Acerca del debate político en la reciente reunión de la Mesa Nacional de Política Obrera

Escribe Mesa Nacional de Política Obrera

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En medio de la abundante literatura de nuestra corriente acerca tanto de la guerra imperialista como de la crisis terminal en Argentina, el debate en la Mesa Nacional que se reunió el sábado 2 de julio se centró en un dar una mayor precisión a los planteos que aparecen menos asimilados en nuestra actividad cotidiana y en nuestra lucha política.

Uno. La guerra imperialista, entendida como un todo bélico-económico-político, ha desencadenado una serie de crisis políticas y huelgas, acompañadas de otras manifestaciones de profunda insatisfacción popular. Se trata de una evolución fundamental. Este desarrollo fortalece nuestro planteo de que ella derivará en crisis revolucionarias y, como consecuencia de ello, de que la guerra imperialista debe ser combatida con los métodos de la lucha de clases y la revolución. Refuta la posición de que la lucha contra la guerra debe encararse con consignas de paz, ni qué decir del apoyo a la independencia de Ucrania -el santo y seña del apoyo a la OTAN- o el apoyo a Rusia, que es defendido como un medio para derrotar al imperialismo mundial. Las crisis políticas en Gran Bretaña, en Italia y en España, en medio de huelgas, en especial en GB, plantean la perspectiva de una crisis de régimen generalizada en Europa. En cuanto a Estados Unidos, la crisis es aún más aguda, por cuanto es el responsable principal por la guerra dentro de la OTAN, y porque se encuentra con un gobierno débil, con un enfrentamiento por las investigaciones parlamentarias del golpe de Trump, por la ofensiva de derecha de la Corte Suprema -que asume una función política sustituta del congreso y el ejecutivo-, por la crisis de los asesinatos públicos, por la inflación y por una tendencia a la recesión.

En los países de la periferia capitalista, los perjuicios de la guerra son aún mayores que en los centrales. El FMI tiene una veintena de países en la lista del default. Sri Lanka no está en soledad; vamos a ver ceylanazos en todo el mundo dependiente.

Las subas de las tasas de interés advierten de una guerra financiera de EEUU contra la UE, en una situación de guerra.

El avance del ejército ruso en la región sureste ha creado una crisis en el gobierno ucraniano y en la OTAN. Ella se agrava por los cortes de los suministros de gas de Rusia a la Unión Europea, que puede llevar al cierre de grandes empresas en el otoño-invierno próximo. Es natural que levanten la voz los círculos pacifistas del imperialismo. Pero para crear condiciones, incluso precarias, de un alto del fuego, la OTAN tiene que inclinar el tablero en el campo militar. Entonces la guerra se va a agravar. Es importante observar que, en torno al BRICS, se intenta formar un bloque frente a la OTAN, que involucra a América Latina (Brasil, Argentina), junto a Rusia, China e India.

La Academia y numerosas tendencias políticas, en especial la izquierda democratizante, han convertido al imperialismo en una categoría metafísica, cuando se trata de un fenómeno contradictorio en movimiento. La mayor parte de las potencias imperialistas ganaron ese status por medio de la guerra. Gran Bretaña contra España, que derivó en acuerdos que otorgaron a la primera el monopolio comercial y marítimo mundial; Estados Unidos en la guerra por Cuba y en la primera guerra mundial. Alemania intentó conquistar esa posición por medio de la primera guerra, y volvió a intentarlo en la segunda. Francia obtuvo su condición imperialista en las guerras coloniales, en especial en el norte de África; Italia, antes y durante la segunda guerra. Rusia, cuya estructura estatal implicaba la opresión de varias naciones, intentó obtener su bocado imperialista en diversas ocasiones (guerra de Crimea) y definitivamente en la primera guerra. Se puede dedicar un largo párrafo en igual sentido a Japón, con la guerra contra China y luego la guerra del Pacífico. Rusia, cuyo capital financiero, resultante de la restauración capitalista, es muy débil, intenta a través del Estado de ganar un lugar en el reparto imperialista, como lo demuestra, la Unión Euroasiática con varios naciones de la ex URSS, la Organización de Cooperación de Shanghai, así como China lo busca con alguna de esas asociaones y la Ruta de la Seda.

La finalidad estratégica de la guerra, por parte de Rusia, es obtener el reconocimiento de un status imperialista. El planteo de que la guerra actual fue impulsada y planificada por la OTAN, que hemos sostenido sistemáticamente, no debe manipularse para presentar a Rusia como una nación antiimperialista, ni atribuir a sus planteos de seguridad internacional un carácter pacifista. Rusia no puede ganar esta guerra, ni convertirse en un imperialismo "primus interpares"; lo más probable es que tenga el destino que le reservó a Alemania la primer guerra mundial – la desintegración social e incluso nacional, como ocurrió hasta la victoria del gobierno bolchevique de los soviets en la guerra civil.

En estas conidicones, la política revolucionaria en esta guerra consiste en transformarla en una guerra de los explotados contra sus gobiernos imperialistas y capitalistas. Por una República Socialista Internacional de Consejos Obreros.

