El lenguaje, ¿un fetiche?

Escribe Matías García

Tiempo de lectura: 3 minutos

La prohibición del uso del lenguaje inclusivo por parte del gobierno de la ciudad en el ámbito escolar, volvió a despertar polémica. Ahora bien, cuando se trata de justificar el uso de la “e”, reina la confusión y la desinformación. No sólo sucede en el estado, sino también, y lo que es más preocupante, en los partidos progresistas y revolucionarios.

El lenguaje inclusivo se nos presenta como una cuestión de abreviación del uso de “los y las” a “les”, como un problema gramatical, de cantidad de palabras. Como parte de la agrupación LGBT 1969 de CABA de nuestra tendencia, considero que esto es fetichizar el debate. Este desconocimiento parte, valga la redundancia, del desconocimiento de la binariedad de género y consecuentemente, la no-binariedad.

Históricamente, el trabajo explotado ha sido dividido y repartido de acuerdo al sexo biológico de los seres humanos: macho y hembra (que no son los únicos existentes, pero no se ahondará sobre esa cuestión). El género hace referencia a los comportamientos y gustos asignados a las personas según sus genitales. Particularmente, en las sociedades occidentales son dos: masculino y femenino, respectivamente. He aquí la binariedad de género. Ahora bien, las personas que se reivindican como no binarias son aquellas que no se identifican con los géneros antes mencionados ya que no ven como propios los comportamientos y gustos determinados que encierran consigo (y que todos conocemos). Esto es de un valor inmenso porque rompe con los paradigmas que encierran la autodeterminación del sujeto.

Es de gravedad el hecho que camaradas en nuestro partido reduzcan esto a una “cuestión burguesa” o “desde arriba”. Sobre todo porque la prohibición pasa por encima de la ley de identidad de género, una conquista arrancada a través de la lucha por el sector LGBTI+ del movimiento obrero. Una ley orientada a proteger a parte de la clase obrera de situaciones expulsivas e irregulares en ámbitos laborales, educativos y de salud. Denunciamos que eso es desconocer el meollo del reclamo y atenta contra la construcción política de nuestra clase. Política, así es y aquí radica la unicidad metodológica de nuestro planteo frente al palabrerío del progresismo burgués y el electoralismo de la izquierda democratizante. ¿El lenguaje inclusivo va a llevar a la clase obrera a la victoria? ¿Le permitirá destruir el estado capitalista? NO. Pero sí le permite a nuestra clase, a partir del debate y la formación política, identificar el rol de las instituciones políticas y superestructurales en la reproducción de la opresión de clase. Es necesario comprender que el género es una construcción social utilizada para encasillar al sujeto en su rol en la producción. Actualmente los niveles de pobreza y explotación han llegado a niveles tan asfixiantes que no hay construcción de la subjetividad que sea posible. Las relaciones de explotación capitalista atentan contra el sujeto en todo sentido. La militancia del lenguaje inclusivo debe estar atada a un planteo socialista que cuestione la opresión del sujeto en la sociedad de clases.

No es la primera vez que la burguesía y sus partidos se apropian de reclamos obreros para consolidar su dominación política. Que los reclamos sociales adquieran un carácter pequeñoburgués no significa que su contenido lo sea. La forma que adquieren, dependerá de la lucha de clases y las condiciones materiales de existencia de los sujetos en un momento concreto. Esta dialéctica forma-contenido debe ser comprendida para superar el fetiche. Esto es similar al debate por las reivindicaciones del colectivo LGBT y del movimiento de mujeres y a nuestra lucha por incluirlos en un programa de clase. No hay que cederle el terreno de la identidad del sujeto a la burguesía y su intento por alienarlo en las instituciones. Son reivindicaciones obreras que hay que ganarlas al socialismo.

Acá se discute que las identidades de nuestros compañeres de clase no son reconocidas por el conjunto de la sociedad y lo que es más grave aún, por nuestro partido. La justificación que se esboza acerca del número reducido de personas no-binarias existentes, es una justificación de panel. Este debate debe ser abordado con toda la seriedad que merece porque en la clase obrera y en la juventud existen personas no-binarias y se merecen el mismo respeto y camaradería que el resto. Al interior de nuestro partido hay personas no-binarias que construyen activamente la organización y militan el socialismo. Efectivamente estos compañeres representan una minoría, pero esta cualidad minoritaria es un síntoma de la opresión capitalista del trabajo y consecuentemente, de la subjetividad, no un berrinche personal.

La lucha por el socialismo es la lucha contra la explotación del trabajo y por la plena realización del sujeto. La libre identificación del género es un derecho fundamental, uno que reclamamos obrero y de ninguna manera burgués. Todo lo contrario, ignorarlo representa una concesión de magnitud a la burguesía. Dentro del marco del capitalismo, las etiquetas reivindicativas cumplen un rol progresivo. Ahora bien, estas deben estar atadas a un programa que luche por una sociedad sin clases, opresión, ni etiquetas identitarias. Estas son una consecuencia de la opresión burguesa de la subjetividad, condición necesaria para su dominación de clase.

Lejos de buscar una imposición del lenguaje, de lo que se trata es poner sobre la mesa la existencia de las personas no binarias y su derecho al reconocimiento fraternal de clase. Luchemos por sumar el lenguaje inclusivo al programa de lucha por el socialismo.

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