado, a diferencia de la primera. El ajuste al dólar establece una moneda dolarizada, de modo que en Argentina circulan tres monedas: el peso, el peso ajustable y el peso dolarizado. Con el primero se pagan los salarios y con los otros se calculan los precios y la rentabilidad empresaria. La confiscación de la fuerza de trabajo, que en otros países es disimulada con la igualdad monetaria de todas las clases sociales, en Argentina es oficial y asegurada por un acuerdo internacional con el FMI. Guzmán, sin advertir que estaba confesando un delito penal económico, se autoelogió por “desactivar la bomba de tiempo”, en referencia a los 10.000 millones de dólares que los fondos internacionales convirtieron en pesos para aprovechar la mayor tasa de interés que regía en Argentina respecto al mercado internacional. Después de haber perorado acerca de no confundir una deuda en dólares con una en pesos, hizo lo mismo que sus rivales, para justificar el pasaje de los bonos en pesos de esos fondos a bonos en dólares, al tipo de cambio oficial, un 60% más barato que el financiero. Pimco y Templeton, los fondos beneficiados, pero en especial Templeton, comparten negocios con Luis Caputo, el ex ministro macrista que llevó a Argentina al FMI.

Leyes y acuerdos

Pero el eje del debate transitó por otro carril. Laspina, la principal espada macrista, volvió a rechazar a la ley “en paquete”: pretende votar el acuerdo de refinanciación de la deuda con el Fondo, pero no los anexos que definen el acuerdo de medidas económicas. Guzmán, que respondió con evasivas a muchas otras preguntas, se tomó en este caso todo el tiempo del mundo para responderle que no acepta "desdoblar" el acuerdo – quiere las huellas digitales del macrismo en todo el paquete. Según el periodismo, el "desdoblamiento" divide al gabinete nacional. Manzur o Massa, quieren conceder al reclamo macrista sin más trámite para obtener la aprobación de Diputados, cuando un ala del kircherismo anunció la abstención. Es probable, sin embargo, que Guzmán, al defender a rajatablas el “paquete”, se haya limitado a transmitir la posición del Fondo Monetario, en cuyo caso los macristas recularán en chancletas, salvo que la exigencia del FMI sea una provocación para abortar el acuerdo y precipitar, a corto plazo, la expulsión de los cristinistas del gobierno, o la caída del mismo gobierno.

Como se sabe, el directorio del organismo sólo aprobará el acuerdo después de que lo haga el Congreso argentino. En ese caso, el acuerdo “volvería” a la Argentina, no sin antes operar una crisis de gabinete o incluso de gobierno. Los radicales y los lilitos de JxC están dispuestos a votar lo que sea, de modo que el interrogante es si el Pro se corta solo, en cuyo caso puede romperse. La crisis política ha colocado a los “autoritarios” del FdT implorando la salida del paquete fondomonetarista por “consensos parlamentarios”. La otra alternativa es que el paquete fondomonetarista salga por decreto. Semanas atrás, Macri recibió al embajador norteamericano, cuando se supone que el diplomático persuadió al PRO de habilitar finalmente la votación del acuerdo.

Izquierda

En este debate, Myriam Bregman, del PTS-FITU terció de un modo peculiar. Concentró su intervención en un ataque al macrista Laspina, quien finalmente no es el que llegó al acuerdo con el FMI. Le reprochó a Laspina la propuesta de que el acuerdo salga por decreto; si el acuerdo va a salir de todos modos, debe haber pensado Bregman, que por lo menos se salven las normas democráticas. Pero una entregada "democrática" es más nociva que una entregada autoritaria. El planteo de la diputada del FIT-U recorta la responsabilidad política de los Fernández –por eso recogió aplausos entre los diputados oficialistas, y el estiletazo del inefable Iglesias, que la acusó de “funcional al peronismo”.

El PTS, desde los tiempos de Macri, ha reclamado que “la deuda sea tratada en el Congreso”. Incluso en este caso, el acuerdo que se vote debe ser avalado por el directorio del FMI, o sea las potencias de la OTAN. El cretinismo parlamentario, cuando llega a un cierto punto, se convierte en contrarrevolucionario. La ley que obliga al voto del Congreso se llama “Fortalecimiento de la Sostenibilidad de la Deuda Pública”, un título de jerarquía legal que se le pasó por alto a la siempre memoriosa abogada. El PTS y el FIT-U han tomado partido por uno de los campos en pugna – debido, con toda seguridad, a un mal cálculo electoral. El voto del Congreso ha sido una exigencia del FMI, que no imaginó, largos meses antes, que el asunto iba a poner luz a una crisis política La izquierda democratizante es incapaz de levantar un planteo de independencia política.

Perspectivas

Esto ocurre con el telón de una guerra mundial, que ha derribado todos los presupuestos de recuperación económica en el marco de la "nueva normalidad", o convivamos con el Covid 19.

La jornada de movilización de este jueves 10, a la que concurriremos con todas nuestras fuerzas, es apenas una antesala, como tantas otras manifestaciones, de una etapa de crisis de poder y de rebeliones populares.

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