Dos. La otra precisión es que la bancarrota de Argentina no es un fenómeno local sino internacional (Chile ha sufrido, en una semana, una devaluación del 30 por ciento; el euro ha caído a la paridad con el dólar). La guerra distingue a esta bancarrota de las pasadas. No tiene una salida internacional o exportadora, que podría apalancarse con una devaluación. Tampoco recrearía condiciones de financiamiento. Esto explica que incluso los economistas neo-liberales la caracterizan como difícil de tratar. No se puede volver al esquema de Macri. Los precios internacionales del agro han subido, por cierto, pero mucho más todavía los de sus principales insumos. La inestabilidad financiera ha pulverizado los mercados de contratos al día, mientras los de largo plazo se han retraído ante la volatilidad de los precios. La disputa entre EEUU y China ha crecido mucho en América Latina. La crisis política sufre esta situación, conviertiéndose en terminal y prolongada, o sea una seguidilla de gobiernos.

Todo esto explica que una gran parte de la gran burguesía se oponga a la devaluación y la libertad de cambios; propicia el desdoblamiento cambiario. La libertad de cambios es defendida por una parte mayoritaria del FMI y los acreedores de la deuda externa. La grieta política refleja, hasta cierto punto, la grieta entre la burguesía local y los fondos internacionales. El financiamiento por medio de fondos públicos-privados, que llevó a la quiebra de las constructoras en Gran Bretaña, donde hizo su experiencia piloto, ha llegado tarde para imponerse en Argentina. Habrá que ver cómo se desenvuelve el financiamiento del gasoduto NK.

La bancarrota del mercado de bonos local marca el signo final de los Fernández. Esto puede precipitar elecciones adelantadas. También hay movimientos para formar un gobierno de unidad nacional. Los "movimientos sociales K" han entrado en choque con el kirchnerismo; anuncian partidos políticos propios, que podrían participar por fuera del Frente de Todos. La desintegración del FdT está planteada; lo mismo la de JxC. Podría crearse un escenario electoral a la peruana o chilena, con la victoria de candidatos ultra minoritarios que consiguen llegar al balotaje.

Tres. Se está desarrollando una tendencia -no por advertida de parte de Política Obrera, menos importante- a un frente popular entre sectores del kirchnerismo y el FIT-U. Belliboni se pasea con Grabois, quien quiere asociar al fondo financiero del agro, los Grobo, a la economía popular. El PTS practica un kirchnerismo explícito con Máximo Kirchner. Los intereses enfrentados de los aparatos, de un lado y de otro, hace difícil una alianza politica, pero no por ello menos cierta. El PO oficial ya le encontró una etiqueta – el movimiento popular con banderas socialistas. Es una maniobra tan antigua, que Marx la advirtió en 1848 y Lenin en 1922 –los movimientos nacionalistas que se embanderan con el socialismo– socialismo del siglo XXI; la patria socialista; el nacionalismo socialista árabe, hindú o indonesio. La revolución socialista no es el producto de un movimientismo pluriclasista sino, siempre, la salida proletaria a las necesidades de las masas populares. Como siempre, el frente popular que se pergeña no es con la burguesía como clase sino con su sombra política, en este caso la pequeña burguesía que usufructa políticamente, y de otros modos también, a los movimientos sociales y piqueteros, y las direcciones sindicales que han perdido la referencia en el estado y en el peronismo.

Históricamente, los frentes populares han sido uno de los recursos últimos de los explotadores contra la revolución proletaria. A nivel internacional se manifiesta en la alianza de la mayor parte de la izquierda con la OTAN, bajo la cobertura de la independencia de Ucrania, y en la alianza de otra parte, minoritaria, de la misma con Putin, bajo el argumento de la defensa del ex espacio soviético. Un planteo atemporal y anacrónico de la defensa de la URSS.

Cuatro. Las luchas de trabajadores reflejan este proceso político, con sus diversas características, en el surgimiento de movimientos autoconvocados y paros y huelgas que son organizados al margen de las direcciones sindicales. Piqueteros y autoconvocados son las categorías más repetidas entre los luchadores. Aun en esta fase incipiente del proceso revolucionario es necesario darle expresión a este proceso por medio de la agitación política. A esta necesidad responde el llamado a organizar un Congreso de Trabajadores. Es un instrumento de agitación y organización política en función de la intervención política autónoma de la clase obrera. La oposición a este planteo, a partir de que la condición subjetiva de las masas no habría madurado aún en forma suficiente, es una expresión rutinaria de “posibilismo” –sólo plantear lo que es posible, entendiendo como posibillidad lo que es de alcance inmediato. Esta oposición es un retorno a la época de las cavernas del socialismo. La suma de realizaciones posibles no lleva nunca al gobierno de los obreros ni al socialismo. Esto sólo se puede alcanzar por medio del desarrollo de la conciencia de clase, o sea de la agitación, de la lucha, de la experiencia, de la organización, en función de las tareas históricas de la época –en cada país y en el plano internacional.

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