El PTS: una posición reaccionaria frente a la guerra OTAN-Rusia

Escribe Julián Asiner

Tiempo de lectura: 9 minutos

En las últimas horas, Putin intimó a pagar el gas ruso en rublos, so pena de dejar sin suministro a la Unión Europea y otros países declarados “hostiles”; Biden respondió liberando 280 millones de barriles de crudo de la reserva de EE. UU.; la UE amenazó a China con una fuga de inversiones si no se alinea contra Putin; Zelensky llamó a boicotear a las empresas francesas que siguen actuando en Rusia; Xi Jinping denunció la “instrumentalización de la economía global como arma” y el intento de conformar una ´OTAN asiática´; Biden puso a miles de marines a entrenar en Filipinas; Putin y la OTAN cruzaron amenazas sobre una guerra nuclear; los ucranianos desplazados de sus hogares ya superan los 10 millones. Desde Rumania, los países Bálticos, Polonia e incluso dentro del territorio de Ucrania, se envían armas cada vez más sofisticadas y se entrenan militares ucranianos y legiones extranjeras. 20 mil solidados ucranianos se encuentran desplegados en combate en la región de Donbass, con apoyo logístico de la OTAN, desde 2014. Los oligarcas principales de Rusia han visto expropiados parte de sus bienes y capitales, y el mismo Banco Central ha visto confiscadas sus reservas, en el orden de los 300 mil millones de dólares. Putin ha comenzado a nacionalizar capitales extranjeros. India, China, Sudáfrica y Brasil se han opuesto a condenar la invasión de Ucrania, y la mayor parte de ellos ha establecido sistemas de canjes de divisas nacionales para eludir el boicot norteamericano.

Este repaso describe un cuadro de guerra mundial, que se encuentra sólo en sus comienzos, de un lado porque la guerra en Ucrania se ha acentuado e incluso han comenzado ataques aéreos de Ucrania contra territorio ruso. Crece, en la prensa, la advertencia acerca del uso de armas nucleares, llamadas ´tácticas´, por parte de EE. UU. y Rusia. La prensa rusa anticipa la anexión inminente de Otesia del sur y Abjasia, en territorio de Georgia, a Rusia, y lo mismo con Trasnitria, en Moldavia, y también se advierte una invasión inminente de Rusia para capturar Odessa.

Los editores de La Izquierda Diario no ven todo esto de la misma manera; por un lado, caracterizando que el mundo asiste a otro ”conflicto localizado”, donde, por otro lado “el elemento central de la guerra actual” es la autodeterminación de Ucrania (sic, LID 6/3). Tras la crítica que hicimos desde estas páginas, otro artículo del PTS, firmado por Diego Lotito, se adentra con nuevos pasos en el laberinto. Adelantemos, de todos modos, que si la caracterización del PTS fuera apropiada, la autodeterminación de Ucrania sería el derecho de ésta a incorporarse a la Unión Europea y a la OTAN, como lo vienen reclamando sus autoridades desde hace mucho más de una década. En la guerra actual, el derecho a la autodeterminación por la que pelean las fuerzas armadas de Ucrania es ese mismo: a someter su independencia nacional a la tutela imperialista de la OTAN y la Unión Europea. Esto quiere decir a aceptar bases militares extranjeras, a ir a la guerra cuando así lo decidan las grandes potencias y por supuesto a someterse a las reglas de privatización imperantes y a los dictados del BCE y del FMI. Como se puede ver, el derecho a la autodeterminación, en una guerra que es precisamente mundial, es el derecho a elegir el opresor.

A la izquierda que satura sus artículos de citas que no ha comprendido ni en su texto ni en su contexto se le escurren las ideas más elementales, como esta, de que no existe en Ucrania una guerra nacional independiente de la guerra que se libra entre Rusia y la OTAN. El enfrentamiento entre Rusia y la OTAN tampoco es “por Ucrania”. En lo que hace al imperialismo mundial, Ucrania es ya una semicolonia, bajo las órdenes del enésimo plan del FMI y el crecimiento avasallante de los capitales extranjeros y la Cámara Americana de Comercio. Tampoco a Rusia, porque un pedazo de territorio y un mercado empobrecido no justificaría una guerra de las dimensiones que ha alcanzado. En Ucrania se disputa algo infinitamente más estratégico, como es el balance de fuerzas entre el imperialismo mundial y Rusia, China y otros estados de Asia Central y Medio Oriente. Es una guerra por el monopolio del gas y del petróleo, del litio y de numerosos minerales raros y por el espacio exterior. La guerra ha mostrado otra disputa estratégica, a saber, el control de Europa por parte de Estados Unidos, cuando la primera intentó organizar una alianza duradera con Putin y la segunda impulsó el Brexit, para quebrarla por dentro. Trump y Biden lograron parar el funcionamiento del gasoducto Nordstream2, desde antes de la guerra, y la convirtieron en una de las causas eficientes de ella.

