Teatro: “Chicos de Varsovia”

Escribe Diego Rojas

La mayor rebelión contra los nazis durante la II Guerra.

Tiempo de lectura: 4 minutos

Año 1939. El ejército alemán nazi del Fuhrer Adolf Hitler inicia la Segunda Guerra Mundial mediante la ocupación de Checoslovaquia y la división con la Unión Soviética de Stalin de la geografía de Polonia, en honor al Pacto de Paz con los fascistas firmado en Moscú. Polonia tenía un carácter estratégico para los alemanes, ya que era una de las puertas de entrada hacia Europa del Este, un objetivo medular de los nazis que en junio de 1941 lanzarían la Operación Barbarroja cuyo fin era ocupar y someter a la Unión Soviética. Stalin, que sostenía que un ataque de tal naturaleza por parte de Hitler era una operación de desinformación de los ingleses, vio en los hechos cómo se deshacía su espurio Pacto de No Agresión. Si bien los nazis no lograron, como pensaban, ir de paseo bélico y vencer a la URSS, pudieron ocupar gran parte del Este, instalaron allí los campos de exterminio más bestiales y redujeron a la población judía (junto a gitanos, homosexuales y otros grupos ajenos al ideal ario) al estado de la muerte. Polonia ocupada desde un primer momento no fue ajena a este accionar del fascismo: quedan Auschwitz y otros campos de exterminio para dar cuenta de la política nazi, pero también queda la rebelión en 1941 del gueto de Varsovia, principal alzamiento judío contra ese estado de las cosas, como un grito de la resistencia aún en las peores condiciones, el rebelarse como último acto, más allá de la imposibilidad de un triunfo, como un acto revolucionario de dos meses que mostraría al mundo, a la Europa ocupada por los nazis, que era posible intentar una vez y otra vez más y, así, cada vez mejor el levantamiento contra la opresión asesina.

Año 1944. Desde el 1 de agosto hasta el 2 de octubre de ese año se realizaría el levantamiento más grande ocurrido durante la Segunda Guerra contra los nazis. Varsovia fue recuperada literalmente por el Armia Krajowa (Ejército Nacional), una organización armada de estructura militar y carácter clandestino cuyos mandos respondían políticamente al gobierno polaco burgués en el exilio en Londres. Tres meses de rebelión contra el invasor fascista. Tres meses de un alzamiento de masas que hizo temblar los cimientos de la Polonia misma. Traicionada desde el comienzo mismo por Stalin, luego la rebelión se desarrolló. Miles cayeron. Si el Ejército Rojo hubiera brindado apoyo militar al alzamiento, tal vez no hubieran debido morir tantos. Ni ser derrotados. Ni fallecer tres hermanos bajo la bota nazi, y su recuerdo quizás perderse, de no ser que, en Buenos Aires, una periodista preguntara por esos antepasados suyos, matados en el pleno estado de la rebelión.

En líneas generales, así se podría señalar el comienzo de Chicos de Varsovia, la obra teatral dirigida por Dennis Smith y protagonizada por Laura Oliva -basada en el libro del mismo nombre de Ana Wajcszuk-, una esplendorosa puesta teatral de la temporada que se pone en el Cultural San Martín hasta el 24 de abril y que logra contextualizar un hecho político militar de trascendencia histórica con la emotiva búsqueda de los rastros de tres hermanos, de 15, 18 y 20 años, asesinados por los fascistas mientras resistían la ocupación del nazismo en su ciudad.

Ana, la periodista, se obsesiona con aquellos antepasados cuya historia desconoce. Investiga. Se comunica con un viejo pariente en Nueva York que será el Virgilio de su viaje a la distancia, ya que convence a su madre de ir a Polonia para encontrar el rastro de los suyos. En ese trayecto recuperará testimonios sobre sus viejos parientes, más jóvenes que ella al morir, conocerá donde yacen los restos en tumba colectiva de uno de ellos, aprenderá de una sobreviviente el horror sometido por los nazis a la hora su triunfo y el escarmiento sobre los rebeldes. El relato teatral abrevará en una escenografía mínima y utilitaria y escenificará el espíritu del alzamiento mediante coreografías con la música más contemporánea, con el rastro de una fiesta electrónica llena de la alegría del saber que se lucha por una causa justa, contra el invasor.

La Unión Soviética de Stalin había traicionado de un modo inconmensurable a los polacos en función de hacer valer su pacto de no agresión Ribbentropp-Molotov, firmado en Moscú con el auspicio de "el padrecito de los pueblos". La URSS había tomado miles de soldados polacos como prisioneros desde 1939 hasta que fueron liberados una vez que Alemania intentó atacar al país de los soviets -como fuera llamado alguna vez-.

Por otro lado, el rol de los polacos frente a los judíos que vivían en ese territorio estuvo plagado, en términos históricos, de pogroms y otras acciones que mostraban un atraso cultural e histórico por parte de una población que habia sido educada en el antisemitismo. Ese aspecto sobre la cuestión judía no era ayudado por los judenratt, las autoridades judías que negociaban un exterminio más suave para los suyos, o el establecimiento de una policía judía en el gueto para arrestar a los judíos sospechosos. La guerra pone al descubierto al hombre en las facetas más oscuras y complejas. Entonces, ¿cómo asimilar a ese hombre si no se lo trata de explicar?

En tercer lugar, al iniciarse el alzamiento de Varsovia, las tropas del Ejército Rojo se encontraban a decenas de kilómetros. El 16 de septiembre los soviéticos sólo debían cruzar el río Vístula para liberar Varsovia. Se detuvieron. No avanzaron. Stalin prefería que la sublevación fracasara para poder gobernar Polonia con un gobierno títere, como sucedió en la posguerra. El alzamiento fue derrotado. Hubo 250 mil civiles muertos, el 85 por ciento de Varsovia fue destruido. Las tropas de Stalin no cruzaron el río.

La obra es maravillosa. El espectador permanecerá sobrecogido ante el destino de los tres hermanos, que expresan a un pueblo en armas, derrotado y pasado a degüello. El espectador será cómplice de la alegría existencial de la rebelión, que convoca al sujeto a una causa colectiva superior. Y conocerá la infrahumanidad del fascismo cuando toma revancha sobre aquellos que se animan a la libertad. Chicos de Varsovia es una obra, en lo posible, a la que se debe asistir.

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