¿Alguien en su sano juicio puede concebir que la magnitud de las armas empleadas en el plano militar y económico se deba a una disputa por la "independencia de Ucrania"?

Por inverosímil que parezca esta desproporción, ella es la que compraron los dirigentes del PTS a sus universitarios y colegas. Es la caracterización de la OTAN: una guerra por la independencia, la democracia y la libertad, a la que apoyan con miles de millones de dólares. El presidente del Consejo Europeo admitió el altísimo costo que las sanciones impuestas a Rusia tienen para Europa, pero afirmó que son “el precio por defender la libertad y la democracia”; lo mismo responde Biden a los piquetes que se forman en California contra el aumento del precio de la nafta. No opinan lo mismo la francesa Total ni el sionismo israelí; la primera, porque ya se retiró de Irán y de Venezuela por presión norteamericana, para verse reemplazada por Chevron. Israel, por su lado, es el paraíso fiscal de los oligarcas rusos y cuenta además con la colaboración del Kremlin para bombardear a las tropas de Iran y Hezbollah en Siria. A los periodistas de LID se les escapan tres dimensiones históricas de esta guerra, o sea, todas: 1. Es una ramificación histórica de la disolución de la URSS y de la remodelación capitalista del ex espacio soviético; 2. Es, después de Hiroshima y Nagasaki, la primera guerra que envuelve a potencias nucleares, que advierten además que harían uso de ellas si se presentaran peligros “existenciales”; 3. Que los alineamientos internacionales de fuerzas ocupan todo el globo, pero pueden modificarse con el desarrollo de la guerra misma y de la lucha de clases que engendre la miseria social y la masacre humanitaria que ha generado.

Lotito desacredita el planteo de que estemos ante una “guerra mundial no declarada”, y hasta nos imputa no “distinguir la guerra de la paz”. Se desprende de aquí que Lotito cree que nosotros vemos una guerra donde sólo reina la paz, o en todo caso que no vemos el mundo de paz que rodea a esta guerra focalizada. La pifia en las dos alternativas; el mundo no está en paz, como lo demuestran varias guerras y como lo demuestra el aumento impresionante de los gastos militares y de las transferencias de armas. Para el Financial Times, el rearme alemán ha modificado “la configuración corporativa” de ese país, que ahora gira en torno a la industria militar. Educado fuera del ámbito del marxismo, Lotito cree que es fundamental distinguir la guerra de la paz y no la conexión entre una y la otra, como lo haría un materialista dialéctico. En la época imperialista esto es más necesario que nunca, porque las guerras imperialistas se incuban en las paces imperialistas; por ejemplo, la guerra actual se engendró en la disolución de la URSS, que debía terminar con todas las guerras y por de pronto con la disolución de los bloques militares en pugna: el Pacto de Varsovia, de una parte, y la OTAN, de la otra. ¿Qué sembró la segunda guerra mundial, sino el pacto de paz de Versalles, en 1919? De paso, ¿cuándo comenzó esa segunda guerra: cuando Francia y el Reino Unido la declararon en 1939; antes, cuando Hitler ocupó parte de Checoslovaquia y Austria; mucho antes, cuando comenzó el rearme alemán; o bastante después, cuando Hitler atacó a la URSS y Japón a Estados Unidos? Lotito no se especializa sólo en distinguir la guerra de la paz, sino que tiene parámetros para determinar cuándo comienza una u otra. Ignora las conexiones de una espiral de confrontaciones militares de contenido mundial. LID abandona un material de conocimiento, si es que alguna vez supo algo de él, la dialéctica, cuando más se necesita de ella. Lo que demuestra la guerra actual, de un modo claro y definido, es que el desarrollo ´pacifico´ que tuvo la disolución de la URSS era una ilusión histórica; que un gran episodio histórico como la expropiación del capital, a través de guerras civiles e internacionales, no puede ser revertido en todo su alcance, sino por medio de guerras civiles e internacionales.

La independencia de Ucrania es una cuestión fundamental para el desarrollo libre de Ucrania y las masas ucranianas, pero no es el factor central de esta guerra, que es una guerra internacional de carácter imperialista. La necesaria independencia de Ucrania se hará viable mediante la derrota de la OTAN y de Rusia, a manos del proletariado mundial y los trabajadores de la mayoría de los países. La guerra de clases internacional contra la OTAN y Putin es la única que permitirá imponer la vigencia de la autodeterminación nacional, incluido el derecho a la independencia e incluida la unidad de todas las naciones a formar una Federación Internacional de Repúblicas socialistas.

Ucrania tuvo un trabajoso desenvolvimiento nacional a lo largo de la historia. Dominada en distintos momentos por Austria, Polonia, Alemania o Rusia, logró conformar un movimiento nacional de forma tardía, cuando ya la revolución socialista tomaba la delantera en poner fin al imperio zarista. La guerra actual pone de manifiesto el carácter reaccionario del planteo nacional, si no se emancipa de su envoltura capitalista. Para gran parte del pueblo de Ucrania el ingreso a la UE es la única perspectiva de desarrollo nacional. Pero para entrar a la UE, Ucrania debe seguir bajo la tutela del FMI, privatizar la economía por completo e incluso meter presos a algunos oligarcas ´nacionales´ a los que la UE acusa de saquear las finanzas públicas. La UE, en su conjunto, se encuentra en declinación.

El crimen de Putin es, de una parte, que con su invasión acentuó las tendencias ´nacionales´ hacia la UE. Infinitamente más grave es que ha producido una fractura colosal entre las masas rusas y ucranianas, que solamente se podrá superar por una política revolucionaria contra Putin, en Rusia, y contra la OTAN. La ocupación militar opera como un gigantesco freno a la revolución europea. Fuimos los primeros en denunciar que la invasión de Putin era “funcional a la OTAN”.

La “autodeterminación” de Lotito lleva al PTS a una ciénaga. El PO, desde siempre, y Política Obrera, hemos planteado la independencia socialista de Ucrania. La autodeterminación es la consigna de las pseudo repúblicas de Donesk y Luganks, cuyo propósito es poder separarse de Ucrania si no obtiene un status separatista dentro del territorio ucraniano. Las organizaciones morenistas, como el PTS, han defendido a ultranza la consigna de autodeterminación, por ejemplo, cuando impulsaron la desintegración de Yugoslavia. La autodeterminación, como consigna en esta guerra, es admitir la integración a la OTAN y convierte en pro-imperialista a una guerra de connotaciones nacionales para las masas ucranianas. Pero ahora Putin pretende una ocupación permanente de la región del Donbass para consagrar el ´derecho´ de autodeterminación de sus poblaciones, incluida la integración a Rusia o la simple separación del conjunto de Ucrania. Como Lotito y el PTS tocan la autodeterminación de oído, acaban acoplándose a las dos ´autodeterminaciones´ -una de la OTAN, la otra de Putin- lo cual daría un resultado ´maravilloso´ para Izquierda Diario, a saber, que la OTAN y Putin organicen una “paz”, que sería distinta de la “guerra”, Lotito dixit, mediante la destrucción de los derechos de Ucrania a una independencia completa en la totalidad de su territorio histórico. En este punto reivindicamos la Unidad e Independencia Socialista de Ucrania. La unidad sin sujeciones ni condicionamientos.

Nuestro crítico invoca la necesidad de “fuerzas morales” para abordar la guerra. Nuestro acuerdo, en este punto, no podría ser mayor. Sólo que para nosotros la “fuerza moral” es el internacionalismo y para el PTS, en cambio, el nacionalismo, la multiplicidad de autodeterminaciones nacionales (¿también para los kelpers?).

Nuestra “fuerza moral” para intervenir en esta guerra es internacionalista, no nacionalista. Pasa por la lucha internacional para derrotar la masacre humanitaria de la OTAN y de Putin, única vía para la independencia y la unidad socialista de Ucrania, por la unidad de la clase obrera rusa y ucraniana, por una república socialista mundial de consejos obreros y de trabajadores.

Para terminar, dedicamos al PTS y a su grupo de ´editores´, que nos adjudican el mote de ´campismo´ (el campo de la OTAN versus el campo de Rusia, en detrimento de los intereses de Ucrania) esta caracterización de Trotksy cuando la invasión soviética de Finlandia en 1939/1940:

“En una guerra mundial, enfocar el tema del destino de las naciones pequeñas en términos de ´independencia nacional´ es mantenerse dentro de la mitología imperialista (…) La independencia de Finlandia o Noruega, la defensa de la democracia, etc., aunque sean cuestiones importantes por sí mismas, están ahora supeditadas a la lucha de las fuerzas más poderosas del mundo. Debemos discutir estos factores secundarios, pero debemos construir nuestra política en base a los principales”. Es un proceso que “debe tomarse tal y como emerge del implacable laboratorio de la historia, y no como lo imaginó un profesor ´socialista´, mientras se hurgaba reflexivamente la nariz”.

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